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Sábado 21 de Junio 2014

El resfriado veraniego de Steve, bueno, seamos honestos y llamémosle mi resfriado veraniego dado que es bastante obvio cómo se enfermó, ha desaparecido, justo a tiempo para la fiesta de cumpleaños número seis de Natasha, en el Central Park.

Es una fiesta temática de princesas de Disney (¿de qué más sería?). Natasha y la mayoría de sus amigas están vestidas de Elsa, pero llamarlo una fiesta de Frozen no sería justo para las dos Bellas y la Mulán presentes.

—Deberíamos habernos disfrazado también —digo.

—No puedes lucir un vestido tan bien como Natasha —replica Steve.

—Debería haber olvidado asistir —comenta Stephen; tiene puestas sus gafas de nuevo este fin de semana, dado que sus lentes de contacto por fin se tornaron insoportables. Agita su mano delante de nosotros—. ¿Me recuerdan ¿Stephen Strange? El hechicero supremo que aceptó venir a esta fiesta de niños a pesar de tener algo mejor que hacer.

Steve me mira.

—Oye, ¿escuchas algo? ¿Como un fantasma fingiendo tener algo mejor que hacer?

Me siento un poco culpable por reírme, pero no lo suficiente para no hacerlo. Además, no es un secreto que hay una cantidad inmensa de acoso en la amistad entre Steve y Stephen.

Ahora todos están habituados a ello, sobre todo yo. A veces, me pone nervioso pensar en que él busque nuevos colegas; no estoy tan desesperado porque nuestro grupo tenga un número par de integrantes.

—Como sea. Solo no tengan sexo aquí, o llamaré a la policía.

Eso es otra cosa: hace referencia a nuestra vida sexual cada vez que es posible.

—No hay suficientes dedos medios en el mundo para que te responda —replica Steve—. Pero para empezar... —Le hace un gesto grosero con ambos dedos medios, y me señala con la cabeza para que haga lo mismo, lo cual hago—. Aquí tienes cuatro.

Stephen ríe de manera forzosa.

—Ataque a dúo. Qué divertido.

Hay algo de verdad en sus palabras. Ahora que la escuela ya no estorba, Steve y yo estamos haciendo planes para el verano. Y realmente no queremos que Stephen sienta que sobra, y parece que ya estamos fallando. Incluso antes de que nuestro verano comience.

Steve y yo hemos decidido contarles a nuestros padres que somos gays. Y Stephen no puede acompañarnos. Es algo que pertenece solo a nosotros dos.

Mi madre y mi padre están sentados junto a los padres de Steve en una mesa de pícnic, almorzando con algunos de los otros padres. Ríen y conversan mientras una horda de Elsas persigue a Mulán alrededor de un árbol.

Estoy un poco nervioso. Más que un poco. Son completamente inconscientes del misil que estamos a punto de disparar hacia ellos.

—Ahora parece un buen momento —digo.

—Vale, ¿por qué no? —Steve se gira hacia Stephen—. Vale, tío. Iremos a contarles a nuestros padres que somos gays. ¿Has tenido alguna visión psíquica superlegítima que indique cómo saldrá esto?

Stephen mueve la cabeza de lado a lado.

—Predigo que todo permanecerá perfecto en la perfección que es tu vida, Steve.

—Perfecto —responde. Hace el símbolo de la paz con los dedos—Danos diez minutos. Quince si quieren tomar fotografías.

En mi mente, corrijo el número a dieciséis minutos, pero no digo nada.

—Vale. —Stephen se sienta en el suelo y saca su teléfono—. Con suerte podré usar Instagram sin que esas Elsas me pregunten si hacemos un muñeco.

Armándonos de valor, nos acercamos a la mesa de pícnic. Interrumpimos cordialmente, y les preguntamos nuestros padres si podemos molestarlos un segundo. Nos siguen hasta el árbol que tiene un globo cumpleaños amarrado al tronco y nos apretujamos bajo la sombra.

—¿Qué ocurre, chicos? —pregunta mi padre.

—Queremos ponerlos al tanto de algo —responde Steve. Los cuatro nos miran, pero dejo de sentir que nos superan en número cuando Steve agarra mi mano—. Estamos saliendo, y hemos decidido que si no les parece bien, viviremos aquí entre los árboles. —Las palabras brotan de su boca con semejante rapidez que suenan como una palabra larga en lugar de dieciséis palabras separadas.

—No, dijimos que viviríamos en el muelle —añado. Steve me mira. —Estoy intentando distraerlos. No quiero que nos encuentren si les parece mal que salgamos. —Enfoca su atención de nuevo en nuestros padres—. ¿Estamos bien?

No sé cómo se sienten todos los demás, pero yo no me siento bien. Rasco mi palma con la mano libre. Me sentía valiente cuando caminé hacia aquí y aún más cuando Steve agarró mi mano, pero ahora mi estómago da vueltas porque hemos llegado al punto sin retorno.

Estoy listo para coger mi lóbulo cuando todos comienzan a sonreír. Erik ríe.

—¿Eso es todo? Creí que estaban intentando abandonar la fiesta para ir a pasar el rato a otra parte. El pobre Stephen luce terrible. La respuesta hubiera sido no, pero estoy más que de acuerdo con que ambos estén saliendo.

Charles entrelaza el brazo de Erik con el suyo y le da una palmadita en el hombro.

—Steve, creí que por fin habían logrado hackear alguna red que no era de tu incumbencia y que habías obligado a Tony a ser tu cómplice.

—Es un escenario posible —responde Steve—. Es justo.

Mi madre mueve los hombros de un modo extraño que nunca he visto antes, y quizás es la felicidad de una madre al ver que su hijo tiene pareja, pero no me encanta.

—Les daré un abrazo. —Nos abraza a los dos al mismo tiempo—.Creí que este día jamás llegaría. Estoy muy entusiasmada.

Cuando mi madre retrocede para abrazar a los padres de Steve, mi padre lo abraza.

—Buena elección, Steve—dice mi padre. Luego se acerca a mí y sí, recibo otro abrazo—. Ya no harán más pijamadas, pero me alegro por ambos.

Los abrazos y los cumplidos incómodos acerca de cuán adorables somos por fin terminan. Me siento mareado. Steve y yo regresamos con Stephen, quien ya está riendo.

—Se ha alcanzado el límite de abrazos para hijos que salen del armario — dice.

—Totalmente —respondo. Stephen mira su teléfono.

—Supongo que esto está pasando de verdad —dice—. Habéis declarado su sexualidad ante el otro, os habéis besado, os habéis acostado y ahora les habéis contado a sus padres. Estáis lo más afuera posible del armarío.

—Gracias por el resumen —comenta Steve.

—Supongo que lo acepto. Júntense, chicos. Hora de la foto. —Stephen se pone de pie y apunta su teléfono hacia nosotros.

Steve y yo colocamos los brazos alrededor de la cintura del otro.

—¿Con o sin sonrisa?

—Con sonrisa esta vez —digo.

Todas las personas importantes en nuestras vidas saben acerca de nosotros.

Mejor amigo, padres. Steve y yo ya hablamos de lo que viene a continuación. Estamos bastante seguros de que lo haremos público en Internet en algún momento del verano, pero no estamos apurados por hacerlo... ya no.

Mi mayor prioridad ahora mismo es enmarcar la última fotografía que nos tomamos Steve y yo como mejores amigos junto a la primera fotografía que nos han hecho como novios.

𝐡𝐢𝐬𝐭𝐨𝐫𝐲 𝐢𝐬 𝐚𝐥𝐥 𝐲𝐨𝐮 𝐥𝐞𝐟𝐭 𝐦𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora