Sanemi había vuelto a su Finca totalmente ebrio, hasta el punto de que al llegar al árbol de cerezo en frente de su hogar se dio la cabeza contra este y terminó gruñendo en el suelo, con los pocos ánimos para levantarse. ¿Qué pensaría Masachika acerca de que se embriagara de tal manera por recuerdos de una mujer? Posiblemente lo regañaría y diría que como es Kanae la mujer en la que piensa, ella se sentiría muy mal por él y seguramente sufriría peor si lo viera de esa manera por su culpa. Ambos se solían preocupar demasiado por él. Pero ¿qué lo hacía pensar en muertos? Después de todo, si existe el cielo lo menos que harían sería verlo a él, luchando contra su propio cuerpo para recomponerse sin lograrlo tras el increíble mareo. Solo cuando perdió a Kumeno se emborrachó de esa forma, quizás porque había prometido invitarlo a beber para que aprendiera y no terminara en desgracia como él en su primera vez.
—¡Maldita sea Shinobu, con tan solo verte me traes su presencia! Odio esto —gritó enfurecido tomando entre sus manos su propia cabeza—. Estoy cansado de imaginármela, ya han pasado cuatro putos años.
En ese momento sabía que si Kanae estuviera, seguro dormiría sobre sus piernas y sentiría las caricias en su cabello, tal cual como su madre hubiera hecho, mientras le contaría sus preocupaciones como casi nunca hacía. Ella le pediría que se tranquilice y susurraría en su oído que no hace falta embriagarse para tenerla presente.
Siempre decía lo mismo pero es porque nunca llegó al punto al que él llegaba de tanto tomar, porque ni siquiera tuvo la oportunidad de emborracharse como él. Era mejor así, porque se dormía y se sentía tal cual como si estuviera en el regazo de esa mujer. Su voz no lo tachaba de asesino así que no le perturbaba.
Era tranquilizador tener al fantasma de su amante.
"Las estrellas brillan porque te observan, porque Sanemi tiene un alma tan amable que hace que los de tu alrededor se iluminen. Yo me siento bien cuando estás ahí"
¿Amable? No era jodidamente amable, era una bestia que podía asesinar a quien se le cruce, pero ella era una ingenua que nunca lo entendió. Tan ingenua que aún recordaba la vez que lo besó con esa delicadeza, como si él fuera un dulce príncipe que podría protegerla de lo que fuese, mientras que en realidad era el peligro que la podría atormentar día y noche.
Era un asesino ¿no? Y entonces ¿por qué no huyó aquella vez? Es más, ¿por qué no se alejó por siempre como casi todos? No la hubiera juzgado de hacer eso, es más, se lo agradecería, así no tenía que cargar con su peso en sus fornidos hombros que ya habían resistido tantos cuerpos que parecía chiste.
El cerezo que ya estaba a nada de morir había sido testigo de los secretos que él y Kanae escondían detrás de todas las personas que los veían, aunque igual sus compañeros rumoreaban que desde la muerte de Kumeno ambos eran bastante cercanos. Algunos creían que solo la utilizaba para no sentirse solo, pero otra persona que tenía visión del amor por tener tres esposas, confesaba que ellos en serio se amaban. Quizás Sanemi se avergonzaba de demostrarlo en público y debido a su actitud tosca parecía todo lo contrario a un amor romántico, mas la muchacha era muy poco simulada.
«A ese tipo en serio le servía tener tres esposas cuando hablaban de amor» pensaba Sanemi en sus tiempos de adolescente mientras admiraba, en secreto, la figura tan grande de Tengen, quien parecía llevarse bien con todo el mundo y observar cada situación con ojo crítico. «Pero es un completo idiota cuando trata con mujeres» llegó a la conclusión cuando notaba cómo se acercaba a Kanae y la invitaba a salir con suma coquetería. Lo peor de todo es que sus esposas permitían esos actos... Pero el Shinazugawa no y por eso siempre intervenía con alguna excusa creíble o simplemente alejando a esa inocente mujer que no entendía ninguna propuesta. No le agradaba el aura que percibía cuando él estaba cerca. Prefería que Kanae se mantuviese un poco alejada cuando tomaba tal actitud atrevida.
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City of stars [RenShino/SaneKana]
RomanceMientras la suave melodía resuena y dos personas se encuentran bailando, muy dentro de sus corazones se esconden latidos acelerados y difíciles de detener. Entre vueltas dulces, que la dejan ver a la muchacha como una frágil mariposa, también hay a...