Capítulo 10

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Sueños

El camino hacia el reino del Norte es largo y pesado, ya que deben recorrer largas llanuras y valles, subir altas colinas y montañas con caminos angostos y empedrados, pero lo que más les asombra a los jinetes es contemplar como el panorama va cambiando conforme van alejándose del reino del Sur.

Sienten que el aire que golpea sus rostros al cabalgar es más limpio, incluso sienten como sus pulmones reciben bocanadas de aire fresco sin olor a muerte. Los valles, llanuras, colinas, montañas, todo a su alrededor se ve con otros ojos, como si un artista hubiera pintado su mejor lienzo y ellos fueran testigos de tal obra. A pesar de lo difícil que ha sido llegar, no les importa, porque al ver como la vegetación juega armoniosamente con el paisaje, les hace pensar que existe un lugar muy diferente fuera de las paredes de los territorios de Vasconia.

Uriel se detiene, y desde el risco de una montaña observa lo hermoso del paisaje, por unos breves minutos la imagen de lo que un día fue su hogar pasa por su mente. Cierra los ojos y puede visualizar el bosque con esos enormes árboles que cubrían todo a su paso con sus grandes hojas, el canto de las aves dando la bienvenida a un nuevo día, el sonido del rio con sus aguas frescas y cristalinas, era como estar en un sueño, el cual no se desea despertar. El eco de las risas de sus amigos jugando y recorriendo el bosque por una nueva aventura lo distrae por unos segundos, la imagen es tan vívida que desea acercarse a ellos y jugar con las ramas de los árboles simulando que son espadas, pero su atención recae en la figura de un niño parado en una gran roca cerca del rio.

El niño lo saluda con una gran sonrisa en su rostro dándole la bienvenida, y gritando a la distancia --¡Uriel! ¡Uriel!...

<<Es Aldous>> grita en su interior Uriel.

<<No puedo creer lo que ven mis ojos>> piensa Uriel, y sin impórtale nada se apresura a su encuentro, más aún cuando Aldous con un gesto de su mano le dice que se acerque.

Uriel corre hacia Aldous y lo abraza muy fuerte, sin darse cuenta sus lágrimas salen sin pedir permiso y solo puede pronunciar una sola palabra ---¡Perdóname!

--¡Perdonarte! eso es algo que nunca haré--- el sonido de esas palabras hacen que Uriel se aparte de él y lo mire, pero al ver el rostro de Aldous ya no era el de antes, ahora de sus labios burbujeaba sangre, sus ojos eran negros como la noche, su piel antes cálida ahora era pálida y fría como una noche en pleno invierno. Uriel siente un escalofrío recorrer todo su cuerpo, nunca había sentido tal temor, ni siquiera en las batallas o cuando estaba al borde de la muerte por una brutal herida. Observa como todo a su alrededor se torna rojo. Ya no hay árboles, ni rio, ni aves, solo existe dos personas en medio de esta escena escalofriante, él y Aldous.

Esa imagen tenebrosa de Aldous le dice: -- Mataste a Milo y tomaste su lugar, estas maldito Uriel de Cortázar. —Uriel no puede entender lo que está pasando, trata de acercarse a su amigo, pero éste se aleja de él.

--Devuélveme a mi amigo ¡Asesino! ¡asesino! ¡asesino! —la imagen de Aldous desaparece en ese paisaje rojo y fúnebre, mientras que Uriel grita: ---¡No te vayas Aldous! Soy yo, soy yo, soy...

--¿Quién eres tú? – escucha una voz como eco atrás en su espalda haciéndole esa pregunta. Uriel al reconocer la voz se voltea sin titubear, pero queda atónito al ver una versión cadavérica de Alduos, quien seguía preguntándole ¿Quién eres?

--¡Aldous.! -- Se despierta Uriel al escuchar sus propios gritos, está totalmente sudoroso y con la respiración entrecortada. Pega una mirada rápida a su alrededor para certificar que solo ha sido una cruel pesadilla. Se lleva la mano al rostro tratando de pensar porque sigue teniendo el mismo sueño.

Uriel y  el  Medallón de la  OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora