Capítulo 6.

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Me removí entre las sábanas intentando dormirme otra vez.
Cuando por fin estaba a punto de conseguirlo, mi móvil sonó encima de la mesita.
Estiré mi brazo y lo cogí.

— Buenos días, ahora mismo estoy más que muerta, dejé su mensaje y quizás reviva para contestarle más tarde.

— Mhm, soy Armando, el jefe del taller de mecánicos, quería hablar con usted para informarle que le acabamos de dar el trabajo –. Me incorporé –. ¿Podría venir usted esta tarde a las 17 p.m?.

— Claro, ahí estaré.

— Nos vemos esta tarde, señorita Adaline.

Colgué la llamada y volví a dejar el móvil donde se encontraba.
Enrollé mi cuerpo entre las sábanas y escondí mi cabeza bajo la almohada, fue imposible volver a dormirme ya que mi estúpido móvil no paraba de sonar, volví a cogerlo y contesté.

Buenos días, la señorita Adaline ha fallecido y no puede atenderle, bueno claro si está muerta, claramente no puede atenderle –. No hay mejor lógica que la mía –. Dejé su mensaje y quizás le responda desde el más allá.

— Deja de hacer el imbécil, puta anormal de mierda –. Ese hombre tan simpático  como siempre –. Supongo que te llamarán para lo del trabajo, espero que estés atenta.

— Ya me han llamado, señor “me levanto a las seis de la mañana y ya estoy más amargado que yo que se que” –. Bostecé, era demasiado pronto para mi ¿quien en su sano juicio se levantaba a esta hora? –. Para tu información, señor amargado, me han dado el trabajo.

— Vuelve a llamarme así y te doy con la porra.

— Ay, es demasiado pronto para aguantar tus insultos, más tarde me llamas y me insultas todo lo que quieras ¿vale?. Venga, buenas noches.

Sabía que colgarle era como firmar mi muerte, pero necesitaba dormirme y ese hombre me lo estaba impidiendo.

Enseguida escuché un portazo, supe que era el señor amargado, en cosa de segundos se encontraba en mi habitación, cruzado de brazos y mirándome desde el humbral de la puerta.

— ¿Sabes lo que es la privacidad? –. Parecía que en cualquier momento, la vena que se encontraba en su frente iba a explotar –. Oye, pero calmate, al final te da un ataque o algo.

— Mira, no te mato porqué eres importante en este momento, pero no sabes las ganas que tengo de darte de ostias con la porra –. Su amenaza en ese momento me pareció graciosa, quizás era por la falta de sueño, ya que en otra circunstancia, estaría demasiado asustada –. Levanta el culo de una puta vez, tienes que prepararte.

— ¿Prepararme? Pero si no tengo que ir al puto taller hasta las cinco de la tarde –. Sentí como mi cuerpo caí al suelo, ni siquiera me di cuenta de cuando Conway se acercó y estiró de mí pierna –. Enserio, te odio.

— Ponte a la cola, hay mucha gente que me odia –. ¿En qué momento acepte trabajar con el simio este? Enserio, que alguien me recuerde no volver a tomar decisiones tan estúpidas –. Vístete, te llevaré a comisaría.

— Mhm... Cinco minutos más –. Mi cuerpo fue levantado del suelo como si de un saco de patatas se tratase –. Jack, bajame.

Empecé a pataliar, pero parecía no servir de nada. De repente Jack me bajó de su hombro, justo en medio de la ducha, abrió el grifo y el agua fría empezó a congelar cada centímetro de mi cuerpo.

— ¡Guilipolles! ¡Eso eres, eres un puto anormal de mierda! ¡Me cago en –. Conway tapó mi boca con su mano, impidiendo así que puediera seguir con mis preciosos insultos.

Suspiros llenos de tí. (Jack Conway) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora