Capítulo 21.

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Armando y yo nos encontrábamos revisando el patrulla de Leonidas, el
cual había tenido un accidente y la parte delantera del coche estaba
totalmente destrozada.

— Verás el supeeh, que bronca me va a echar.

Armando y yo empezamos a reírnos, pero enseguida fuimos interrumpidos por un fuerte golpe.
Gringo era el causante de ese ruido, ya que estaba dando patadas a todo lo que se encontraba por su camino.

— Voy yo -. Armando asintió.
Limpie mis manos con un trapo y me
apresure a ir con él -. Hey ¿Qué pasa?.

Nada más verme se echó a llorar, eso me tomó por sorpresa. Nunca
hubiera tomado a Gringo como una persona tan sensible, en realidad
desde que lo conozco creía que era un tipo demasiado distante.

— Ven -. Estiré de su brazo y nos guié a ambos hasta el interior de los
vestuarios -. Dime que pasa.

— Horacio me acaba de dejar, me ha dejado Adi -. Se echó a llorar en
mis brazos, lo único que yo podía hacer era abrazarlo y dejar que llorara -. Y no entiendo el porqué, nos iba muy bien juntos.

— Quizás no debiste quererlo tanto -. Al fin y al cabo, sabía que ellos dos
no estaban destinados a estar juntos -. Pero no puedes derrumbarte así,
eres muy fuerte Gringo.

— Quedate conmigo -. Sentí comos sus brazos se tensaron más alrededor de mi cuerpo -. Por favor quedate, quedate conmigo. Esto duele, duele como quema mi pecho.

Y así estuvimos un buen rato, él llorando entre mis brazos y yo
rompiendome al verlo así.

— Podemos salir, así te distraes de todo esto -. Gringo me miró, parecía
que mi idea no le convencía del todo -. Espera un momento aquí.

— Tampoco voy a ir a ningún sitio -. Cuando me levanté él se estiró en el
suelo y se hizo una bolita -. Estaré aquí, llorando con mi corazón roto.

Me apresure a salir de los vestuarios, vi que había demasiada gente, así
que empecé a echarlos y gritando que el taller estaba a punto de cerrar.

— Pero si solo son las siete de la tarde.

— Callate Manolo -. Enseguida se quedó callado.

— ¿Se puede saber que estás haciendo, Adi? -. Armando y los demás llegaron a mi lado.

— Hoy iremos a cenar, Gringo está triste y quiero que pase una linda
noche y se olvide de todo por un rato -. Miré mal a un chico que aún
estaba en el taller, enseguida este salió casi corriendo -. Bueno y como se que sois unos lentos de mierda, quiero que vayáis a vestiros ya y que os pongais guapos.

— Yo ya soy guapo eh -. Tonet llamó la atención de todos con su comentario -. Pero bueno, yo por el grupo me pongo aún más guapo.

— Sisi, venga iros ya, yo cierro el taller -. Todos asintieron, menos
Armando, quien se quedó a mi lado -. ¿Qué pasa?.

— ¿Por qué cuidas de nosotros?

— Porqué os quiero y porqué sois como una familia para mi.

— Sabes -. Se acercó a mí y pasó su brazo por encima de mis hombros -.
Eres la hija perfecta que nunca tuve.

Armando besó mi frente y se fue. Enseguida volví con John, el cual seguía en el suelo, llorando y su cuerpo en forma de bolita.

— Ya pensaba que me habías abandonado -. Sonreí. Me estiré en el
suelo, justo su lado y empecé a acariciar su carita.

— ¿Tanto lo quieres?

Suspiros llenos de tí. (Jack Conway) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora