Capítulo 5

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Mis pensamientos fugaces se vieron interrumpidos bruscamente el ver que habíamos llegado a destino.

—Te tenemos una sorpresa —habló papá mientras sacaba a Todd del coche y lo ponía en la silla—, espero que no estés muy cansada, puedo llevarte a tu departamento cuando quieras.

—¡No! Claro que no, papá —le dije—. Estoy ansiosa por esa sorpresa.

Él y mi hermano se dieron una sonrisa cómplice que solo intensificó mi entusiasmo y curiosidad.

La casa de Charlie era pequeñita pero tan pintoresca como ninguna. Resultaba hogareña y gentil, muy diferente a la que tuvimos hace unos cuantos años atrás. Quedaba a veinte minutos de mi departamento y de la florería Swan.

En cuanto puse un pie adentro sentí el aroma a pavo y especias, la especialidad de Rosalie Hale. Ella, al oírme, corrió hasta la sala para abrazarme con mucha fuerza, uniéndosele Emmett también.

—Van a acabar asfixiándome, Ositos —exclamé entre risas.

—Te extrañé mucho —me dijo mi amiga.

—No, yo te extrañé más, hermanita —le discutió Emmett.

—Déjenle un espacio, que debe venir muy cansada —pidió alguien.

Al escuchar esa voz me separé de los Ositos y miré hacia el umbral de la puerta de la cocina. Mi sonrisa se hizo inmensa en cuanto descubrí quién era. Él me abrió los brazos y yo corrí para refugiarme en ellos.

—Jasper, ¿cómo? —No sabía qué preguntarle primero, verlo aquí era algo que había deseado durante estos largos años separados—. ¡Estás aquí! —grité inquietada, ignorando lo obvio de mi expresión.

Estaba igual a como lo vi hace años: muy alto, con esa mirada penetrante y serena de color ocre, con su cabello rubio algo largo y ni hablar de la madurez que siempre brotaba de sus poros. Sí que estaba grande. Me emocioné.

—Calma, Brinquitos, hay mucho que contar y para eso tenemos un pavo exquisito en el horno, ¿no es así, cuñada? —le preguntó a Rose.

Brinquitos Sonreí. Hace tanto que no oía ese apodo. Jasper solía llamarme así porque nunca dejaba de saltar, no importaba que en casa hubiera un desastre, simplemente yo brincaba y les hacía olvidar a todos ellos lo que realmente sucedía con papá y mamá.

—Ups, lo tengo que sacar del horno, ya debe estar listo —exclamó mi amiga, corriendo hacia la cocina.

—Te extrañaba —le confesé, volviendo a acomodarme entre sus brazos.

—Yo también. Muchísimo —me respondió, apegando su barbilla a mi cabeza.

Miré a papá y lo noté feliz porque al fin tenía a todos sus hijos reunidos en su casa, tranquilos y rodeados de amor. Eso era suficiente para él, lo sabía completamente, aunque nos había costado lágrimas, gritos y una deprimente agonía.

—Bien, ¿podrías decirme cómo es que de un día para otro llego a Nueva York y tú estás disfrutando felizmente de un crucero? —me preguntó Jasper mientras comíamos el pavo de Rosalie—. Estuve tres días esperando a mi hermanita, ansioso por verla y me dicen que está pasándole bomba en una embarcación que cuesta un montón de dólares.

—Digamos que he tenido suerte —respondí con una mirada suficiente.

—Hey, fui yo el que te dio la suerte —se metió Emmett. Tenía la boca llena de comida.

—No hables con la boca llena, Emmett —le regañó papá. Rosalie se puso a limpiar la boca de su esposo como una madre, fue gracioso.

—¿Y qué tal? Has estado muy callada luego del viaje y eso definitivamente no es propio de ti —me molestó el rubio, soltando una sonrisa burlona.

El Suave EnloquecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora