Capítulo 3

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Salí de una profunda y reflexiva ducha de 40 minutos. Estuve durante todos esos minutos pensando en lo que había ocurrido la noche anterior, en que mañana volvería a Nueva York, retomando mi alocada vida junto a mi familia.

Extrañaba a Todd y su mirada llena de inocencia. Solo tenía 7 años de llegar a nuestra familia, de haber vivido todo lo que le había tocado, y de cuidarlo como lo había hecho junto a mis hermanos. Era un niño difícil dada su condición, ir en silla de ruedas complicaba bastante su día a día, pero con optimismo todo salía mejor. Sabía que Rose lo estaba cuidando como lo haría yo o cualquiera de todos nosotros, lo que me daba más de un respiro.

Pero ¿por qué la idea de volver resultaba tan decepcionante?

Suspiré y me envolví con la toalla blanca y esponjosa que tenía en la encimera del baño. Me miré al espejo y noté un brillo extraño en mis ojos.

—Vaya, Isabella, ¿no quieres marcharte? —me dije, restregando la piel de mi rostro, como si quisiera sacudir la sensación de mí.

Al entrar a mi habitación noté que Clara, la chica del servicio, había pasado por aquí. Todo estaba ordenado e incluso había dejado unas cuantas flores propias de la isla.

—Uau. Son preciosas —dije tocando sus pétalos de diferentes colores.

Me encantaban las flores, solían ponerme de buen humor. Me recordaban a mi padre y su dicho antes de irme a dormir: "son como tú, Isabella, coloridas y alegres. ¡Siempre floreces!". Él también las amaba, por eso la florería era algo que cuidaba enormemente.

Al lado de las flores había una tarjetita pequeña de tono dorado, la cual brillaba de forma sutil desde la mesita. El papel era suave y elegante. ¿Clara me había dejado esto? Seguramente era de parte del crucero.

«Está usted invitada a la Cena de Gala que se desarrollará en el salón principal junto a la presencia del Capitán y su tripulación. Nos honraría su asistencia a las 20:00 horas, esta noche.

Atte.

Carnival Cruise, Carnival Corporation & plc»

Me dejé caer en la cama mientras tocaba la tarjetita, maravillada por la textura del papel. Una lujosa cena con la tripulación del crucero. Sonaba a un panorama mayor que no me perdería por nada del mundo. Me pregunté si Edward iría, pero luego sacudí mi cabeza, buscando olvidar siquiera un momento lo que había pasado la noche anterior.

—Solo queda un día, Isabella, después no volverás a verlo —murmuré.

Curiosa noté que entre las flores pendía otra tarjeta, solo que esta era más grande. Fruncí el ceño y la tomé de inmediato para leerla. Mi sonrisa fue inmediata.

"Querida Isabella, como verás me he inmiscuido en tu habitación para dejarte este pequeño regalo. Son amarillas, me han recordado a ti.

Quería pedirte que fueras mi acompañante esta noche en la Cena de Gala, no puedo aceptar un no como respuesta. Tómalo como una invitación a terminar lo que dejamos ayer.

Atte.

Edward".

Volví a caer en la cama, esta vez con el vientre contraído de ansiedad y excitación. Tenía la tarjeta entre mis dedos, analizando y contemplando la hermosa caligrafía.

—Una invitación a terminar lo que dejamos ayer —susurré—. ¿Cómo podría decirte que no si es lo que he planeado desde que te vi?

.

El clima afuera resultaba maravilloso, casi parecía que el pacífico océano Atlántico quería despedirse ya de nosotros.

La Terraza era un lugar al aire libre que se encontraba rodeado de plantas. Quedaba apegada a todos los restaurantes con los que contaba el crucero, pero éste resultaba ser uno de los más lindos.

El Suave EnloquecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora