Capítulo 10

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Miré una vez más la pantalla de mi laptop, con todos esos números y cuadros de cálculo. No podía concentrarme, parecía que mi mente estaba en otro lado, a kilómetros de mi oficina. Lo único que me hacía mantener la noción de la realidad era el sonido de la lluvia y el choque de esta con mi inmensa ventana.

Con un suspiró me eché hacia atrás, descansando en el respaldo de mi silla acolchada. Me quedé un buen rato observando el intenso panorama que esperaba afuera, la lluvia parecía desatarse de manera voraz, pero también repasé cada instante de hace dos días, en la discoteca.

Cuando regresé a mi departamento esa noche, ignoré las llamadas insistentes de Rose y de Alice. Como aún no tenía una excusa convincente para explicar mi rápida huida de la discoteca, preferí evitarlas a ambas. Mi futura cuñada regresó de madrugada, lo sé porque no pude quedarme dormida durante horas, parecía que mi cuerpo estaba decidido a perecer en mi almohada.

Esta mañana preferí irme más temprano, creo que era la primera vez que llegaba 1 hora antes al trabajo. No vi a Alice y tampoco le he dado una explicación de por qué hui anoche, tampoco a Rose, que hace media hora había insistido nuevamente en que la llamara.

No podía negarlo, aún me sentía muy enojada por lo ocurrido esa noche. Y, por supuesto, todavía me daba vueltas. También estaba preocupada, la razón era obvia: el beso había alterado todo aquel autocontrol que me inventé pobremente para huir de su efecto. Había sido un error garrafal caer en su juego e incentivar a que siguiera creyendo que podía seguir jugando conmigo, porque eso hacía, jugaba conmigo.

Abrumada volví a mirar a la pantalla, ni siquiera el haber hablado por teléfono con Ángela para poder liberar toda esa mierda de mi cabeza había sido suficiente para tranquilizar mi rabia. Entonces me di cuenta que si seguía así no iba a poder terminar mi auditoría nunca jamás. Preferí salir de mi oficina para ir a beberme un café a la cafetería, quizá era la única forma de reponer esas energías que se iban solo con enojarme. Y es que no estaba acostumbrada a estar encolerizada gran parte del día o de mi vida, me costaba enojarme.

—Y llega él, a cagarte el sentido de las cosas, incluso el sentido de ti misma —me dije, cruzando las oficinas de secretaría, a un lado de la de Aro Vulturi.

La puerta estaba cerrada, pero a pesar de eso pude oír los gritos. Paré en seco, porque nunca había escuchado algo así viniendo de él, sobre todo yo que fui su secretaria por dos años.

Me quedé en una esquina, intentando escuchar algo, sabiendo que estaba mal y que, si me encontraban espiando, tendría problemas. Pero mi intrépido y algo arriesgado espíritu, me hicieron permanecer aquí.

—¡Ya te lo he dicho mil veces! No puedo hacer nada, Trace.

Abrí los ojos de sopetón. ¿Trace? ¿Era él a quien parecían lapidar en esa oficina?

—Después de todas las cosas que he hecho —exclamó él. Su voz resultó tan gélida que no me lo podía creer, Trace nunca sonaba así.

—No empecemos otra vez —le interrumpió mi jefe en tono cansino—. Por favor, retírate, no quiero tener que darte más explicaciones.

Cuando sentí el sonido de la puerta me di media vuelta y me escondí al otro lado de la oficina con tal de que no pudieran verme. Y efectivamente lo vi salir, era Trace, apretando los puños con rabia. Caminaba cabeza gacha, como si la rabia pudiese más. Se metió al ascensor y bajó, dejándome ahí con la curiosidad y la preocupación instaladas en mí.

¿Qué podía haber ocurrido? Creí que su relación era lo suficientemente buena, dado el puesto de Trace en la empresa. Aunque, hace unos días, había visto a Trace bastante preocupado, tanto aquí como aquella vez en el bar al que me había invitado.

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⏰ Última actualización: Jul 08, 2020 ⏰

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