Capítulo 7

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Quería que fuera un malentendido, tal como había sucedido hace unas semanas cuando confundí a aquel pianista. Pero no, era él, Edward Cullen. Simplemente era él y no había ninguna confusión. Estaba plantado frente a mí con su elegancia perpetua y aquel inefable atractivo que me volvía loca.

¡Mierda! ¿Cómo era posible? ¿Cómo? De todos los lugares en los que podía encontrármelo, ¿tenía que ser este?

—Lo siento —fue lo único que salió de mi boca—. Estoy algo torpe últimamente.

Me agaché para recoger el desastre que había dejado, pero Sue se adelantó y me pidió que no me preocupara.

—¿Sucede algo? —me susurró Jasper al oído.

Miré a Edward y él tenía una expresión muy oculta que no pude descifrar qué estaba pensando. ¿Cómo lo hacía? Me miraba de manera intensa, penetrante, tanto que apenas podía sentir mis pies en el suelo.

—N no, solo —respiré hondo y le tendí mi mano al cobrizo, fingiendo como él—. ¡Hola! —exclamé—. Soy Bella Swan.

Él apretó mi mano con suavidad y de inmediato se vinieron diferentes recuerdos a mi cabeza.

—Es un gusto conocerla, Srta. Swan —dijo, con aquella voz tan masculina.

Nuestras manos dejaron de tener contacto y yo comencé a sudar helado, mientras todos los demás nos observaban. Vi a Alice, tan emocionada por tener a su tío junto a la familia de su novio, ¡mi familia! Oh no, qué cagada.

—Con permiso, necesito ir a la cocina Iré a buscar algo para ayudarte a limpiar, Sue, no tardaré.

Me marché con la cabeza palpitándome de manera sorda. Me recargué en el lavaplatos, mirando el grifo como si fuese el único objeto de la tierra. Intenté respirar hondo, pero era en vano. Dejé caer el agua y saqué un vaso de la despensa. Bebí para calmar la agitación de mi pecho y mi corazón, pero en mi cabeza aún seguían asomando preguntas que de cualquier manera me estaban volviendo loca.

¿Cómo era posible? ¡Era él! De todos los lugares de donde podía encontrármelo, justo tenía que ser aquí. ¿Qué iba a suceder ahora? ¡Los demás no podían saberlo! Alice Papá ¡Mi hermano! El pánico se apoderó de mí y quise salir arrancando de la cocina, meterme a un avión y volar hasta Sri Lanka y no saber de nadie más por un buen tiempo.

—Hey, ¿qué ha sucedido allá? —me preguntó Rose, sacándome un grito del susto.

—¡Me has metido un susto del demonio! —le grité, llevándome una mano al pecho.

Rosalie me miró con sorpresa.

—Vaya, de verdad sucede algo. Lo siento.

Me bebí otro vaso de agua, aunque a decir verdad un vaso de whisky estaría mejor o quizá tres, quién sabe.

—Ha sido un día de locos, estoy cansada, no es nada —musité, dándole una sonrisa tensa.

Mi amiga frunció el ceño un buen rato, analizándome.

—No, a mí no me engañas, ¿qué tienes en la cabeza?

Suspiré, abrumada por su insistencia. ¡No podía siquiera comentarle que aquel hombre que estaba en la sala era el mismo con el que me había acostado en el crucero! El mismo bombón maduro que estuvo en mi cabeza por días, el tío de la novia de mi hermano. Dios santo, si alguien llegaba a enterarse de esto sería una total y estúpida cagada. No, Rosalie no podía saberlo, ¡nadie de mi familia podía!

¡Ash! Y él se veía tan tranquilo Já, para Edward seguramente era muy fácil, no tenía vergüenza, la última vez lo había descubierto a la perfección.

El Suave EnloquecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora