7º Llegadas inesperadas y viejas amistades

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—¡Ven aquí Yuta!. —Grito, viendo como el peliblanco huía. —¡AHORA!.

El japonés negó, corriendo aun más rápido para librarse del chino mayor.

Y es que Kun al parecer ahora quería hacer otros cambios al traje en el que había estado trabajando y sinceramente, aun con el plazo de dos días que le dieron para los detalles, este quería seguir y seguir haciendo retoques.

Retoques que terminaban con él, lleno de pinchazos por los jodidos alfileres.

Ya no quiero, ya no es divertido.

          
Corrió a lo largo de la sala de la casa, llegando al patio trasero y escondiéndose cerca del pequeño muro que los dividía de sus vecinos.

¿Si iba y invadía la casa de Junmyeon, este se enojaria?. Era por una buena causa.

Sin embargo no pudo hacer mucho cuando escucho otro grito, esta vez del amor de su vida.

          
—¡Yuta hyung!. —Miro desconfiado hacia la casa, estaba casi seguro que Kun le había pedido a Sicheng que le llamara por que sabia que si era él, obviamente Yuta iba a ir corriendo. Casi. —¿¡Puedes venir un momento?!. —Cerro los ojos con fuerza, no queriendo caer tan rapido.

No vayas, no vayas, no vayas.

—¡Yuta hyung!. —No, no iba a ir. —¡Necesito su ayuda!.

Dejo salir un suspiro, frustrado.

Ya que.

Sin embargo no había entrado muy bien a la casa cuando ya tenía a alguien encima, haciéndole caer de frente al suelo.

—¡Kun ge, lo tengo!.

Pensó que era Sicheng quien estaba encima de él, sin embargo el cuerpo era un poco más pequeño y algo pesado.

Gruño, intentado safarse del agarre y correr, sin embargo no pudo hacer mucho cuando un par de zapatos estuvieron frente a él.

Ya vali.

—Hyung..

Dejo salir un suspiro, alzando la mirada y encontrandose con la del peligris.

—Ya, ya. Entendí. —Señalo, removiendose de nuevo. —Sacamelo de encima, que pesa.

Kun sonrió, haciéndole entornar los ojos, dándose cuenta también, que Sicheng se encontraba tras el peligris con una pequeña sonrisa.

—Yangyang, puedes levantarte.

De un momento a otro, era libre, volteando a ver como había sido el chino pelinaraja quien le había interceptado, el cual le sonrió un poco y luego huyó.

Traidor. Estúpido alemán traidor.
No espero nada de ti y aun así me decepcionas.

—Gracias, Sicheng. —Tomándole del brazo, Kun le hizo caminar hasta la cocina, Sicheng riendo tras ellos.

—Me siento traicionado, Winnie. —Murmuró, el chico rubio alzando una ceja.

—Para que veas, hyung. —Sonrió, palmeandole el brazo y dando la vuelta. —Diferente situación, pero misma sensación.

Y se fue, dejándole confundido por lo último que dijo.

¿Diferente situación, pero misma sensación?. ¡¿Que carajos significaba eso?!

No pudo preguntar, no cuando Kun ya le había tendido el par de prendas que debía probarse.

¡Oh, vamos!.

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