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-Así que...no has visto a Crowley en todo este tiempo, y a ningún otro demonio tampoco-La voz de Gabriel resonó en aquel lugar lleno de luz y ventanales. Azirafel había sido llamado para rendir un detallado informe sobre su trabajo en la tierra. Pero, aunque hizo lo posible por no ponerse nervioso, al parecer no había convencido del todo al arcángel frente e él.

-Si, no...no tengo porque mentirte-Las manos de el principado se encontraban detrás de su espalda, técnicamente no estaba mintiendo, no había sabido nada de aquel demonio desde su desastrosa reunión en la librería.

-¡No!, claro que no, ¿Porqué lo harías?-Gabriel sonrió y el corazón de Azirafel se tranquilizó.

Regresó a su librería después de pasar por un restaurante que sinceramente olía delicioso y pedir algunos pastelillos de chocolate.

Algunos libros nuevos habían llegado a su colección, los había pedido desde hacia bastante tiempo y decidió usar el que tenía libre para prepararse un chocolate caliente y ordenarlos en los estantes correspondientes, no sin revisar que todo en el interior estuviera en orden.

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-No puedo entenderte, son solo estrellas, ¿Que importancia tienen para la humanidad?

-¡Hastur, nunca entiendes nada, no tengo porque explicártelo!

-Crawley, deberíamos estar preparando todo con Luzbel, no haciendo tus estúpidas nebulosas...-El pelirrojo bufó y observó a su compañero alejarse, sabía que para él no tenían ninguna importancia sus maravillosas creaciones, pero Dios le había encomendado aquella importante tarea por una razón y no lo decepcionaría. Ademas, quizá si le mostraba su tarea terminada no se enfadaría con él cuando acompañara a Luzbel a hacerle unas preguntas.

Pero de pronto, todo se volvió oscuro y sus creaciones desaparecieron, las nubes bajó sus pies dejaron de sostenerlo y cayó de forma estrepitosa a un vació que parecía no tener fondo, cuando al fin lo encontró el golpe que recibió lo despertó de aquella pesadilla.

Se levantó rápidamente del suelo y sobó su frente, su corazón latía con fuerza y su boca estaba seca. 

-Malditas pesadillas...-Bajó a la cocina y tomó un poco de agua, algo que nunca hacía pero la ocasión lo ameritaba, mientras el líquido recorría su garganta pudo observar en un rincón la taza de Azirafel, probablemente ya había conseguido otra, así que la mantendría con él. 

Era algo irónico, ese sueño demostraba que su mayor temor fue caer del cielo pero ahora, lo único que quería era no regresar a el, o quizá el cielo al que quería regresar eran los brazos de su ángel.  

Quizá si no hubiera caído, hubiera podido estar presente en la creación de Azirafel, hubiera podido ver su rostro bañado en luz divina y hasta hubiera podido llevarlo a conocer sus amadas estrellas. Pero eso jamás se haría realidad.

Estuvo toda la tarde pensando en él, en si ir a verlo sería una buena idea, no quería recibir aquella mirada de desprecio y temor de nuevo, no de su ángel. 

Cuando al fin se decidió, rogó a Satán, que esta vez, todo saliera bien.

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-No sería tan malo poner una sección de niños, después de todo, deben nutrir sus mentes y...-La puerta de un auto sacó de sus pensamientos en voz alta al rubio, asustado miró a la ventana y se pudo percatar de que Crowley se acercaba, dejó el libro que tenía en las manos en un estante y estuvo caminando de un lado a otro buscando un lugar ideal para esconderse, pero no había tal, así que al escuchar el sonido de la puerta siendo abierta, suspiró y tomando valor, salió a encarar a su visitante.

Recuerda el tiempo... -IneffableHusbands- Donde viven las historias. Descúbrelo ahora