La hierba le rozaba los pies descalzos y los rayos del Sol se colaban entre las hojas de los árboles en el jardín del faraón. Aquel día el maestro Shimon habia suspendido la clase y Atem, queriendo pasar más tiempo con su amigo, mandó a poner una mesa baja en la sombra. Hace un par de días que se veían más a menudo. El mayor no había querido decirle a Yugi cómo es que estaba teniendo más horas libres, cada vez que preguntaba él sólo sonreía y respondía que no había de qué preocuparse. Ahora se hallaban a media tarde con una mesa llena de papeles, un tintero de color negro y un japonés entretenido en escribir en su idioma natal.
—Bueno, todo esto —habló Yugi señalando la hoja llena de ideogramas— es Hiragana, el conjunto de todos los sonidos que usamos para hacer palabras.
—Se ve más rápido que los jeroglíficos, tengo que admitirlo —el moreno tenía la barbilla apoyada en sus manos.
—Hay reglas para escribir, claro, pero además de esto también tenemos algo llamado Kanji, que podrían ser las palabras per se —el menor volvió a tomar tinta para empezar a escribir, en cuanto terminó volteó la hoja hacia Atem—. Significa vida.
生
El faraón comparó la hoja anterior con la actual. Estaba confundido, ningún ideograma se parecía a lo plasmado recientemente. Era extraño, algo gracioso, parecía que les gustaba complicarse la vida.
—¿Por qué no lo intentas? —propuso Yugi extendiendo la pluma hacia él.
Con tacto suave el ojicarmín escribió al lado de la anterior palabra. No era muy difícil, eran líneas rectas, a veces unas curvas.
—¿Ves? No es tan difícil —ambos se quedaron mirando el primer intento de escritura del mayor—. Dime una palabra, te enseñaré cómo es su kanji.
Atem vió a su alrededor, luego al cielo. Allá arriba, Ra empezaba a tornar el firmamento de color naranja.
—Sol —fue lo único que dijo. Nuevamente le extendió el instrumento de escritura. Yugi, rápidamente lo tomó para pararse y sentarse al lado del faraón.
日
Sin decir nada más Atem mojó la pluma en la tinta. Por el momento no parecía que escribir fuese un problema, más bien recordar la forma en que se debía escribir era el dilema.
—¿Qué kanji te gusta más, Yugi? —el mayor se movió para darle más espacio en la mesa a su acompañante.
—Creo que responderte eso es fácil —el japonés sonrió—. No es muy deslumbrante pero tiene bastante significado para mí —en tan solo unos segundos el sinograma ya se hallaba plasmado en el papiro—. Otoño, mi estación favorita.
秋
—¿Por qué? —los ojos carmines se encontraban analizando la hoja, le asombraba que podía ser aún más complicado.
—Solía pasarla en casa de mi abuelo, mis padres llegaban en vacaciones de invierno —la nostalgia invadió la mirada del más joven. Realmente echaba de menos a su viejo—. Además, allá en Japón los árboles se pintan de color rojizo, es algo muy bello.
—Me encantaría ver eso, suena como una obra de arte —en Egipto, Atem no llegó a ver algún árbol que hiciera eso. Los colores no variaban mucho; verde, café, ocre.
—¡Lo es! Me encantaba. Quizá en un mes empiecen a decorarse las calles —recordando el crujir de las hojas bajo sus pies, el aire fresco, sin ser frío en su piel, sonrió—. Hay una canción sobre el otoño, la cantaba camino a la escuela cuando estaba pequeño.
ESTÁS LEYENDO
Life Beyond Times
أدب الهواة¿Qué harías si un día despiertas en el antiguo Egipto? Para Yugi Mutou no había otra opción más que cundir al pánico y buscar una forma desesperada de regresar a Tokyo. Sin embargo, en su búsqueda unos ojos carmines se convierten en un obstáculo par...