Capitulo 49

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ARAGOG

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—¿Qué pasa? —preguntó Ron en voz alta, mirando en la oscuridad y agarrándose con fuerza al hombro de Harry.

—Algo se mueve por ahí —musitó Harry—. Escuchen... Parece de gran tamaño. Venus, ven..

La casi castaña se acercó a Harry, tomándolo del brazo.

Escucharon. A cierta distancia, a su derecha, aquella cosa de gran tamaño se abría camino entre los árboles quebrando las ramas a su paso. Venus trataba de calmarse.

—¡Ah no! —exclamó Ron—, ¡ah no, no, no...!

—Calla —dijo Harry, desesperado—. Te oirá.

—¿Oírme? —dijo Ron en un tono elevado y poco natural—. Yo sí lo he oído. ¡Fang!

La oscuridad parecía presionarles los ojos mientras aguardaban aterrorizados. Oyeron un extraño ruido sordo, y luego, silencio.

—¿Qué creen que está haciendo? —preguntó Harry.

—Seguramente, se está preparando para saltar —contestó Venus, con voz temblorosa.

Aguardaron, temblando, sin atreverse apenas a moverse.

—¿Creen que se ha ido? —susurró Harry.

—No sé...

Entonces vieron a su derecha un resplandor que brilló tanto en la oscuridad que los tres tuvieron que protegerse los ojos con las manos.

Fang soltó un aullido y echó a correr, pero se enredó en unos espinos y volvió a aullar aún más fuerte.

—¡Chicos! —gritó Ron, tan aliviado que la voz apenas le salía— ¡nuestro coche!

—¿Qué? —exclamó Venus.

—¡Vamos! —la casi castaña los siguió a ambos en dirección a la luz.

El coche del padre de Ron estaba abandonado en medio de un círculo de gruesos árboles y bajo un espeso tejido de ramas, con los faros encendidos.

Ron caminó hacia él, boquiabierto, y el coche se le acercó despacio, como si fuera un perro que saludase a su amo. Un perro de color turquesa.

—la caballería vino al rescate - dijo divertida Venus

—¡Ha estado aquí todo el tiempo! —dijo Ron emocionado, contemplando el coche—. Míralo: el bosque lo ha vuelto salvaje... 

Los guardabarros del coche estaban arañados y embadurnados de barro. Daba la impresión de que el coche había conseguido llegar hasta allí él solo. A Fang no parecía hacerle ninguna gracia, y se mantenía pegado a Harry, temblando.

Mientras su respiración se acompasaba, guardó la varita bajo la túnica. Venus la mantuvo fuera por si acaso.

—Hemos perdido el rastro —dijo Harry—. Tendremos que buscarlo de nuevo.

Ron no habló ni se movió. Tenía los ojos clavados en un punto que se hallaba a unos tres metros del suelo, justo detrás de Harry. Estaba pálido de terror.

Venus y Harry no tuvieron tiempo de volverse.

Se oyó un fuerte chasquido, y de repente sintió que algo largo y peludo la agarraba por la cintura y la levantaba en el aire, de cara al suelo. Mientras forcejeaba, aterrorizada, oyó más chasquidos, y vio que las  piernas de Ron se despegaban del suelo, y oyó a Fang aullar y gimotear... y sintió que la arrastraban por entre los negros árboles.

Venus, como pudo, vio que lo que la sujetaba, caminaba sobre seis patas largas y peludas. Tras ella podía escuchar a otros dos animales similares, que traían a Harry y Ron.

Nunca supo cuánto tiempo pasó en las garras del animal, sólo que de repente hubo la suficiente claridad para ver que el suelo, antes cubierto de hojas, estaba infestado de arañas. 

Arañas. No arañas diminutas como aquellas a las que habían seguido por el camino de hojarasca, sino arañas del tamaño de caballos, con ocho ojos y ocho patas negras, peludas y gigantescas. Venus no sabia que pensar, siempre les habia gustado las arañas pero eran gigantes estas y le daba un poco de miedo todo eso

La araña soltó a Venus, haciendo que cayera a cuatro patas, raspándose las manos. A su lado, cayeron Harry, Ron y Fang.

—Venus—habló Harry ayudándola.

—Estoy bien —lo tranquilizó.

De pronto Venus se dio cuenta de que la araña que la había dejado caer estaba hablando. No era fácil darse cuenta de ello, porque chascaba sus pinzas a cada palabra que decía.

—¡Aragog! —llamaba—, ¡Aragog!

Del medio de la gran tela de araña salió, muy despacio, una araña del tamaño de un elefante pequeño. El negro de su cuerpo y sus piernas estaba manchado de gris, y los ocho ojos que tenía en su cabeza horrenda y llena de pinzas eran de un blanco lechoso. Era ciega.

Venus dió un paso atrás.

—¿Qué hay? —dijo, chascando muy deprisa sus pinzas.

—Hombres y una mujer —dijo la araña que había llevado a Harry.

—Hagrid-pregunto 

—Desconocidos —respondió la araña que había llevado a Ron.

—Mátenlos —ordenó Aragog con fastidio—. Estaba durmiendo...

—Somos amigos de Hagrid —gritó Harry. Venus sentía como si el corazón se le hubiera escapado del pecho y estuviera retumbando en su garganta.

Aragog se detuvo.

—Hagrid nunca ha enviado hombres a nuestra hondonada —dijo despacio.

—Hagrid está metido en un grave problema —dijo Venus, respirando muy deprisa—. Por eso hemos venido nosotros.

—¿En un grave problema? —dijo la vieja araña, en un tono que a Venus se le antojó de preocupación—. Pero ¿por qué los ha enviado?

—En el colegio piensan que Hagrid se ha metido en... en... algo con los estudiantes. Se lo han llevado a Azkaban. —dijo Harry.

Aragog chascó sus pinzas enojado, y el resto de las arañas de la hondonada hizo lo mismo. Era atemorizante.

—Pero aquello fue hace años —dijo Aragog con fastidio—. Hace un montón de años. Lo recuerdo bien. Por eso lo echaron del colegio. Creyeron que yo era el monstruo que vivía en lo que ellos llaman la Cámara de los Secretos. Creyeron que Hagrid había abierto la cámara y me había liberado.

—Y tú... ¿tú no saliste de la Cámara de los Secretos? —dijo Harry.

 ¿tú no saliste de la Cámara de los Secretos? —dijo Harry

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Venus y la cámara secreta [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora