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Fiamma sonrió al ver aquel brillante tesoro, duro meses navegando con su tripulación y por fin lo encontró, con esa cantidad de oro comprarían varios lujos y aún así les sobraría bastante para enterrarlo.

—¡Capitán! — gritó uno de sus marinos haciéndola girar. Entonces vio a aquel marino de agua dulce que tanto detestaba.

— Maldita sea. — murmuró sacando su arma, esta vez estaba dispuesta a matarlo y dejarlo ahí tirado para que sirviera de advertencia para aquellos inútiles que osaran retarla.

—Fiamma, dulce dama. — dijo Keigo, conocido por los piratas como Hawks por su mirada afilada y que en vez de un loro llevaba un halcón en su hombro.

— Este es mi botín maldito pirata, no me hagas hacerte un agujero en la frente. — dijo la pelirroja apuntando el arma a su cabeza.

— Levanta tu arma cuando seas la única en pie. — dijo el rubio y entonces ella notó que eran más de sus hombres que de los de ella.

Bajo su pistola y Hawks sonrió de lado.

— Me gusta este tesoro. — tomó una de las monedas de oro y volvió a caminar a la pirata. —no lo gastes todo en un lugar.

Fiamma miró la moneda en su mano y la ira la invadió. Tenía 4 balas en su arma y dos de ellos acertaron a dos de los hombres de Hawks, el pirata sacó su espada y ella hizo lo mismo empezando una pelea.

Cortaduras que casi atraviesan al otro una y otra vez hasta que Fiamma terminó con un pie en el pecho del pirata y su espada apuntando a su cuello.

— ¿Cuáles son tus últimas palabras? — interrogó la imponente mujer.

— No me interesan los botines. A mi solo me interesas tu, tesoro.

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Escenarios de HawksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora