Prólogo.

930 69 22
                                    


A diario pasaba por el mismo lugar, se subía al tren, con aquel fastidioso maletín donde llevaba ese objeto que últimamente solo le daba razones para odiarlo.
Tomaba asiento, al lado de la puerta si le era posible, para cuando llegara a su estación, poder bajarse rápidamente y no compartir un segundo más el vagón.
Siempre había sido así, no le agradaba estar con mucha gente, menos si no los conocía, le daban ganas de cerrar los ojos, cerrarlos y refugiarse en su música, la cual siempre llevaba en aquellos audífonos en sus oídos.

Ese día hizo lo mismo de siempre.
Pero, una llamada interrumpió su casual y aburrido día, esa horrible llamada que no hizo más que arruinarle completamente la vida.

Un vacío inundó su pecho, pero un vacío capaz de hacerle pesar la respiración, un vacío que lo llenó de tristeza e ira, de ganas de correr al lugar.
Y así hizo, no espero un segundo más la puerta, y paso empujando gente, gente que no conocía y odiaba compartir vagón.
Trataba de contener sus lágrimas, sus ganas de gritar, no paraba de preguntarse "¿Porque?, ¿Porque a él?." Luego de decirse que era una pregunta egoísta, que no había sido solo a él, si no a ambos.

Luego de estar en el lugar, no recordaba mucho más, odiaba hacerlo, y decidió eliminarlo para siempre.
Recordaba aquel sentimiento, su corazón palpitando ahogado, casi saliendo de su pecho por la carrera que había tenido para llegar al lugar, y también de lo sorprendido que estaba de ver la escena.
También el dolor que le provocó los rasguños en sus rodillas cuando se dejó caer en la calle, cuando volvía a su casa que sentía era su único refugio en ese momento, la sangre ensuciando el que era su uniforme en ese tiempo.
Recordaba, las últimas palabras que le dio el chico.

"¡Lo haces genial!, algún día te veré en un gran escenario, y con tu talento, todo el mundo te amará. No te olvides de mi cuando llegues a la fama, ¿?."

Luego era el funeral.
Los familiares del pelirrojo, llorando, su madre recibiendo abrazos de todos, y él, parado a un lado, algo alejado, pensando y maldiciendo al conductor que le quitó a su mejor amigo.
Ese día luego del funeral, había vuelto a aquellas tendencias que gracias a él alejó de sus pensamientos, había vuelto a caer en aquel hoyo de la autolesión.
Esa pequeña navaja de afeitar pasaba por su brazo, una, dos, tres veces de forma horizontal, para acabar con una larga, vertical, infinita ante su vista.
Cerró los ojos esperando juntarse con su compañero. Pero al abrirlos, solo vio una habitación blanca, y un suero en su muñeca.

Recordaba como se rompió en aquel hospital, cuando notó que nada sería como antes, y se dio cuenta de que no quería seguir viviendo.
Cansado en esa misma sala, cerro sus ojos hinchados de tanto llorar y aborrecer su vida.

Eso era lo último que recordaba de aquel 31 de agosto y la semana que seguía.
Ese día donde perdió a Sakunosuke Oda, su mejor amigo.



꒰❄꒱




Les juro que el resto de la historia no es tan triste.

534 palabras.

𝗪𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿 𝖼𝗈𝗇𝖼𝖾𝗋𝗍. || 𝘚𝘰𝘶𝘬𝘰𝘬𝘶.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora