𝟗.- 𝘈𝘥𝘪𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯.

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Las vacaciones habían pasado volando para ambos jóvenes.
El verse a diario les había hecho entrar en una burbuja de comodidad y confianza diaria que se rompió cuando pisaron nuevamente la escuela, o tal vez un poco antes, cuando ambos se visualizaron nuevamente con esos uniformes de colores tan monótonos, probablemente todo lo contrario a como se habían demostrado fuera de ese establecimiento.

Dazai se encontraba un poco mejor que antes, las cicatrices habían sellado y casi cerrado por completo.
Claro, físicamente, pues mentalmente en realidad no estaba suficientemente estable, aún no, aunque lo intentara ocultar del pelirrojo quién se había convertido en su soporte diario, sus noches aún estaban llenas de pesadillas, madrugado por rodar en su cama, tarareando para intentar caer dormido, sin éxito alguno, con ojeras que no se negaban, pero las cubría bajo su "extraño horario para dormir".
Chuuya no caía en eso, algo le pasaba, e intentaba averiguarlo, pero el joven era...tan extraño, no podía mirar y leee como un libro abierto, era todo lo contrario, incluyendo candado y cadenas.

Y él aún no conseguía la llave.

El vagón del tren se les hacía extraño, la mayoría iba con uniformes y trajes, se notaba que habían vuelto a la normalidad, y poco a poco junto a eso disminuía la temperatura del ambiente, la estación no demoraría en cambiar, y se harían presentes los pequeños paraguas plegables en los bolsos de los estudiantes y trabajadores.
De pie con un abrigo, ni si quiera tan grueso, iba el castaño con audífonos observando por la ventana el movimiento de los árboles a sus pies, o probablemente solo la silueta pues, el transporte iba demasiado rápido como para diferenciar todo.
Llegando a su destino bajo de los primeros, aún iba cercano a la puerta, no aguantaba estar mucho dentro pues se ahogaba, no encontraba como respirar y sentía que sus pulmones no se llenaban ardiendo de ese modo. Salió de la estación y como si su música se hubiese coordinado, se había detenido, y solo escuchaba las hojas de los árboles moverse y chocando entre sí, dejando pasar el viento entre si mismas provocando un sonido dulce y tranquilizante, él cual necesitaba antes de entrar nuevamente. O eso penso, pues no le hizo olvidar lo que quería, todo lo contrario, al verse de pie frente al edificio el mismo ruido dulce y tranquilizante le obligo a recordar ese brazo rodeando su hombro y obligandolo a entrar, mientras el joven de lentes le explicaba las razones de por qué no debía faltar a clases, y el más alto le decía que no fuera tan molesto, que tarde o temprano entendería a su propio ritmo.

Dio un paso atrás dispuesto a irse, cuando vio tras él al pelirrojo confundido.

—¿Donde vas?.—Habló con total calma acomodándose su bolso sobre su hombro.— No puedes irte, es el primer día...— Apenado intento convencerle con su mirada, y al parecer lo había logrado, pues al vendado no le quedo otra que sonreír con calidez, y reemplazando al Odasaku en su mente, rodeando con su brazo los hombros del pelirrojo y caminando contra la voluntad de su cuerpo al interior de esa cárcel.

—Te veo animado.— Habló el más bajo entre risas, no esperaba que así fuera su primer día, si no que todo lo contrario, le sorprendió menos con la idea de irse.

—Claro que sí, ya me estaba aburriendo de no hacer nada más, excepto salir contigo obvio.— "Mentira" se repetía en su mente, odiaba volver, cada paso que daba era forzado, lo único que su cuerpo hacía era congelarse y el se obligaba a caminar, eran incómodo, y el nudo en su garganta no ayudaba.

Llegaron al salón para ordenarse, y Chuuya de inmediato pudo hablar con gente que lo esperaba afuera del lugar, aparentemente cursos distintos e incluso mayores, se veía bastante popular y...alegre.
Y al verle así Dazai no escondió su sonrisa, torpe y obvia, que no demoró en desaparecer cuando vio a un chico de lentes pasar por detrás del pelirrojo sin intenciones de hablarle, pero haciendo presencia bastante cerca del salón.
Nervioso sin saber razones, desvío la mirada de él, dirigiendola totalmente a su escritorio, donde no había nada, y se sentía estupido, no solo por mirar esa mesa vacía, si no porque Ango se veía tranquilo, se notaba que no tenía nada que le atormentara en las noches, probablemente sus notas se mantenían perfectas y competirle esta vez no le ayudaría en nada, pues él ya no se comparaba a su amigo...o conocido, también se sentía estupido por eso, ¿que ocurrió?, luego del funeral de su amigo, no se habían vuelto a hablar ni dirigir la mirada, probablemente sentía vergüenza de él, de no superar las cosas, y probablemente no lo querría nunca más en su vida, por eso era.

—¿Osamu?.— La dulce voz del pelirrojo lo saco de sus pensamientos, claro, porque ya no era molesta, tanto tiempo juntos le hizo cambiar su mentalidad de muchas maneras. Ahora todo era dulce en él. Esa manera en la que pronunciaba su nombre, que por cierto se había acostumbrado a llamarle así, y él era el único con derecho a utilizar su nombre.—¿Estas bien?.—

—Claro, solo ordenaba mis cosas.— Sonrió intentando igualar su dulzura, quería que pensara que era contagiosa, aunque probablemente el mismo Nakahara se consideraría todo lo contrario.

El pelirrojo devolvió la sonrisa y de inmediato entro el maestro, tomando todos asiento y prestando atención como si en realidad fuera importante lo que decía en el primer día.
El castaño observaba por la ventana como siempre, pero no analizando a la gente de afuera, si no que por primera vez en mucho tiempo a él mismo, ¿que ocurría con él?, las miradas de su compañero le provocaban un nudo en la garganta, probablemente un extraño sentimiento en el estómago, él cual se encargaba de subir como un cosquilleo hasta enredarse.
Oírle hablar y ver sus sonrisas solo lo hacían ver que en realidad no estaba tan perdido a su lado, probablemente él era lo que tanto buscaba en su vida.

Cada rasgo del pelirrojo, a quién consideraba su amigo, a los cuales, probablemente se estaba haciendo adicto.

꒰❄꒱

Revivi 👍🏻

𝗪𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿 𝖼𝗈𝗇𝖼𝖾𝗋𝗍. || 𝘚𝘰𝘶𝘬𝘰𝘬𝘶.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora