𝟐.- 𝘕𝘢𝘬𝘢𝘩𝘢𝘳𝘢 𝘊𝘩𝘶𝘶𝘺𝘢.

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No era extraño verlo hasta tarde en la escuela.
Se quedaba siempre a cualquier actividad extraprogramatica, especialmente de deportes, ya que aparte de que tenia un especial gusto para ellos, tenia casi talento innato.

Era transferido de otra escuela, aunque a pesar de eso no le había costado mucho adaptarse, de algún modo apenas había llegado constaba de una increíble aceptación.
Aunque claro, varias veces le dijieron que tenia aura casi de delincuente, y que se sorprendieron un poco al respecto cuando notaron que era bastante serio si se trataba de estudios.
No era de juntarse con un grupo en específico, pero con quién más pasaba el rato solía ser Akutagawa, de su misma clase, a veces se les unía Tachihara, pero variaba bastante en su compañía.

Su infancia, no había mucho que destacar, y tampoco que el quisiera recordar. Sus padres no eran los mejores, de ese modo de veía obligado a tener buenos puntajes en la escuela, ya que si no era así, un castigo podría recaerle, y de verdad odiaba eso.
También por ellos aprendió a quedarse hasta tarde en la escuela, mientras menos tiempo en su hogar mejor, y eso se le hizo costumbre.

Era problemático, pero eso se podía compensar con su rendimiento escolar, más de una vez había ido a algún campeonato, ya sea de deportes o de lógica, y más de una vez había ganado o llegado a semifinales, la escuela aceptaba sus méritos claramente.
Era egocéntrico y competitivo, no había porque negar nada de ese ámbito.

Podría decirse que le tenia un repudio bastante grande a su familia, aunque de todos modos la aceptaba, eran sus progenitores, no podía de un día a otro abandonarlos y decir que los odiaba, era negar sus raíces, y sus valores daban para más que eso, jamás sería capaz de hacerles tal cosa aunque ellos lo hubieran destruido psicólogicamente como lo hacían a diario.
Sentia de todos modos, que aguantar todas esas penurias lo haría más fuerte, tal vez podría estar equivocado, pero mientras el pensara que era correcto, seguiría allí.

Nunca sintió un gran apego a nada en realidad, podía amar mucho el deporte, podia esforzarse mucho en cualquier estudio o cosa que hiciera, era apasionado sin duda, pero no había nada que de verdad quisiera atesorar dentro de él.
De algún modo estaba vacío, por más que sintiera que su vida estaba correcta y que otra gente la pasaba peor, se llenaba con mentiras que el mismo se hacía pensar.
A veces pasaba noche en vela, pensando, ¿qué sería el en un futuro?, se esforzaba mucho con todo, "talentos" tal vez no le faltaban, pero no había pensado nunca nada, y tampoco tenia algo que quisiera hacer toda su vida.
Por ahora, solo estaba bien existiendo, aunque no lograra nada, al menos estaba vivo.

Así mismo desde bastante joven llenaba el vacío que sentía con alcohol que robaba a su padre, era cosa de pararse frente a su estantería y abrirla, allí había un gran festín de embriaguez, el cual se aprovechaba esas noches de dudas existenciales. Por ahora lo que más le había agradado a su paladar, era aquel líquido de tinte rojizo, usualmente marcas caras, en las cuales su padre no dudaba en gastar dinero.

Aquel día estaba sentado en el tren, otro dia más donde no tenia ganas de caminar a la escuela y prefirió tomar ese transporte.
Miraba el suelo mientras su cabeza se recargaba en su mano, la cual estaba apoyada a su lado, en uno de aquellos fierros que parecían sostener los asientos del vagón.
Suspiró cansado, de no saber que hacer ni siquiera con él mismo.
Decidió levantar la mirada unos segundos, solamente para despegarla del suelo, el cual sentía que ya se estaba aprendiendo de memoria.

Y apenas levantó sus zafiros, choco con una mirada fría, vacía, no podía notar un brillo interior en esta, esos ojos cafés que parecían muertos.
No podía despegarse la vista, así como el contrario tampoco parecía poder, aunque no era incómodo, era casi como si ambos se estuvieran inspeccionando.
Y no era una suposición.
Las vendas rodeaban el cuerpo del castaño, se podia saber ya que se asomaban por las mangas y cuello de su camisa, la que más destacaba también obviamente, sobre su ojo.

Aquel joven frente a él, se veia igual de perdido. O no, tal vez lo estaba más, mucho más, la profundidad y monotonía de su mirada, sus rasgos, todo decía que estaba cansado a no poder más.
Se le hacia conocido de todos modos, aunque estaba tan callado y distinto que no pudo reconocerlo en un inicio.

Habían pasado tal vez casi sesenta segundos mirándose, hasta que el tren frenó y el más alto se levantó sin dirigirle ni siquiera una palabra.
Salió del lugar, y el joven pelirrojo salió tras él, dispuesto a averiguar si era quién creía, y que lo perturbaba de tal forma, que no era capaz de reconocerse.

Le siguió al salir del vagón, e iba a dirigirle la palabra, pero el vendado se detuvo una vez que no hubo tanta gente alrededor, dándose vuelta y dedicándole su apagada mirada al pelirrojo.
Miro su estuche, y noto inmediatamente frente a quién estaba.
Era el mismo joven que sabía usaba la sala destinada a los ensayos en las tardes, más de una vez lo había escuchado, y la verdad amaba quedarse más tiempo esos jueves, porque a pesar de no saber nada de música, sabía que los sentimientos de ese chico yacían plasmados en su instrumento.

—¿Porque me sigues?.—

Se quedó estupefacto, sin saber como responderle.
Y tal vez también porque nunca había oído su voz, que podía confirmar, era igual de vacía que sus ojos, y sus últimas notas dadas en ese violín.

꒰❄꒱

962 palabras.

𝗪𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿 𝖼𝗈𝗇𝖼𝖾𝗋𝗍. || 𝘚𝘰𝘶𝘬𝘰𝘬𝘶.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora