Parte sin título 2

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-Hay más personas en el agua. –grita un vigía.

Unos minutos después los dos Pevensie restantes pisan el navío.

-Estoy contigo, ¿vale? –me dice mi hermano, le respondo con un asentimiento de cabeza y él se acerca corriendo hasta su novia. Ambos se funden en un tierno y apasionado beso y después de unas palabras mi amiga se acerca a sus hermanos y todos comienzan a abrazarse y decirse todo lo que se han extrañado los unos a los otros. Mis ojos no se despegan del rubio que conquistó mi corazón. De un momento a otro los suyos se conectan con los míos y nos quedamos mirándonos desde lejos.

-¡Noah! –me llama Susan corriendo hacia mí y envolviéndome entre sus brazos.

-Susan. –tras separarnos vuelvo mi mirada a Peter. Nos acercamos lentamente el uno al otro, me tiemblan las piernas y mi mente está en trance. No sé qué decir ni qué hacer, él parece notarlo y toma la iniciativa.

-Hola. –me dice.

-Hola. –le respondo.

Pero qué tonta soy, ¿qué me esperaba? ¿que corriera hacia mis brazos? ¿Qué me dijera lo mucho que me ha echado de menos? Han pasado tres largos años, seguro que ya tiene a alguien, una novia o algo por el estilo. Lo más probable es que yo haya sido la única idiota que ha pensado en el otro durante todo este tiempo.

-¿Hola? ¿Hola? –pregunta Edmund. –¿Después de todos estos años sólo se os ocurre decir "hola"? –vuelvo de nuevo mi vista a Peter. ¿Pero qué narices? De perdidos al río. Me abalanzo sobre él y lo abrazo con todas mis fuerzas, demostrándole todo lo que lo he extrañado y lo he necesitado. Él me responde con la misma intensidad y tras un rato nos separamos.

-¿Noah, porqué no acompañas a Susan y Lucy a por algo que ponerse? –me pregunta mi hermano. Dios, cómo se lo agradezco por sacarme de este momento incómodo en el que no sé qué decir.

-Claro. –me vuelvo hacia Lu y le tomo la mano. –Vamos. –cierro la puerta del camarote en el que hemos entrado las chicas y yo y me dejo caer sobre esta. –Me quiero morir. –murmuro tapando mi cara con mis manos.

-No hace falta, -dice Susan. –ya te mato yo. ¿Hola? ¿Es enserio?

-No sabía qué decir, además, él lo dijo primero. –protesto.

-Tenéis que hablar urgentemente, esto no puede volver a repetirse. –dice Lucy.

-Ese es el problema, no puedo hablar cuando lo veo.

Tras una necesaria charla con mis amigas nos ponemos al día y Susan me asegura que Peter no tiene a otra y que ha pasado todo este tiempo pensando en mí. Eso me pone un poco más feliz pero sigo sin poder hablar con él como una persona civilizada.

Salimos a cubierta y nos encontramos con los demás.

-¿Ya estáis listas? –pregunta Caspian mirando a Susan, ella asiente. –Venid, quiero enseñaros algo. –nos conduce a una habitación con una gran mesa de madera y un par de enormes sillones a un lado. Al fondo se puede ver una gran estantería de cristal con nuestras armas y pertenencias. –Esto es vuestro. –Caspian nos las tiende y nosotros nos las colocamos. No recordaba lo bien que me sentía con mis abanicos bajo mis mangas o con mi espada colgada en mi cintura. Como las mangas de la camisa me van algo grandes me coloco los abanicos en el cinturón, justo a mi espalda. Un marinero llamado Drinian entra en la habitación y coloca unos mapas sobre la mesa. Nos acercamos a contemplarlos y escuchamos atentamente a Caspian. –Desde que os marchasteis, los gigantes del norte se rindieron y derrotamos al ejército de Calormen en el gran desierto. –explica.

Las crónicas de Narnia IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora