Parte sin título 4

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Llevamos dos días navegando desde la última vez que pisamos tierra y estoy un poco harta del mar. Mi relación con Peter va viento en popa, nunca mejor dicho, y mi hermano y las chicas ya me han interrogado sobre ello. Susan y Jake están felices y contentos de estar el uno junto al otro. Eustace se pasa el tiempo entre unos barriles escribiendo algo en una libreta y apartado de los demás. Me acerco a él tratando de entablar una conversación con él.

-¿Qué escribes? –le pregunto sentándome frente a él, apoyando mi espalda en el borde de la barandilla y dejando una pierna colgando por este.

-Cosas privadas. –dice cerrando la pequeña libreta de golpe. -¿No te da miedo caer por la borda? –me pregunta. Yo sólo le sonrío y le hago una seña para que se acerque.

-Ven, acércate.

-Gracias, pero le tengo aprecio a mi vida.

-No seas tonto, no te va a pasar nada. –le aseguro. Él, no muy confiado, se acerca. Se sienta con las piernas colgando y agarrado al suelo. –Mira ahí. –señalo un punto no muy lejos.

-¿Son... -pregunta.

-Sirenas. –le confirmo.

-Pero nos harán naufragar. –dice alarmado.

-No, estas no. Son distintas a las de las historias de nuestro mundo. Ellas son seres pacíficos y no se suelen dejar ver muy a menudo, dicen que el que ve una es afortunado. –una pequeña sonrisa se forma en sus labios, haciéndole así olvidar el miedo a caer.

-Son hermosas. –afirma.

-Es cierto, lo son.

-No entiendo qué hace una chica como tú con el idiota de mi primo. –suelta. En lugar de tomármelo a mal me río, el niño frunce el ceño sin entender.

-Eustace, ¿cuánto hacía que no veías a tu primo? –le pregunto.

-Unos cuatro años. –murmura él.

-Peter es un buen chico, es valiente, listo, guapo, audaz...

-Vale, vale, lo pillo. –me interrumpe.

-A lo que voy es a que me quiere, y yo a él, lo demás no importa. Eso es lo que hace el amor, que olvides los defectos de la otra persona y sólo veas las cosas buenas. –el rubio me escucha atentamente y asiente con la cabeza.

-Pues si algún día te deja es porque se ha vuelto aún más idiota. –no puedo evitar reír con él.

-Lo tendré en cuenta. –le respondo. La verdad es que tras esa fachada de niño malcriado y quejica se encuentra un niño asustadizo pero amable que sólo reclama un poco de atención. -¿Sabes usar una espada? –le pregunto, a lo que él niega. -¿Quieres aprender?, creo que te vendría bien si vas a estar en Narnia.

-¿Me enseñarías? –pregunta sorprendido.

-Pues claro que sí.

Como acordamos, enseño a Eustace a manejar la espada, comenzamos con unas espadas de madera para no matar a nadie de momento. No se le da tan bien como a sus primos pero se nota que lo intenta. Cuando creo que está listo lo reto a luchar con las espadas de madera. Comenzamos poco a poco, de una forma en la que él va cogiendo el ritmo, y cuando lo tiene subo la intensidad moviéndome por el barco. Por toda la cubierta me persigue con algunas embestidas que fácilmente logro esquivar.

-¿Eso es todo lo que sabes hacer? –le pregunto al niño.

Este mueve su arma obligándome a agacharme y después a saltar, decido comenzar a atacar ya que hasta ahora he estado esquivando únicamente. Logra frenar unas cuantas embestidas pero finalmente consigo desarmarlo y gano el combate.

Las crónicas de Narnia IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora