Capítulo 9

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Camilla celebraba su cumpleaños un sábado. Izan estuvo evitándome durante toda la semana, cada vez que me dirigía la mirada lo hacía de forma sería y realmente me dolía y ponía muy triste no poder hablar con él. Estoy seguro de que esa fue la peor semana de todos los años que estuve en el colegio. Al principio pensé que aunque no pudiese estar con Izan, al menos estaría con Camilla, pero no fue así. Aunque Camilla no quería dejarme solo, tenía que irse con otros compañeros a planear la excursión de fin de curso. Me propuso ir con ella, pero sabía que me acabaría agobiando, así que opté por irme a la biblioteca durante los recreos.

En poco tiempo me acostumbré a la tranquilidad de la biblioteca, no se estaba tan mal solo, como yo pensaba. Me pasaba los recreos leyendo libros o haciendo la tarea. Además en mi colegio no había mucha gente que fuera a la biblioteca.

Desgraciadamente, esa tranquilidad no duró mucho tiempo. Aprovechando que Izan ya no pasaba tiempo conmigo, Sebastián vio un camino abierto de posibilidades para hacerme la vida imposible. De los cinco días lectivos de la semana Sebastián me robó mi bocadillo cuatro de ellos, uno de los días se quedó sin comida porque no llevé nada. Otro día estaba saliendo de la biblioteca unos minutos antes de que el sonido del timbre recorriera todos los pasillos, que en seguida estarían llenos de alumnos revoltosos corriendo. Justo al salir de la biblioteca un pie se interpuso en mi camino, haciendo que mi cara se estampase contra el suelo, no me hace falta decirte de quién era ese maldito pie, giré mi rostro hacia arriba y allí estaba él riendo a carcajadas. En mis pensamientos yo me levantaba y le propinaba un buen puñetazo, pero en la realidad recogí mis libros y salí corriendo del pasillo, alejándome de los insultos de Sebastián: mudito, cobarde, bicho raro... Todo eso es lo que tenía que soportar cada día, no me atrevía a decirle nada a nadie, porque me aterraba pensar que si contaba lo que me estaba haciendo el chico me destrozaría la cara con sus puños, como me amenazó aquel día en el baño.

El día antes del cumpleaños de Camilla me sentía mejor, porque pensaba solucionar mis problemas con Izan al día siguiente. Ese fue el mismo día que no lleve bocadillo, por lo que Sebastián estaba bastante enfadado conmigo. Cuando terminó la clase de educación física, me tocó a mí recoger los materiales utilizados. Estaba en el almacén colocando todas las pelotas de voley que habíamos usado una mitad de la clase, la otra mitad había optado por jugar al baloncesto. Me encontraba de espadas a la puerta agachado al lado de la red en la que estaba guardando las pelotas. Entonces la sombra de una silueta apareció en mi campo de visión en la pared de enfrente. Me giré para ver de quién era esa sombra, desearía no haberme girado.

- Oh mudito se te ha olvidado recoger esta pelota - otra vez él, no se cansaba.

Sin darme tiempo para protegerme con mis manos, una pelota de voley se estrelló contra mi cara. En seguida noté como cada músculo de mi rostro ardía y unos calambres y hormigueos recorrían cada uno de ellos. Del golpe mis ojos estaban llorosos he hinchados, noté como un líquido descendía por mi nariz, me limpié y quedé sorprendido al averiguar que ese líquido era sangre.

- Tienes que mejorar tus reflejos mudito - se burlaba de mi el monstruo - al menos no era de baloncesto, no soy tan malo.

- ¡Déjame en paz! - me atreví a gritarle.

- Vaya vaya - dijo mientras daba unos pasos hacia mi, yo intenté retroceder desde el suelo pero la pared de atrás me lo impedía-. Sabes gritar pero no sabes hablar ¿Cómo es eso posible? - su rostro destacaba por esa horrible sonrisa malvada con la que se creía superior.

- Te ha dicho que le dejes en paz, a lo mejor el problema es que tú eres sordo - la voz de mi ex mejor amigo sonó a espaldas de Sebastián, ambos dirigimos nuestras miradas hacia él, Sebastián molesto por su interrupción y yo pensando que Izan era mi ángel de la guarda.

- ¿Qué más te da? Se supone que ya no sois amigos ¿No? - reporchó el peli negro.

- Lo que pase entre Ellai y yo no es de tu incumbencia - no sé en qué momento aprendió Izan a hablar tan bien, yo estaba centrado en su voz y su postura, sujetando una pelota de baloncesto, que transmitía seguridad.

- ¿Y si no le dejó en paz qué? ¿vas a llamar a un profesor cómo siempre?

- Pues sí no lo haces será esta pelota la qué se estrellará contra tu cara - giró la pelota sobre su dedo índice, Izan era realmente bueno en baloncesto para la edad que tenía -. Aunque me da pena por la pelota.

- Anda cállate, tu no eres capaz de lanzarle nada a nadie.

- ¿Quieres que te lo enseñe? - hizo un amago con la pelota, haciéndole creer a Sebastián que se dirigía a su rostro, este dio un bote del susto haciendo que Izan se riera a carcajadas - lárgate ya inútil - sentenció el rubio colocando la pelota con el brazo sugentándola en su lado derecho de la cadera.

- Tss - Sebastián se giró a mirarme con una expresión de asco y salió del almacén después lanzarle una mirada intimidante a Izan quién imitó la mirada en forma de burla.

- Gracias Izan - le agradecí aún tapándome la nariz que seguía sangrando, le sonreí pero él volvió a lanzarme la mirada seria que había ocupado su rostro durante toda la semana, guardó la pelota de baloncesto y se fue.

Realmente no entendía nada, por más que intentara hablar con él siempre me ignoraba, tendría que armarme de valor conseguir hablar con otras personas para conseguir el perdón de mi ex mejor amigo.

•••

Desgraciadamente al volver a casa ese día no mejoró, todo lo contrario. Por la tarde cuando mi madre llegó de no sé donde, me contó que en unos días iríamos a comer con su novio para conocerlo mejor. A mi no me hacía ilusión ninguna, pero ella estaba encantada, así que acepté su invitación, que en relidad era obligatoria, y me fui a mi cuarto para evadirme de todo lo que me rodeaba escuchando música.

Todo lo que me había pasado ese día no era suficiente, todavía quedaba un poco más. Mi madre sabía que estaba un poco molesto por tener que conocer a su novio, así que para compensarlo me ofreció ir al centro comercial a comprar un regalo para Camilla. Yo había hecho un dibujo en el que salíamos Camilla y yo para regalárselo, pero según mi madre había que regalarle algo más. Ella pensaba que a mí me haría ilusión ir centro comercial pero se equivocaba. Odio los centros comerciales porque siempre hay mucha gente y me agobia tener que andar detrás de gente o que se choquen conmigo, desde pequeño me pasaba eso. Pero al final acepté ir con ella solo porque quería regalarle algo más a Camilla que un simple dibujo. El problema que nos encontramos cuando llegamos era que no sabía que era lo que debía comprar. A Camilla le gustaban muchas cosas los juguetes de construcción, los disfraces, etc. Entonces recordé que el día que me quedé en su casa nos lo pasamos cantando canciones de su grupo favorito, así que decidí regalarle el último disco que habían lanzado. Yo lo quise comprar rápidamente e irme a mi casa pero mi madre se empeñó en pasar por miles de tiendas, al final compró más cosas para ella que para el regalo de Camila.

El Diario de EllaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora