Capítulo 5

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Al día siguiente, mi madre se despertó tarde, al parecer decía que no había dormido bien y se le olvidó poner el despertador. Me despertó bruscamente lanzándome la ropa que me tenía que poner. Adormilado me puse la camiseta, al ver que tardaba en salir, mi madre entró rápidamente y me vistió en menos de 2 minutos.
Justo cuando íbamos a salir de casa sonó el teléfono fijo.

- ¡Joder! - exclamó mi madre, yo le miré sorprendido ya que ella nunca decía palabrotas.
Entró de nuevo en la casa y descolgó el teléfono, resultó ser de su trabajo, le reclamaban media hora antes en el trabajo. - De acuerdo, iré en cuanto pueda... No, tengo que llevar a mi hijo... Pero no... Está bien estaré en menos de quince minutos - mi madre salió casi corriendo de casa cerró la puerta con llave y bajamos las escaleras de la entrada.
- ¿Qué pasa mamá?
- Nada hijo, que me necesitan en el trabajo pero no me va a dar tiempo de llegar - estábamos andando muy rápido y veía a mi madre muy agobiada.
- Yo puedo ir solo mamá - dije intentando ayudarla.
- No cariño, no quiero que vayas solo al colegio.
Justo en ese momento estábamos llegando a la calle en la que vivía Camilla y tuve una idea.
- Mamá en esa casa vive Camilla, puedo ir con ella y con sus padres - mi madre me miró pensando en si era una buena idea.
- Está bien, pero espero que no hayan salido aún.

Cuando estábamos a unos metros de la casa de Camilla vimos a un hombre, su padre, salir con ella. Yo me giré y le dije a mi madre que se fuera ya para llegar al trabajo, ella quería explicarle al padre de Camilla la situación, pero yo le convencí diciéndole que yo se lo explicaría todo.

- Gracias cariño, eres el mejor - me plantó un beso en la frente - nos vemos luego, te quiero.
- Y yo a ti.

Mi madre giró en una calle perpendicular, yo salí corriendo para alcanzar a Camilla y a su padre. Les expliqué la situación y el padre de Camilla, que descubrí que se llamaba Albert, me dijo que podía ir con ellos sin problema. Miré a Camilla y recordé nuestra pequeña discusión de ayer, la miré preocupado pensando que aún seguía enfadada, así que le pregunté si había leído la nota, ella asintió sonriendo.

- No voy a dejar de ser tu amiga Ellai - dijo sonriéndome, yo me quedé mucho más tranquilo.

• • •

Cuando estábamos en el recreo Izan se había ido a jugar un rato al fútbol, nos dijo a Camilla y a mi que si queríamos ir a jugar con él, pero ambos nos negamos. Aprovechando que Izan se había ido decidí hablar del tema del día anterior.

- Oye Camilla, - ella me miró esperando a que continuara hablando - entiendo que te guste Izan.
- Menos mal, no sabía por qué te habías enfadado.
- Yo tampoco - mentí - pero es verdad que ha vuelto muy cambiado y ahora a todas las chicas os gusta.
- Sí - asintió ella observando embobada como jugaba Izan aunque no era la única.

•••

Por la tarde mi madre me ofreció ir a comprar helados y pasar por el parque para compensar por no haber podido llevarme al colegio. Yo le expliqué varias veces que me lo había pasado bien con Camilla. Pero ella me explicó que le gustaba llevarme al colegio porque así pasaba más tiempo conmigo, ya que su trabajo le ocupaba bastante parte de su tiempo. Al final acepté ir a por helados, a pesar de que no me gustaba mucho salir al parque.

Después de comprar los helados en la mejor heladería de la cuidad fuimos dando un paseo al parque. Estábamos cruzando el pequeño camino de losas rojas que decoraba el parque. A mitad de camino nos encontramos con una situación extraña, pero gracias a esta situación entendí varias cosas sobre mí mismo y sobre la sociedad a pesar de tener sólo 9 años.

En uno de los bancos de parque estaban sentados dos chicos jóvenes cogidos de la mano y abrazados, de repente otro chico de la misma edad aproximadamente que los otros dos jóvenes les estaba gritando y diciendo palabras feas.

- ¡Maricones! ¡Soltarse las manos engendros! Fuera del parque, le dais mal ejemplo a los niños - dijo señalando con el dedo justo donde mi madre y yo estábamos pasando.

Mi madre se paró en seco y se giró hacia el chico que estaba gritando esas palabras que yo no entendía.

- Perdona, tengo que varias cosas que decirte. Primero, no se si te han enseñado que señalar a las personas es de mala educación. Segundo, el único mal ejemplo que está recibiendo mi hijo es el tuyo, al ver como insultas y discriminas a estos dos chicos sin motivo alguno, porque estoy segura de que no han hecho nada para molestarte.
- El simple hecho de que estén cogidos de la mano me repugna.
- Pues si te repugna sigue el caminito rojo y te vas por dónde has entrado, porque te aseguro que a todos los demás nos repugna tu actitud homófoba - el chico observó con mirada de asco, giró sobre sus talones y se fue de mala gana.
- Muchas gracias - dijeron los dos chicos del banco con voz temblorosa.
- No tenéis nada que agradecer - respondió mi madre - a chavales como ese hay que dejarle las cosas claras, a saber la educación que le han dado, bueno seguid con vuestro amor - dijo mi madre sonriendo y los dos chicos correspondieron la sonrisa.

Nosotros dos seguimos el camino rojo hasta llegar a un banco. Yo estaba callado y un poco asustado por la situación que acabada de pasar y al no entender la mitad de las cosas me sentía peor. Al parecer mi madre se percató de mi estado de shock y me rodeó con su brazo izquierdo acercándome a ella para darme un abrazo y un beso en la frente. Me preguntó que si estaba asustado y yo asentí, ella siguió abrazándome con fuerza.

- Tranquilo, el chico que gritaba simplemente era un maleducado.
- Es que no entiendo algunas cosas que han pasado - dije mientras miraba a los chicos del banco que seguían abrazados, mi madre dejó de comer helado para mirarme intentando averiguar a lo que me refería. - Algunas palabras que ha dicho el chico que gritaba, por ejemplo: Maric-.
- No la digas - me interrumpió ella haciéndome dar un brinco ya que no me lo esperaba. - A ver mírame Ellai - giré mi cuerpo para mirarla - esa palabra que has escuchado es un insulto, lo utilizan personas que creen que dos chicos no pueden quererse - yo miré extrañado, ella reflexionó buscando una forma en la que pudiera entenderlo. - Las personas que utilizan ese insulto creen que solo puede existir amor entre un hombre y una mujer y que no puede haber más formas de amar.
- ¿Y eso es verdad?
- Claro que no cariño, esos dos chicos del banco - dijo señalando con la mirada disimuladamente - se gustan. ¿Recuerdas la pregunta que me hiciste ayer? - asentí. - Pues a esos chicos les gusta pasar tiempo el uno con el otro, se quieren y no importa que sean dos chicos, al igual que no importaría que dos chicas se quisieran. Lo importante es el amor que se tiene por la otra persona. Los que opinen que está mal que cada uno ame a quien quiera, están en contra del amor. No sé si lo he explicado de forma que lo entiendas.
- Creo que lo entiendo - dije procesando todo lo que me había explicado - lo importante es el amor sin importar si es una chica o un chico ¿no?
- Exacto - mi madre expresó felicidad al ver que lo había entendido.
- ¿Y por qué en los cuentos las princesas sólo están con los príncipes? - pregunté curioso.
- Porque la gente no se atreve a normalizar el amor - suspiró mi madre.
- Cuando sea mayor voy a escribir un cuento en el que haya dos príncipes que se quieran.
- Estoy muy orgullosa de ti cielo - volvió a rodearme con el brazo - ya sabes que puedes hablarme de tus sentimientos sin preocupaciones, yo nunca te juzgaré - me volvió a dar un beso en la frente y yo volví a centrarme en mi helado más feliz que antes.

Desde ese día supe que mi madre sería un gran apoyo, ella me hizo ver que era normal lo que sentía y las dudas que tenía en mi cabeza desaparecieron. Con 9 años descubrí que me podían gustar las chicas y también los chicos, de hecho, la segunda opción fue la que más me gustó.

El Diario de EllaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora