Capítulo 15

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Aunque me costó acostumbrarme a estar sin Izan y Camilla, los primeros meses del curso no fueron tan malos. Todas las tardes íbamos a casa de alguno de ellos para no perder el contacto y, además, aprovechaba para pasar más tiempo fuera de mi casa.

En el instituto conseguí pasar desapercibido, en las clases me sentaba en uno de los laterales y me centraba en atender a los profesores. Cuando tocaba el timbre del recreo esperaba a que los pasillos estuvieran llenos para mezclarme entre la gente para que así Sebastián no me encontrase. Me comía el bocadillo rápidamente cerca de la puerta en la que vigilaba el profesor de guardia y, en cuanto terminaba, me iba a la biblioteca a leer o hacer la tarea. Algunos días me encontraba algunos compañeros de mi clase, varias veces intentaron mantener una conversación conmigo pero, aunque lo intentaba la voz no me salía y me daba miedo quedar mal delante de ellos, así que me limitaba a asentir y hacer gestos.

Todo empeoró a principios de noviembre, mis compañeros al ver que no hablaba con ninguno de ellos me empezaron a mirar diferente y algunos comenzaron a llamarme "el raro", al principio disimulaban y lo susurraban, pero, poco a poco, dejaron de disimular y me llamaban de esa forma directamente cuando querían llamar mi atención y eso no era todo. Al parecer, Sebastián había hablado con algunos amigos para que me vigilarán y saber dónde me iba durante el recreo, en poco tiempo descubrió que mi escondite era en la biblioteca. Hasta que un día aprovechó que la bibliotecaria no estaba y me esperó en el pasillo.

Yo llegué a la puerta de la biblioteca sin prestar atención a mi alrededor ya que iba con la vista fijada en el suelo, cuando alcé mi rostro para entrar, un chaval apareció delante mía interponiéndose entre la puerta de la biblioteca y yo.

— Vaya vaya, por fin te encuentro – la voz de Sebastián se hizo presente a mi espalda, me giré desganado para verle –, te escondes bien mudito.

Se acercó a mí, yo di un paso atrás para aumentar la distancia que nos separaba, pero el cuerpo del chaval que tenía detrás chocó con el mío, esto me hizo tensar todos los músculos del cuerpo.

— Me he enterado de que te han puesto un nuevo mote, "el raro", no me gusta, el mío es más original, les diré a todos que te llamen mudito porque ya estarás acostumbrado – por horrible que parezca tenía razón.

Sebastián dió otro paso más para reducir la distancia entre nosotros, yo tragué saliva asutado, al no saber cuáles eran sus intenciones.

— Que pena que ya no esté tu amigo Izan para protegerte ¿verdad? Ahora, – dió otro paso – nadie te protege.

Una sonrisa malévola se formó en su rostro, agarró el cuello de mi camiseta con su mano derecha y tiró hacia él. Su mirada era amenazadora y su puño izquierdo se tensó, entonces averigüé que su intención era pegarme un puñetazo. Antes de que eso ocurriera me armé de valor y rodé el brazo con el que me agarraba la camiseta con mi mano, le clavé las uñas de mis dedos mientras le daba una patada en la espinilla, el chico de atrás intentó agarrarme, yo eché mi cabeza hacia atrás hasta que chocó con su rostro. Aprovechado que estaban doloridos, salí corriendo del pasillo, ellos comenzaron a seguirme rápidamente. Tuve que desviar mi camino y meterme por otro pasillo, subí las escaleras lo más rápido que puede, mi respiración aceleró rápidamente ya que no estaba acostumbrado a correr tanto. Había despistado mis perseguidores, pero estaba seguro de que me seguirían buscando. La voz de Sebastián que provenía del pasillo contiguo confirmó mi teoría, así que seguí corriendo hasta que encontré una puerta abierta y no dudé en entrar.

Cerré la puerta rápidamente, apoyé mi espalda en ella y me dejé caer hasta quedar sentado. Apenas podía respirar y un insoportable dolor en el costado se hizo presente, instintivamente llevé mi mano hacia el lugar del que provenía el dolor.

El Diario de EllaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora