Capitulo 7 " Maldiciones Inperdonables"

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Hoy era jueves lo que queria decir que nos tocaba DCAO, a muchos Slitheryn les enojaba la actitud del profesor con Draco, lo cual se les hizo humillante .
-Maldito tuerto- dijo Draco
-Calmate amor,no quiero que te vuelva a hacer algo- dije parandome enfrente de el y dandole un beso lo cual correspondio
Entramos al salom y el profeson aun no llegaba
-Que aprenderemos hoy- dijo Charly
-Mientras no sea convertir hurones,esta bien -dijo Cig
-Ya callense-dijo Draco de mal humor,pues no le gustaba ese tema

—Ya podéis guardar los libros —gruñó, caminando rui­dosamente hacia la mesa y sentándose tras ella—. No los necesitaréis para nada.
Volvieron a meter los libros en las mochilas. Los Griffindor estaban emocionados.
Moody sacó una lista, sacudió la cabeza para apartarse la larga mata de pelo gris del rostro, desfigurado y lleno de cicatrices, y comenzó a pronunciar los nombres, recorriendo la lista con su ojo normal mientras el ojo mágico giraba para fijarse en cada estudiante conforme respon­día a su nombre.
—Bien —dijo cuando el último de la lista hubo contes­tado «presente»—. He recibido carta del profesor Lupin a propósito de esta clase. Parece que ya sois bastante diestros en enfrentamientos con criaturas tenebrosas. Habéis es­tudiado los boggarts, los gorros rojos, los hinkypunks, los grindylows, los kappas y los hombres lobo, ¿no es eso?
Hubo un murmullo general de asentimiento.
—Pero estáis atrasados, muy atrasados, en lo que se re­fiere a enfrentaros a maldiciones —prosiguió Moody—. Así que he venido para prepararos contra lo que unos magos pueden hacerles a otros. Dispongo de un curso para enseña­ros a tratar con las mal...
—¿Por qué, no se va a quedar más? —dejó escapar Ronald.
El ojo mágico de Moody giró para mirarlo. Ronald se asustó, pero al cabo de un rato Moody sonrió. Era la primera vez que todos lo veía sonreír. El resultado de aquel gesto fue que su rostro pareció aún más desfigurado y lleno de cicatrices que nunca, pero era un alivio saber que en ocasiones podía adoptar una expresión tan amistosa como la sonrisa. Ronald se tranquilizó.
—Supongo que tú eres hijo de Arthur Weasley, ¿no? —dijo Moody—. Hace unos días tu padre me sacó de un buen aprieto... Sí, sólo me quedaré este curso. Es un favor que le hago a Dumbledore: un curso y me vuelvo a mi retiro.
Soltó una risa estridente, y luego dio una palmada con sus nudosas manos.
—Así que... vamos a ello. Maldiciones. Varían mucho en forma y en gravedad. Según el Ministerio de Magia, yo debería enseñaros las contramaldiciones y dejarlo en eso. No tendríais que aprender cómo son las maldiciones prohi­bidas hasta que estéis en sexto. Se supone que hasta enton­ces no seréis lo bastante mayores para tratar el tema. Pero el profesor Dumbledore tiene mejor opinión de vosotros y piensa que podréis resistirlo, y yo creo que, cuanto antes se­páis a qué os enfrentáis, mejor. ¿Cómo podéis defenderos de algo que no habéis visto nunca? Un mago que esté a punto de echaros una maldición prohibida no va a avisaros antes. No es probable que se comporte de forma caballerosa. Tenéis que estar preparados. Tenéis que estar alerta y vigilantes. Y usted, señorita Brown, tiene que guardar eso cuando yo es­toy hablando.
Griffindor se sobresaltó y se puso colorada. Le había estado mostrando a otra chica por debajo del pupitre su horós­copo completo. Daba la impresión de que el ojo mágico de Moody podía ver tanto a través de la madera maciza como por la nuca.
—Así que... ¿alguno de vosotros sabe cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?
Varias manos se levantaron, incluyendo la de Ronald y la de Greanger,pero pocos Slitheryn la levantaron. Moody señaló a Ronald, aunque su ojo mágico se­guía fijo en Lavender.
—Eh... —dijo Ron, titubeando— mi padre me ha habla­do de una. Se llama maldición imperius, o algo parecido.
—Así es —aprobó Moody—. Tu padre la conoce bien. En otro tiempo la maldición imperius le dio al Ministerio mu­chos problemas.
Moody se levantó con cierta dificultad sobre sus dispa­rejos pies, abrió el cajón de la mesa y sacó de él un tarro de cristal. Dentro correteaban tres arañas grandes y negras.
Moody metió la mano en el tarro, cogió una de las ara­ñas y se la puso sobre la palma para que todos la pudieran ver. Luego apuntó hacia ella la varita mágica y murmuró entre dientes:
—¡Imperio!
La araña se descolgó de la mano de Moody por un fino y sedoso hilo, y empezó a balancearse de atrás adelante como si estuviera en un trapecio; luego estiró las patas hasta po­nerlas rectas y rígidas, y, de un salto, se soltó del hilo y cayó sobre la mesa, donde empezó a girar en círculos. Moody vol­vió a apuntarle con la varita, y la araña se levantó sobre dos de las patas traseras y se puso a bailar lo que sin lugar a du­da era claqué.
Todos se reían. Todos menos Moody y yo.
—Os parece divertido, ¿verdad? —gruñó—. ¿Os gusta­ría que os lo hicieran a vosotros?
La risa dio fin casi al instante.
—Esto supone el control total —dijo Moody en voz baja, mientras la araña se hacía una bola y empezaba a rodar—. Yo podría hacerla saltar por la ventana, ahogarse, colarse por la garganta de cualquiera de vosotros...
Ron se estremeció.
—Hace años, muchos magos y brujas fueron controla­dos por medio de la maldición imperius —explicó Moody—. Le dio bastante que hacer al Ministerio, que tenía que averiguar quién actua­ba por voluntad propia y quién, obligado por la maldi­ción.
»Podemos combatir la maldición imperius, y yo os ense­ñaré cómo, pero se necesita mucha fuerza de carácter, y no todo el mundo la tiene. Lo mejor, si se puede, es evitar caer víctima de ella. ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y todos se sobresaltaron.
Moody cogió la araña trapecista y la volvió a meter en el tarro.
—¿Alguien conoce alguna más? ¿Otra maldición prohi­bida?
Greanger y yo levantamos la mano y también, con cier­ta sorpresa , lo hizo Neville Lombootong. La única clase en la que alguna vez Neville levantaba la mano era Herbología, su favorita. El mismo parecía sorprendido de su atrevimiento.
—¿Sí? —dijo Moody, girando su ojo mágico para dirigir­lo a Neville.
—Hay una... la maldición cruciatus —dijo éste con voz muy leve pero clara.
Moody miró a Neville fijamente, aquella vez con los dos ojos. Y todos los chicos y yo nos removimos en nuestra mesa,Cig bajo la mirada pues sus padres habian torturado a los de Neville con esa maldición hasta dejarlos en la locura.
—¿Tú te llamas Longbottom? —preguntó, bajando rá­pidamente el ojo mágico para consultar la lista.
Neville asintió nerviosamente con la cabeza, pero Moody no hizo más preguntas. Se volvió a la clase en gene­ral y alcanzó el tarro para coger la siguiente araña y poner­la sobre la mesa, donde permaneció quieta, aparentemente demasiado asustada para moverse.
—La maldición cruciatus precisa una araña un poco más grande para que podáis apreciarla bien —explicó Moody, que apuntó con la varita mágica a la araña y dijo—: ¡Engorgio!
La araña creció hasta hacerse más grande que una ta­rántula.
Moody levantó otra vez la varita, señaló de nuevo a la araña y murmuró:
—¡Crucio!
De repente, la araña encogió las patas sobre el cuerpo. Rodó y se retorció cuanto pudo, balanceándose de un lado a otro. No profirió ningún sonido, pero era evidente que, de haber podido hacerlo, habría gritado. Moody no apartó la varita, y la araña comenzó a estremecerse y a sacudirse más violentamente.
—¡Pare! —dijo Greanger con voz estridente.
Todos la mirarón. Ella no se fijaba en la araña sino en Ne­ville, y yo siguiendo la dirección de los ojos de su amiga, vio que las manos de Neville se aferraban al pupitre. Tenía los nudillos blancos y los ojos desorbitados de horror.
Moody levantó la varita. La araña relajó las patas pero siguió retorciéndose.
—Reducio —murmuró Moody, y la araña se encogió hasta recuperar su tamaño habitual. Volvió a meterla en el tarro—. Dolor —dijo con voz suave—. No se necesitan cu­chillos ni carbones encendidos para torturar a alguien si uno sabe llevar a cabo la maldición cruciatus... También esta maldición fue muy popular en otro tiempo. Bueno, ¿al­guien conoce alguna otra?
Harry miró a su alrededor. A juzgar por la expresión de sus compañeros, parecía que todos se preguntaban qué le iba a suceder a la última araña. La mano de Hermione tem­bló un poco cuando se alzó por tercera vez,pero el profeaor la ignoro y me vio a mi.
—¿Sí Señorita Potter? —dijo Moody, mirándome.
—Avada Kedavra —susurre.
Algunos,le dirigieron tensas miradas.
—¡Ah! —exclamó Moody, y la boca torcida se contorsio­nó en otra ligera sonrisa—. Sí, la última y la peor. Avada Kedavra: la maldición asesina.
Metió la mano en el tarro de cristal, y, como si supiera lo que le esperaba, la tercera araña echó a correr despavori­da por el fondo del tarro, tratando de escapar a los dedos de Moody, pero él la atrapó y la puso sobre la mesa. La araña correteó por la superficie.
Moody levantó la varita, y, previendo lo que iba a ocu­rrir, Harry sintió un repentino estremecimiento pues el habia sufrido esa maldición.
—¡Avada Kedavra! —gritó Moody.
Hubo un cegador destello de luz verde y un ruido como de torrente, como si algo vasto e invisible planeara por el aire. Al instante la araña se desplomó patas arriba, sin ninguna heri­da, pero indudablemente muerta en la mesa,no me habia dado cuenta que estaba agarrando a Draco de la pierna hasta que el puso du mano sobre la mia,lo cual me.calmo. Algunas de las alumnas profirieron gritos ahogados. Ronald se había echado para atrás y casi se cae del asiento .
Moody barrió con una mano la araña muerta y la dejó caer al suelo.
—No es agradable —dijo con calma—. Ni placentero. Y no hay contramaldición. No hay manera de interceptaría. Sólo se sabe de una persona que haya sobrevivido a esta maldi­ción, y está sentada delante de mí.
Harry sintió su cara enrojecer cuando los ojos de Moody (ambos ojos) se clavaron en los suyos. Se dio cuenta de que también lo observaban todos los demás.
—Avada Kedavra es una maldición que sólo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podríais sacar las vari­tas mágicas todos vosotros y apuntarme con ellas y decir las palabras, y dudo que entre todos consiguierais siquiera ha­cerme sangrar la nariz. Pero eso no importa, porque no os voy a enseñar a llevar a cabo esa maldición.
»Ahora bien, si no existe una contramaldición para Avada Kedavra, ¿por qué os la he mostrado? Pues porque tenéis que saber. Tenéis que conocer lo peor. Ninguno de vosotros querrá hallarse en una situación en que tenga que enfrentarse a ella. ¡ALERTA PERMANENTE! —bramó, y toda la clase volvió a sobresaltarse.
»Veamos... esas tres maldiciones, Avada Kedavra, cruciatus e imperius, son conocidas como las maldiciones im­perdonables. El uso de cualquiera de ellas contra un ser humano está castigado con cadena perpetua en Azkaban. Quiero preveniros, quiero enseñaros a combatirlas. Tenéis que prepararos, tenéis que armaros contra ellas; pero, por encima de todo, debéis practicar la alerta permanente e in­cesante. Sacad las plumas y copiad lo siguiente...
Se pasaron lo que quedaba de clase tomando apuntes sobre cada una de las maldiciones imperdonables. Nadie habló hasta que sonó la campana; pero, cuando Moody dio por terminada la lección y ellos hubieron salido del aula, to­dos empezaron a hablar inconteniblemente. La mayoría co­mentaba cosas sobre las maldiciones en un tono de respeto y temor.
Cuando salimos de la clase fui directamente al despacho del profesor Snape,y le iba a comentar lo sucedido.
Cuando llegue al despacho toque la puerta y se escucho un "Adelante"
-Lilyan, ¿Te encuentras bien?- me vio preocupado,a lo que yo negue con la cabeza- ¿Qué paso?- me pregunto
-El Profesor Moody- dije en susurro
-¿Qué hizo?- pregunto claramente molesto
-Nos enseño las maldiciones inperdonables y las uso en una araña- dije alterada
-No debio enseñarles eso,hablare con el director sobre esto pero antes toma esto- dijo dandome un frasquito- es para que te calmes
-Gracias- dije dandole una sonrisa
-Ahora ve a la cena , cualquier cosa me avisas- dijo y yo asenti saliendo de su despacho y llendo al comedor. Cuando entre unos se me quedaron viendo pero no les hice caso y me sente con mis amigos
-Estas bien amor?- me pregunto Draco
-Si, el Profesor Snape me dio una poción para calmarme- dije dandole una sonrisa
-Ly,tu hermano viene para aca- me informo Sam
-An,¿estas bien?- me pregunto Harry
-Si,no te preocupes- dije dandole una sonrisa
-Saliste corriendo y dices que no me preocupe- dijo molesto
-Te dijo que estaba bien ahora vete- le dijo Charly lo cual agradeci pues no queria hablar de eso.Harry me dio una ultima mirada y se fue

Esta guay
HC

Siempre A Tu Lado { Draco Malfoy }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora