Capitulo 12 "Los 5 Campeones"

133 4 0
                                    


En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall y el Profesor Snape se levantarom y se acercaron a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo.

—Que mierda —dije totalmente con­fusa.
Draco me veia preocupado, pues quien pusiera mi nombre queria que muriera.
En la mesa de los profesores, Dumbledore se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.
—¡Harry Potter! —llamó—. ¡Harry! ¡Levántate y ven aquí, por favor!
-Lilyan, ven por favor- me hablo el Profesor Snape aun palido
—Ve-me dijo Cig,yo negaba con la cabeza pero Sam me empujo y volte a ver a mi hermano
Harry se puso en pie, se pisó el dobladillo de la túnica y se tambaleó un poco. Avanzó por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff. Yo pase por la mesa de Slitheryn y Griffindor. La mesa de los profesores no parecía hallarse más cerca aunque caminara hacia ella, y notaba la mira­da de cientos y cientos de ojos, como si cada uno de ellos fue­ra un reflector. El zumbido se hacía cada vez más fuerte. Después de lo que le pareció una hora, se halló delante de Dumbledore y notó las miradas de todos los profesores.
—Bueno... cruzen la puerta, Harry y Lilyan—dijo Dumbledore, sin sonreír.
Harry y yo pasamos por la mesa de profesores.Harry y yo salimos del Gran Comedor y se en­contró en una sala más pequeña, decorada con retratos de brujos y brujas. Delante de él, en la chimenea, crepitaba un fuego acogedor.
Cuando entró, las caras de los retratados se volvieron hacia él y despues hacia mi .Vio que una bruja con el rostro lleno de arrugas sa­lía precipitadamente de los límites de su marco y se iba al cuadro vecino, que era el retrato de un mago con bigotes de foca. La bruja del rostro arrugado empezó a susurrarle algo al oído.
Viktor Krum, Cedric Diggory y Fleur Delacour estaban junto a la chimenea. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Krum, cabizbajo y siniestro, se apoyaba en la repisa de la chime­nea, ligeramente separado de los otros dos. Cedric, de pie con las manos a la espalda, observaba el fuego. Fleur Dela­cour lo miró cuando entró y volvió a echarse para atrás su largo pelo plateado.
—¿Qué pasa? —preguntó, creyendo que había entrado para transmitirles algún mensaje—. ¿«Quieguen» que vol­vamos al «comedog»?
Harry y yo no sabíamos cómo explicar lo que acababa de suce­der. Se quedó allí quieto, mirando a los tres campeones, sor­prendido de lo altos que parecían.
Oyó detrás un ruido de pasos apresurados. Era Ludo, que entraba en la sala. Cogió del brazo a Harry y lo llevó ha­cia delante.
—¡Extraordinario! —susurró, apretándole el brazo—. ¡Absolutamente extraordinario! Caballeros... señorita —añadió, acercándose al fuego y dirigiéndose a los otros tres—. ¿Puedo presentarles, por increíble que parezca, al cuarto y la quinta campeona del Torneo de los tres magos?
Viktor Krum se enderezóy me vio preocupado pues el me habia oido decir que no queria una misión suicida. Su hosca cara se ensombre­ció al examinar a Harry. Cedric parecía desconcertado: pasó la vista de Bagman a Harry y a mi y de Harry a mi y a Bagman como si estuviera convencido de que había oído mal. Fleur Delacour, sin embargo, se sacudió el pelo y dijo con una sonrisa:
—¡Oh, un chiste muy «divegtido», «señog» Bagman!
-Quisiera que fuera eso- dije de forma fria
—¿Un chiste? —repitió Bagman, desconcertado—. ¡No, no, en absoluto! ¡El nombre de Harry y Lilyan acaban de salir del cáliz de fuego!
Krum contrajo levemente sus espesas cejas negras. Ce­dric seguía teniendo el mismo aspecto de cortés desconcier­to. Fleur frunció el entrecejo.
—«Pego» es evidente que ha habido un «egog» —le dijo a Bagman con desdén—. Ellos no pueden «competig». Son dema­siados jovenes.
-Coincido con la Francesita-dije desesperada
—Bueno... esto ha sido muy extraño —reconoció Bag­man, frotándose la barbilla impecablemente afeitada y mi­rando sonriente a Harry y a mi—. Pero, como sabéis, la restricción es una novedad de este año, impuesta sólo como medida ex­tra de seguridad. Y como su nombre ha salido del cáliz de fuego... Quiero decir que no creo que ahora haya ninguna posibilidad de hacer algo para impedirlo. Son las reglas, Harry y Lilyan, y no tienes más remedio que concursar. Tendrás que hacerlo lo mejor que puedas...
Detrás de ellos, la puerta volvió a abrirse para dar paso a un grupo numeroso de gente: el profesor Dumbledore, se­guido de cerca por el señor Crouch, el profesor Karkarov, Madame Maxime, la profesora McGonagall y el profesor Snape. Antes de que la profesora McGonagall cerrara la puerta, Se oyó el rumor de los cientos de estudiantes que estaban al otro lado del muro.
—¡Madame Maxime! —dijo Fleur de inmediato, cami­nando con decisión hacia la directora de su academia—. ¡Di­cen que estos niños también va a «competig»!
-Y tu muy adulta como si yo quisiera morir- dije de mala gana,y el Profesor Snape me dio una mirada de que me callara lo cual hice caso.
Madame Maxime se había erguido completamente has­ta alcanzar toda su considerable altura. La parte superior de la cabeza rozó en la araña llena de velas, y el pecho gi­gantesco, cubierto de satén negro, pareció inflarse.
—¿Qué significa todo esto, «Dumbledog»? —preguntó imperiosamente.
—Es lo mismo que quisiera saber yo, Dumbledore —dijo el profesor Karkarov. Mostraba una tensa sonrisa, y sus azu­les ojos parecían pedazos de hielo—. ¿Tres campeones de Hogwarts? No recuerdo que nadie me explicara que el cole­gio anfitrión tuviera derecho a tres campeones. ¿O es que no he leído las normas con el suficiente cuidado?
Soltó una risa breve y desagradable.
—C'est impossible! —exclamó Madame Maxime, apo­yando su enorme mano llena de soberbias cuentas de ópalo sobre el hombro de Fleur—. «Hogwag» no puede «teneg» tres campeones. Es absolutamente injusto.
—Creíamos que tu raya de edad rechazaría a los aspi­rantes más jóvenes, Dumbledore —añadió Karkarov, sin perder su sonrisa, aunque tenía los ojos más fríos que nun­ca—. De no ser así, habríamos traído una más amplia selec­ción de candidatos de nuestros colegios.
—No es culpa de nadie más que de Potter, Karkarov y siempre metiendo a Lilyan en problemas —intervino Snape con voz melosa. La malicia daba un brillo especial a sus negros ojos—. No hay que culpar a Dumble­dore del empeño de Potter en quebrantar las normas. Desde que llegó aquí no ha hecho otra cosa que traspasar límites...,pero meter a Lilyan en esto,es totalmente desagradable
—Gracias, Severus —dijo con firmeza Dumbledore, y Snape se calló, aunque sus ojos siguieron lanzando deste­llos malévolos entre la cortina de grasiento pelo negro.
El profesor Dumbledore miró a Harry, y a mi y ambos le devolvimos la mirada, intentando descifrar la expresión de los ojos tras las gafas de media luna.
—¿Echaste tu nombre en el cáliz de fuego, Harry? —le preguntó Dumbledore con tono calmado.
—No —contestó Harry, muy consciente de que todos lo observaban con gran atención. Semioculto en la sombra, Snape profirió una suave exclamación de incredulidad.
-Y tu Lilyan?- me pregunto viendome
-Estoy loca,lo acepto pero no para meterme en una misión suicida- dije molesta y todos se me quedaron viendo.
—¿Le pediste a algún alumno mayor que echara tu nombre en el cáliz de fuego? —inquirió el director, sin hacer caso a Snape.
—No —respondió Harry con vehemencia.
-Y tu Lilyan?- me volvio a preguntar
-Que no me escucho,no quiero estar en esto y si quieren dejarme ir,por que yo no voy a participar- dije molesta y perdiendo mi paciencia
—¡Ah, «pog» supuesto estan mintiendo! —gritó Madame Maxime.
Snape agitaba la cabeza de un lado a otro, con un rictus en los labios.
-Mal....-iba a decir pero el Profesor Snape me tapo la boca
—Ellos no pudieron cruzar la raya de edad —dijo severamente la profesora McGonagall—. Supongo que todos estamos de acuerdo en ese punto...
—«Dumbledog» pudo «habeg» cometido algún «egog» —replicó Madame Maxime, encogiéndose de hombros.
—Por supuesto, eso es posible —admitió Dumbledore por cortesía.
—¡Sabes perfectamente que no has cometido error al­guno, Dumbledore! —repuso airada la profesora McGona­gall—. ¡Por Dios, qué absurdo! ¡Harry y Lilyan no pudierón traspasar por sí mismos la raya! Y, puesto que el profesor Dumbledore está seguro de que Harry y Lilyan no convenció a ningún alumno mayor para que lo hiciera por éllos, mi parecer es que eso debe­ría bastarnos a los demás.
Y le dirigió al profesor Snape una mirada encolerizada.
—Señor Crouch... señor Bagman —dijo Karkarov, de nuevo con voz afectada—, ustedes son nuestros jueces im­parciales. Supongo que estarán de acuerdo en que esto es completamente irregular.
Bagman se pasó un pañuelo por la cara, redonda e in­fantil, y miró al señor Crouch, que estaba fuera del círculo iluminado por el fuego de la chimenea y tenía el rostro medio oculto en la sombra. Su aspecto era vagamente misterio­so, y la semioscuridad lo hacia parecer mucho más viejo, dándole una apariencia casi de calavera. Pero, al hablar, su voz fue tan cortante como siempre:
—Hay que seguir las reglas, y las reglas establecen cla­ramente que aquellas personas cuyos nombres salgan del cáliz de fuego estarán obligadas a competir en el Torneo.
—Bien, Barty conoce el reglamento de cabo a rabo —dijo Bagman, sonriendo y volviéndose hacia Karkarov y Madame Maxime, como si el asunto estuviera cerrado.
—Insisto en que se vuelva a proponer a consideración el nombre del resto de mis alumnos —dijo Karkarov. La sonri­sa y el tono afectado habían desaparecido. De hecho, la ex­presión de su rostro no era nada agradable—. Vuelve a sacar el cáliz de fuego, y continuaremos añadiendo nombres hasta que cada colegio cuente con tres campeones. No pido más que lo justo, Dumbledore.
—Pero, Karkarov, no es así como funciona el cáliz de fuego —objetó Bagman—. El cáliz acaba de apagarse y no volverá a arder hasta el comienzo del próximo Torneo.
—¡En el que, desde luego, Durmstrang no participará! —estalló Karkarov—. ¡Después de todos nuestros encuen­tros, negociaciones y compromisos, no esperaba que ocu­rriera algo de esta naturaleza! ¡Estoy tentado de irme ahora mismo!
—Ésa es una falsa amenaza, Karkarov —gruñó una voz, junto a la puerta—. Ahora no puedes retirar a tu cam­peón. Está obligado a competir. Como dijo Dumbledore, ha firmado un contrato mágico vinculante. Te conviene, ¿eh?
Moody acababa de entrar en la sala. Se acercó al fuego cojeando, y, a cada paso que daba, retumbaba la pata de palo.
—¿Que si me conviene? —repitió Karkarov—. Me temo que no te comprendo, Moody.
—¿No me entiendes? —dijo Moody en voz baja—. Pues es muy sencillo, Karkarov. Tan sencillo como que alguien eche el nombre de los Potter en ese cáliz sabiendo que si sale se verá forzado a participar.
—¡Evidentemente, alguien tenía mucho empeño en que «Hogwag tuviega» el doble de «opogiunidades»! —declaró Madame Maxime.
—Estoy completamente de acuerdo, Madame Máxime —asintió Karkarov, haciendo ante ella una leve reveren­cia—. Voy a presentar mi queja ante el Ministerio de Magia y la Confederación Internacional de Magos...
—Si alguien tiene motivos para quejarse son los Potter —gruñó Moody—, y, sin embargo, es curioso... No le oigo de­cir ni medio... Y bueno Lilyan esta histerica
-Pusieron mi nombre para que muera,a pero olvido que usted esta loco y que para usted es normal-dije estallando y todos los presentes se me quedaron viendo
-Lilyan....-me dijo el Profesor Snape y yo me volvi a callar
—¿Y «pog» qué «tendgía» que «quejagse»? —estalló Fleur Delacour, dando una patada en el suelo—. Va a «podeg pagti­cipag», ¿no? ¡Todos hemos soñado «dugante» semanas y se­manas con «seg» elegidos! Mil galeones en metálico... ¡es una «opogtunidad pog» la que muchos «moguiguían»!
-Ohhh,ya callate,nadie pidio tu opinion,si tu quieres morir hazlo- dije cansada y la francesa me vio asombrada
—Tal vez alguien espera que los Potter mueran por ella —replicó Moody, con un levísimo matiz de exasperación en la voz.
A estas palabras les siguió un silencio extremadamente tenso.
Ludo Bagman, que parecía muy nervioso, se alzaba sobre las puntas de los pies y volvía apoyarse sobre las plantas.
—Pero hombre, Moody... ¡vaya cosas dices! —protestó.
—Como todo el mundo sabe, el profesor Moody da la mañana por perdida si no ha descubierto antes de la comida media docena de intentos de asesinato —dijo en voz alta Karkarov—. Por lo que parece, ahora les está enseñando a sus alumnos a hacer lo mismo. Una rara cualidad en un pro­fesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Dumbledore, pero no dudo que tenías tus motivos para contratarlo.
—Conque imagino cosas, ¿eh? —gruñó Moody—. Con­que veo cosas, ¿eh? Fue una bruja o un mago competente el que echó el nombre del muchacho en el cáliz.
—¡Ah!, ¿qué prueba hay de eso? —preguntó Madame Maxime, alzando sus enormes manos.
—¡Que consiguió engañar a un objeto mágico extraor­dinario! —replicó Moody—. Para hacerle olvidar al cáliz de fuego que sólo compiten tres colegios tuvo que usarse un encantamiento confundidor excepcionalmente fuerte... Por­que creo estar en lo cierto al suponer que propuso el nombre de los Potter como representante de un cuarto colegio, para ase­gurarse de que era el único en su grupo...
—Parece que has pensado mucho en ello, Moody —apun­tó Karkarov con frialdad—, y la verdad es que te ha quedado una teoría muy ingeniosa... aunque he oído que recientemen­te se te metió en la cabeza que uno de tus regalos de cumplea­ños contenía un huevo de basilisco astutamente disimulado, y lo hiciste trizas antes de darte cuenta de que era un reloj de mesa. Así que nos disculparás si no te tomamos demasiado en serio...
—Hay gente que puede aprovecharse de las situaciones más inocentes —contestó Moody con voz amenazante—. Mi trabajo consiste en pensar cómo obran los magos tenebro­sos, Karkarov, como deberías recordar.
—¡Alastor! —dijo Dumbledore en tono de advertencia.
—No sabemos cómo se ha originado esta situación —continuó Dumbledore dirigiéndose a todos los reunidos en la sala—. Pero me parece que no nos queda más remedio que aceptar las cosas tal como están. Tanto Cedric como Harry y Lilyan han sido seleccionados para competir en el Torneo. Y eso es lo que tendrán que hacer.
—Ah, «pego, Dumbledog»...
—Mi querida Madame Maxime, si se le ha ocurrido a usted una alternativa, estaré encantado de escucharla.
Dumbledore aguardó, pero Madame Maxime no dijo nada; se limitó a mirarlo duramente. Y no era la única: Sna­pe parecía furioso, Karkarov estaba lívido. Bagman, en cambio, parecía bastante entusiasmado.
—Bueno, ¿nos ponemos a ello, entonces? —dijo frotán­dose las manos y sonriendo a todo el mundo—. Tenemos que darles las instrucciones a nuestros campeones, ¿no? Barty, ¿quieres hacer el honor?
El señor Crouch pareció salir de un profundo ensueño.
—Sí —respondió—, las instrucciones. Sí... la primera prueba...
Fue hacia la zona iluminada por el fuego.
—La primera prueba está pensada para medir vuestro coraje —les explicó a Harry a mi , Cedric, Fleur y Krum—, así que no os vamos a decir en qué consiste. El coraje para afrontar lo desconocido es una cualidad muy importante en un mago, muy importante...
»La primera prueba se llevará a cabo el veinticuatro de noviembre, ante los demás estudiantes y el tribunal.
»A los campeones no les está permitido solicitar ni acep­tar ayuda de ningún tipo por parte de sus profesores para llevar a cabo las pruebas del Torneo. Harán frente al prime­ro de los retos armados sólo con su varita. Cuando la pri­mera prueba haya dado fin, recibirán información sobre la segunda. Debido a que el Torneo exige una gran dedicación a los campeones, éstos quedarán exentos de los exámenes de fin de año.
El señor Crouch se volvió hacia Dumbledore.
—Eso es todo, ¿no, Albus?
—Creo que sí —respondió Dumbledore, que observaba al señor Crouch con algo de preocupación—. ¿Estás seguro de que no quieres pasar la noche en Hogwarts, Barty?
—No, Dumbledore, tengo que volver al Ministerio—con­testó el señor Crouch—. Es un momento muy dificil, tenemos mucho trabajo. He dejado a cargo al joven Weatherby... Es muy entusiasta; a decir verdad, quizá sea demasiado entu­siasta...
—Al menos tomarás algo de beber antes de irte... —in­sistió Dumbledore.
—Vamos, Barty. ¡Yo me voy a quedar! —dijo Bagman muy animado—. Ahora es en Hogwarts donde ocurren las co­sas, ya lo sabes. ¡Es mucho más emocionante que la oficina!
—Creo que no, Ludo —contestó Crouch, con algo de su sempiterna impaciencia.
—Profesor Karkarov, Madame Maxime, ¿una bebida antes de que nos retiremos a descansar? —ofreció Dumble­dore.
Pero Madame Maxime ya le había pasado a Fleur un brazo por los hombros y la sacaba rápidamente de la sala para salir al Gran Comedor. Karkarov le hizo a Krum una seña, y ellos tam­bién salieron, aunque en silencio.
—Harry, Cedric,Lilyan os recomiendo que subáis a los dormi­torios —les dijo Dumbledore, sonriéndoles—. Estoy seguro de que las casas de Hufflepuff, Slitheryn y Gryffindor os aguardan para celebrarlo con ustedes, y no estaría bien privarlas de esta excelente excusa para armar jaleo.
Harry miró a Cedric y a mi, que asintió con la cabeza, y salimos juntos.
El Gran Comedor se hallaba desierto. Las velas, casi consumidas ya, conferían a las dentadas sonrisas de las ca­labazas un aspecto misterioso y titilante.
—O sea —comentó Cedric con una sutil sonrisa— ¡que volvemos a jugar el uno contra el otro!
—Eso parece —repuso Harry. No se le ocurría nada que decir. En su cabeza reinaba una confusión total, como si le hubieran robado el cerebro.
—Bueno, cuéntame —le dijo Cedric cuando entraban en el vestíbulo, pálidamente iluminado por las antorchas—. ¿Cómo hiciste para dejar tu nombre?
—No lo hice —le contestó Harry levantando la mirada hacia él—. Yo no lo puse. He dicho la verdad.
-Y tu Lilyan?- me pregunto Cedric
-Creo que estas sordo,y no escuchaste lo que dije - dije molesta
—Ah... vale —respondió Cedric. Era evidente que no le creía—. Bueno... hasta mañana, pues.
-Adios miope- le dije a Harry bajando para las mazmorras.

Cuando llegue a la sala comun todos me empezaron a felicitar pero mis amigos estaban en el sillon sentados y me acerque,cuando Draco me vio y se paro
-Y bien?- me pregunto preocupado
-Voy a tener que participar-dije rompiendo en llanto.



Esta largo
Nos salio brava Lilyan
HC

Siempre A Tu Lado { Draco Malfoy }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora