La Niña Imantada

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"Ya hace algunos siglos que he empezado a sospechar
Que he caído, sin quererlo, en tu gravedad
Es como si andara siempre en espiral
Cuando encuentro una salida, tú apareces, niña imantada"

—¡Anne, por favor!

—¡No, Gèrard! ¡Me niego!

—Digo yo que algún día tendrás que salir. Mira, un ser humano puede aguantar unos cuarenta días sin comida y aproximadamente cinco sin beber agua, y que yo sepa, no tienes ninguna de las dos cosas dentro de ese probador.

—Pues me muero, un gusto haberte conocido.

¿Sabéis que es cerrar un círculo? ¿Sí? Pues Anne Lukin también lo sabía. Cerrar un círculo era que la primera palabra que cruzó con Gèrard Rodríguez estando sobrios fuera en un probador, y que casi un mes más tarde se encontraran en la misma situación. Pero esta vez no iba a cagarla como lo hizo en la anterior, esta vez no salía de ahí ni aunque se estuviera quemando la tienda, suficiente tuvo con aquella vez y aunque la confianza no fuera la misma, los sentimientos tampoco, cosa que lo hacía infinitamente peor.

—Dramática que eres… ¿Qué tengo que hacer para que salgas?

—Nada, no puedes hacer absolutamente nada. Además, este vestuario es bastante espacioso y parece muy cómodo.

Claro que lo parecía, como para no parecerlo. Nada que ver con los cubículos claustrofóbicos que te encontrabas en cualquier centro comercial, en los que tenías que dar gracias si había un asiento para poder dejar en bolso. Pero claro, en esas tiendas podías encontrar miles de cosas por menos de diez euros, y aquí…

Aquí por menos de cien euros no te daban ni la bolsa.

Realmente no sabía en qué momento Gèrard la había embaucado para salir en busca del vestido ideal para esa noche. Con una de sus sonrisas y un beso en la mejilla de buena mañana ya la tenía en menos de quince minutos perfectamente preparada para irse, no le gustaba decirlo pero si, si se trataba de él un poco débil pues si que era.

Se esperaba ir a un Stradivarius, un H&M, un Pull&Bear… un Zara si te vienes un poco arriba con el presupuesto. Pero no, lo que no se esperaba era que el puto Gèrard la llevara al puto Passeig de Gràcia y que estuvieran en un puto Prada.

Prada. Sólo había oído ese nombre hablando de desfiles de moda súper importantes o leyendo en revistas del corazón de dónde eran los vestidos de las famosas para los Oscars. Vamos, que ni siquiera se había metido en la página web porque hasta mirarla le daba respeto. Pero ahora estaba dentro de una, con un vestido rosa palo que le quedaba horrible, realmente no sabía si era todo real o simplemente estaba viviendo en cenicienta por un día.

—¿Ni siquiera ofrecerte una siesta juntos en mi cama esta tarde?

—¿En tu cama? Nunca me has enseñado tu habitación—suena a trampa, no te dejes.

—Pues hoy mismo te hago un tour a fondo si quieres—En verdad los dos esperaban otro tipo de “tour a fondo” de la habitación, pero eso se quedaría solo en sus pensamientos.

—No te rías de mí, porfa—lo dicho, eres débil.

—No me voy a reír de ti, seguro que estás preciosa—Gèrard se auto dio una palmadita en la espalda por sus dotes de convicción impecables, sabía que a Anne nada le hacía más feliz que una buena siesta.

Anne corrió completamente la cortina. Se reía por no llorar, era feo, muy feo, y encima le arrastraba de los pies y le resaltaba aquel blanco más nuclear de lo común que tenía de no haber tomado el sol ni un mísero día.

Como Si Fueras A Morir Mañana | GeranneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora