tres

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Harry

Esa madrugada escuché gritos. Gritos, gritos y más gritos. La mayoría venían de Aaron, aunque reconocí algunos de Jenny. Duraron un largo rato. 

No logré dormir en toda la noche, y a mi cuerpo ni siquiera la cama le parecía cómoda.

Había estado unas buenas horas paseándome por el departamento, entrando a todas las habitaciones y pateando las cajas de la mudanza que aún no había botado, mientras me mordía los cueritos de los dedos, martirizándome con la pelea de mis vecinos. 

Me sentía terriblemente culpable. Porque no hice nada, porque no la defendí, porque no lo enfrenté, cuando podría haberlo hecho. Porque ni siquiera se me ocurrió llamar a la policía, y porque tampoco lo estaba haciendo ahora, y sólo me daba vueltas por los cuartos de mi casa como un cobarde. 

Le había fallado a todo que mi madre me enseñó alguna vez. 

Tuve el coraje de tomar mi teléfono y marcar el 911 varias veces, pero cortaba antes de que pudieran atender. La realidad es que no sabía qué pasaba dentro de esas cuatro paredes. No sabía si esas heridas las había ocasionado Aaron (aunque era muy probable que sí), y tampoco sabía si la policía acudiría por sólo unas sospechas. 

Me sentía inútil y derrotado. 

Pero por sobre todas mis emociones, tenía miedo. No por mí, sino por Jenny. Y tuve más miedo cuando, simplemente, todo cesó. No más gritos, no más portazos, no más nada. 

La mató, fue lo primero que pensé. 

Eso me dio más razones para no pegar ni pestaña. 

A la mañana, cuando salí a colgar mis toallas, ella no estaba ahí. No había rastro de esa gran chaqueta ni de su cigarrillo. Tampoco me encontré con Aaron al salir del edificio, y en la noche, cuando añoré más que nunca escuchar su femenina voz opacada por el grueso de las paredes, no la oí. 

Un sentimiento de terror se instaló en mi pecho, y no me abandonó en todo el día siguiente, ni siquiera en el trabajo. 

Habíamos estado mezclando pistas para matar el tiempo, pero ni con eso fui capaz de distraerme.

Niall me notó distante y quiso saber qué me pasaba, pero no supe qué responder. Dije que había dormido mal, que en gran parte, era verdad. Cómo iba a ser capaz de conciliar el sueño si cada vez que cerraba los ojos visualizaba el cadáver de mi vecina en el suelo, destrozado a golpes. 

—Vamos a tomar algo en la tarde— ofreció, luego de ver que había tenido la misma cara de culo toda la mañana. 

Lo pensé un poco.

En el fondo quería regresar al departamento rápido, sólo para verificar si Jenny daba señales de vida, pero mis esperanzas se agotaban minuto a minuto. También había pasado por mi cabeza ir a golpear su puerta, pero me temía que Aaron estuviera ahí, y que las posibles consecuencias de mi inesperada visita recayeran en ella. 

—Bueno— terminé contestándole a mi mejor amigo.  

Era viernes, ¿qué más daba?

Niall dio un pequeño brinco de emoción y revolvió mi cabello, cosa que me hizo reír. 

A las seis, cuando ya teníamos cerrado el estudio, decidimos irnos a un bar por ahí cerca: el Lyaness. 

Una chica alta y rubia, con un corto vestido negro que en la parte frontal llevaba el logo del local, nos recibió en la entrada. Luego de preguntar algunas cosas nos guió a una de las mesas, informándonos antes de irse que ya vendría un mesero. 

Jenny ➺ h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora