seis

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Harry

¿Qué se suponía que debía responder a eso? 

Siempre fui sociable, y reaccionar a comentarios de ese tipo jamás se me dificultó, por lo que esta tímida reacción era algo nuevo para mí.

Las chicas solían coquetearme con frecuencia, pero esta vez era diferente: no era un coqueteo. Jenny no pretendía seducirme, sólo me expresaba lo significativo que era para ella el que estuviera allí, sosteniéndola. 

Me quedé quieto, con la palma de mi mano puesta en su rodilla, y tartamudeando el inicio de una respuesta que nunca llegó.

Ella observaba mis facciones con detenimiento, mientras que yo tenía la vista fija en sus ojos, de los que caían lágrimas sin parar. Su cercanía me permitía ver algunas manchas amarillas mezcladas con el verde alrededor de su pupila. Me sorprendió la claridad con la que podía verlo, aunque sus orbes estuvieran nubladas.

Poco a poco Jenny comenzó a acercarse, activando mis nervios. No fui capaz de soltar el aire hasta que enrolló sus brazos con delicadeza en mi cuello y me atrajo hacia ella. Sentí la calidez de su pecho contra el mío y las gotas que descendían por su cara mojando la parte baja de mi nuca.

Correspondí su abrazo, envolviendo su cintura con inseguridad. Sintió mis manos en su espalda y apretó su agarre, como si quisiera transmitirme todas sus emociones a través de la piel.

Estuvimos en esa posición unos minutos más, en completo silencio.

Finalmente separó su cuerpo del mío, y antes de volver a la lejanía, creí oír un "gracias". No contesté, no estaba seguro de si había sido real o un invento de mi imaginación. 

Volvió a su posición en el sillón y secó sus mejillas con el dorso de su mano. Noté que su rostro estaba ruborizado, pero no supe si era por vergüenza o por haber llorado tanto.

Probablemente es lo segundo.

Cuando las lágrimas se detuvieron por completo, se levantó lentamente y tomó el ultrasonido que había dejado a su lado, para luego caminar hacia el bolso que se encontraba en la mitad del pasillo e introducir la fotografía en él. 

La fragilidad de sus movimientos era impresionante. Hacía parecer que la gravedad no afectaba su cuerpo y sólo estaba flotando por la habitación, como si fuera una nube. 

Me paré unos segundos después, con la misma sutileza que ella, y me dirigí a la puerta.

Pronto sentí a Jenny llegar a mí, casi como un fantasma. Antes de cruzar el umbral, estiró su mano y tocó levemente la mía. Giré para verla pero ella no me miraba. Decidí interpretar el gesto como una petición, así que sin dudarlo la tomé, y salimos del 602 con los dedos entrelazados, regresando a mi departamento con el único sonido de nuestras respiraciones. 

Una vez dentro, fuimos a la cocina y nos dispusimos a comer los macarrones que ya se habían entibiado. Ninguno pronunció palabra, pero no había necesidad de hacerlo. 

Ella se mantuvo con la vista en el plato, y yo traté de hacer lo mismo, pero no podía alejar mi mente del cosquilleo que sentía en la mano que, hasta hace unos minutos, ella sostenía. 

No era la primera vez que la tomaba, pero sí era la primera vez que sentía algo como esto. 

Después de aquellas confesiones, de contarme su historia, se había formado un vínculo. Algo extraño nos conectaba: lo había sentido en su piel y visto en sus ojos. No sabía qué era, pero por alguna razón sentíamos comodidad el uno con el otro... más de la que ya existía. 

Jenny ➺ h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora