doce

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Harry

—¿Esa es...?— comenzó a preguntar Jenny con humor.

—Sí— interrumpí, y antes de que pudiera pronunciar otra palabra, agregué— No digas nada, por favor. Ya es demasiado vergonzoso— la escuché reír detrás de mí, para luego murmurar un "está bien". 

Entonces, emprendimos nuestra marcha hacia mi madre. Cuando quedaban unos dos metros de separación, dejó caer todo lo que traía y se encargó de acortarlos, corriendo y envolviendo mi cuello con efusividad. 

—¡Mi bebé!— chilló llena de felicidad, repartiendo pequeños besos por mi rostro.

—Mamá...— me quejé, no sólo porque era un hombre de 26 años y seguía llamándome de esa manera, sino también por su peso, que, sumado al de los bolsos, era demasiado para mi espalda. Finalmente se alejó, sonriéndome ampliamente.

—No sabes cuánto te extrañé— alzó su mano y la deslizó por mi mandíbula sin afeitar. Sus irises, igual de cristalinos que los míos, brillaban con luz propia, como si estuvieran convenciéndose de que realmente estaba allí. 

—Yo también te extrañé mucho— acaricié su cabello lentamente, luego pasé mi brazo por detrás de sus hombros y la atraje a mí. Su figura se hizo pequeña ante la mía. Respiré profundo, inhalando su característico perfume dulzón. 

De repente, mi mente hizo un viaje al pasado. Volví a ser el Harry de siete años, que se despertaba en la madrugada debido a las recurrentes pesadillas, producidas por el reciente divorcio con mi padre. Iba a su habitación y pellizcaba sus pecosos brazos hasta que reaccionaba. Se acurrucaba conmigo y yo dormía enterrado en su pecho, aferrado a ese camisón rosado pastel que había heredado de mi abuela. 

Me sentí en casa. 

—¡Jenny!— soltó de la nada. Me sobresalté, despertando de mi ensoñación. Se separó rápidamente de mi cuerpo, fue hasta la rizada y tomó sus hombros mientras le proporcionaba un sonoro beso en la mejilla. 

—Hola...— contestó ella tímidamente. 

—Soy Anne, es un gusto conocerte— cerré los ojos con fuerza, esperando el "Harry me ha hablado mucho de ti", sin embargo, éste nunca llegó. En su lugar, dijo— ¿Cómo estuvo el viaje?— alternaba su mirada entre Jenny y yo, aunque la interrogante parecía más dirigida a la chica. 

—Bien, tranquilo...— terminó por replicar ella, derrochando una naturalidad que jamás le había visto— Dormimos las tres horas.

—¡Ay sí! Deben estar cansadísimos— exclamó mamá con gesto escandalizado— Vamos a casa. Dejé la comida lista en el horno, así tienen la tarde libre— caminó hasta el Jeep otra vez, recogiendo el cartel y los globos en el proceso. Volteé hacia Jenny, quien se encogió de hombros antes de seguir los pasos de mi progenitora— ¡Harry, cariño!— vociferó ésta última desde el asiento del piloto— Abre el maletero y guarda las cosas. 

—¡Como digas, Anne Marie!— después de obedecerla, ingresé en el auto, siendo acogido por una ráfaga de aire caliente. Me acomodé en mi puesto y abroché el cinturón, echando un vistazo a la parte trasera, donde se encontraba la rizada— No me avisaste que vendrías a buscarnos, íbamos a tomar un taxi— hablé, volviendo la vista a mi madre.

—¿No era obvio?— frunció el ceño. El motor rugió cuando movió la palanca de cambios, saliendo del espacio donde estábamos estacionados. Nos acercamos a las barreras levadizas que dividían la calle del aparcamiento. 

—La verdad no...— contesté, viéndola bajar la ventana. Extendió su brazo hasta la máquina y metió la tarjeta que acreditaba que había pagado el uso del parking. El metal con rayas blancas y rojas se levantó, permitiéndonos avanzar. Ahí fue cuando mamá giró hacia mí con expresión ofendida. 

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⏰ Última actualización: Nov 29, 2020 ⏰

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Jenny ➺ h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora