cuatro

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Harry

—Gracias— dije al muchacho que extendía los cafés que había comprado. Luego de recibirlos comencé a caminar por los pasillos del hospital, devuelta a la sala donde se encontraba Jenny. 

Junto con la policía había llegado una ambulancia, en la que se llevaron a un muy malherido Aaron. No me imaginaba la fuerza que habría tenido que emplear Jenny para dejarlo así, pero estaba más que claro que se lo merecía.

A nosotros nos habían llevado en la patrulla directamente al urgencias, para que mi vecina constatara lesiones y pudieran quitarle los vidrios que quedaron incrustados en sus manos. 

Ella insistió en que no la acompañara, que no era necesario, pero algo en mi interior no me permitía dejarla sola. 

Quizás era la culpa de no haber hecho nada antes y esperar a que las cosas llegaran a este punto para ayudar.

Cuando salíamos de mi departamento, siendo escoltados por policías, no pude evitar mirar dentro del suyo. La puerta estaba abierta y habían algunas personas recorriéndolo. El desastre era impresionante: el suelo estaba alfombrado con cristales rotos, y habían pequeños agujeros en las paredes, así como alguna que otra mancha de sangre. 

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero quité la vista y seguí caminando detrás de Jenny. 

Ya en el hospital, la llevaron a una habitación con un par de policías. A mí me mantuvieron en un pasillo lleno de gente, con un inexperto oficial preguntándome qué era lo que yo sabía, pero no sabía nada. No me permitieron estar ahí cuando Jenny dio su declaración, así que aún no tenía mucha idea de lo que había sucedido.

Cuando llegué nuevamente a donde ella se encontraba, estaba sola, sentada sobre la camilla mientras observaba con detenimiento las vendas que cubrían las heridas en sus brazos. Habían limpiado la sangre de su rostro, y su ceja también había sido curada, pero su ropa estaba tan sucia como cuando entró en mi departamento. 

La mía no estaba mejor, para ser sincero.

—Te traje un café— hablé. Mi voz pareció sobresaltarla, pero cuando se percató de que era yo, volvió a la normalidad. Caminé hacia ella y le entregué el vaso de plástico. 

—Gracias— contestó con la misma poca energía que reflejaba su cara. Tomé asiento en una de las incómodas sillas que había en el cuarto, sin quitar mis ojos de ella— Creo que conseguiré una orden de alejamiento, o eso dijo la policía— comentó. Su tono de voz me hizo saber que, a pesar de ser una buena noticia, no era algo que la emocionaba. 

No supe qué contestar. Nunca me había visto involucrado en una situación que necesitara una de esas, por lo que no sabía cómo funcionaban.

El miedo a decir algo erróneo fue más grande que cualquier otra cosa, así que me quedé en silencio por un par de minutos, esperando que ella dijera algo más. Sin embargo, no lo hizo, y se dedicó a revolver el café con la bombilla que éste traía. 

—¿Qué harás ahora?— me atreví a preguntar después de un rato. La expresión en su cara hizo que me  arrepintiera de inmediato. 

—No lo sé— la voz se le quebró al final de la oración. Unos segundos más tarde había estallado en llanto. Apresuradamente dejé mi café en el suelo y me levanté para llegar a ella. Tomé el lugar a su lado en la camilla y llevé mi mano hasta su espalda, buscando tranquilizarla. Como si fuera un reflejo, empujó su cuerpo contra el mío, escondiendo su cara en mi pecho mientras sollozaba— No sé qué voy a hacer— repitió— No tengo a dónde ir. 

—¿No regresarás al departamento?— dije confundido. Ella alzó su rostro, alejándose unos centímetros, y me miró como si quisiera descuartizarme. 

Jenny ➺ h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora