cinco

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Harry

Después de aquella conversación en el balcón, decidí que lo mejor era darle su espacio. Seguramente lo necesitaba, para asimilar todo lo que estaba ocurriendo. 

Entramos de nuevo al departamento. Cerré el ventanal detrás de mí, observando cómo ella caminaba tímidamente por el salón. Toqueteaba sin parar las vendas de sus manos y relamía sus labios con frecuencia, demostrando que no se sentía completamente cómoda.

—¿Quieres dormir?— pregunté, haciéndola girar sobre sí misma para verme. No hizo más que asentir.

Caminé por el pasillo con ella detrás y llegué al final de éste, para luego abrir la puerta de mi habitación. Entró con parsimonia y estudió el lugar rápidamente con la mirada, acabando en mí.

—Es tu habitación— afirmó.

—Sí.

—No puedo quedarme en tu habitación— dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

—Pues no hay otra— en verdad sí la había, pero estaba abarrotada de instrumentos y tornamesas. No era un lugar apto para alojarse.

—Entonces dormiré en el sillón— trató de salir del cuarto, pero mi cuerpo en el marco de la puerta se lo impidió.

—Jenny, por favor no hagas las cosas más difíciles— imploré— Yo dormiré en el sillón, no te preocupes— me observó por un momento, tratando de discernir si decía la verdad. Cuando estuvo conforme con mi respuesta, asintió y se dirigió a mi cama. Levantó las colchas con delicadeza y luego introdujo su cuerpo en ella— Que duermas bien— dije antes de volver a cerrar la puerta.

Hice mi camino de regreso al living y dejé caer mi cuerpo con pesadez en el sofá.

Había algo acumulado en mi interior, y no sabía qué hacer con eso. Tenía ganas de gritar, de llorar, de patear todo.

En menos de dos días mi vida se había convertido en una locura.

A unos pocos metros de mí descansaba una chica a la que casi no conocía, que se encontraba completamente herida a causa de su novio abusivo, al cual, con claras intenciones de matarlo, le había reventado un florero en la cabeza, y del que la ayudé a escapar.

Esa era ahora mi realidad, y la sería quizás por cuánto tiempo más.

Lo que más raro de todo esto, es que parecía no molestarme en lo absoluto.

Mi mente repetía una y otra vez las mismas frases: que se quedara todo lo que necesitara, que vaciara mi (ahora bien equipada) despensa si quería, que ocupara mi habitación y durmiera en mi cama cada noche por el resto de su vida. Todo daba igual, mientras pudiera cuidar de ella, y a la vez disfrutar de su compañía.

(...)

El día anterior había transcurrido sin penas ni glorias. Ella se mantuvo encerrada en mi cuarto el resto de la mañana y de la tarde, asumí que durmiendo. Debía de estar cansada. 

No quise molestarla, así que me quedé en el salón, jugando con mi teléfono y viendo YouTube. 

Cuando levanté la vista de la pequeña pantalla entre mis manos, noté que el cielo ya había oscurecido, dejando la tarde atrás. Mi estómago comenzaba a rugir, reclamando algo de comida, así que me paré, y antes de ir a la cocina fui en busca de Jenny.  

Tomé el pomo de la puerta y lo giré con cautela. Por el pequeño espacio que había creado podía ver su silueta tendida en mi cama, sumida en la oscuridad. Su espalda se expandía lentamente, dándome a entender que estaba dormida. 

Jenny ➺ h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora