Capitulo 8

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CAPÍTULO 8

Cuando salió del hospital, Hinata estaba sonriente. La comadrona le había dicho que el bebé estaba creciendo muy bien. Tenía el tamaño exacto que correspondía a esa fase de la gestación. Sus latidos eran fuertes y ella estaba en plena forma. Todo iba bien.

Estaba muy sorprendida de cómo había cambiado su forma de pensar. El embarazo suponía mucho más que un ensanchamiento drástico de la cintura. Su bebé se había convertido en el centro del mundo. Mientras la gente seguía con su vida, hablando de política, economía o lo que fuere, ella se concentraba más en su vida interior.

Para ella, el único hecho relevante era que iba a tener un hijo.

A medida que iba creciendo, lo quería más.

Y solo de vez en cuando, se sentía deprimida por toda la responsabilidad que se le venía encima.

Pero por lo menos había superado lo de Naruto.

Había hecho bien en marcharse de la isla. Podía empezar su vida de nuevo. Su hijo era lo único que le importaba, y después de ver a la comadrona, sabía que no tenía por qué preocuparse.

Al volver la esquina vio un coche deportivo estacionado delante de su casa. No tenía ni idea de quién podía ser, y se acercó despacio.

Había una persona esperando en el porche de atrás.

Su corazón empezó a latir con tal fuerza que temió por su salud.

No podía ser. No podía ser… ¡Naruto!

Se agarró con fuerza al volante. Cuando lo vio por la ventanilla sintió que el corazón le retumbaba como un tambor. Parecía estar como en su casa. Llevaba unos vaqueros desteñidos y una camiseta, y estaba tan sexy como siempre. Hinata no sabía qué hacer.

¡Él no podía volver a su vida! No en ese momento.

Sin aliento y atemorizada, intentó pensar con claridad. ¿Cómo la habría encontrado? Pensó en dar marcha atrás y desaparecer. Pero él ya estaba bajando los escalones y se paró a unos pasos del coche. Hinata podía ver que sonreía.

-¡Hola!

Pensó en que no podía quedarse. No tenía el valor de enfrentarse a él cuando supiera que estaba encinta. Puso en marcha el motor y aceleró marcha atrás.

Oyó que Naruto le gritaba y se le caló el motor.

Sabía que su forma de actuar era irracional y trató de todos modos, tampoco tenía adonde ir. Sabía que él la seguiría, o que la esperaría hasta que volviera.

Como si lo supiera, Naruto estaba inmóvil, con una expresión indescifrable.

-Hola –le contestó. El corazón se le aceleró aún más.

-Me alegro de haberte encontrado por fin –ella no dijo nada-. ¿Cómo estás?

La voz de Naruto temblaba un poco. Estaba tan nervioso como ella. Parecía más pálido de lo que recordaba, pero sus ojos seguían del mismo azul fascinante. Con solo mirarlos, sintió la antigua añoranza.

-Estoy muy bien –consiguió responder-. ¿Y tú?

-Fenomenal –intentó sonreírle-. Oye, ¿no piensas salir del coche?

Ella quería contestar que no. Que no saldría hasta las navidades. Él no se había dado cuenta aún de que estaba como una ballena. Hinata agarró su bolso y salió, tapándose la figura con unos paquetes. Lo miró con altivez. Él la miró también y la intensidad de su mirada dejaba claro que no iba de paso.

Un Descubrimiento SorprendenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora