Capitulo 11

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CAPÍTULO 11

Naruto nadó hasta el extremo más lejano de Florence Bay, donde los peñascos de basalto se juntaban con la arena. El sol ya estaba comenzando a declinar. Decidió cruzar la cala una vez más. De repente, se oyó un chillido y una gaviota salió volando.

Pensó que algo o alguien había asustado al pájaro y miró hacia la orilla. Pero no había nadie.

Sin embargo, habría jurado que alguien había estado allí. Siguió nadando para cruzar la cala, como había estado haciendo las seis semanas anteriores.

Se sentía libre de hacer lo que le daba la gana y cuando le daba la gana. Era el tipo de libertad que había deseado cuando trabajaba en Namikaze & Uzumaki. Pero en ese momento, su libertad tenía un lado amargo. No era lo que él había imaginado. Claro que con el tiempo, se sentiría mejor.

Cuando dejara de pensar en Hinata y Jiraiya.

Después de esa última vuelta le dolían los músculos. Le gustaba nadar hasta quedar exhausto. Eso lo ayudaba a dormir. Dejó que las olas lo arrastraran hacia la orilla, se puso en pie y se dirigió hacia su toalla. Se sacudió un alga que le colgaba del pecho y por el rabillo del ojo pudo ver que caía sobre una botella que estaba medio enterrada en la arena.

Se secó y vistió. Al agacharse a recoger sus cosas, volvió a ver la botella y, por un momento, pensó que tenía algo dentro.

Algo como papel.

Pensó que en la vida real no ocurrían esas coincidencias y, sin pensarlo más, se dirigió hacia el coche.

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Hinata había alquilado un bungalow en Magnetic Rendezvous. Estaba mucho mejor desde que había regresado. Su casita de Sunshine Coast le gustaba, pero desde que Naruto había decidido quedarse un tiempo en Australia, sentía como una fuerza que la atraía hacia el norte.

A pesar de los nervios de ella, esa noche Jiraiya se había dormido enseguida. Lo tapó con una mantita de algodón y salió hacia el cuarto de baño. Se miró al espejo. Aparte de que tenía los senos más grande, si es que era posible tenerlos de un tamaño mayor del que ya los tenía, apenas se notaba que había dado a luz hacía poco. Ya podía ponerse la ropa anterior al embarazo. Se retocó el pelo y el lápiz de labios y se puso unas gotas de perfume.

En la cocina, todo estaba preparado y en horno se asaba un pollo. Miró el reloj. Si su plan había funcionado, Naruto estaría llamando a su puerta al cabo de unos minutos.

Examinó la mesa otra vez. El vino estaba frío y las orquídeas se veían preciosas. La luz era tenue y acogedora. Puso la televisión para que no pareciera que estaba esperándolo ansiosa. No podía concentrarse en ningún programa. Solo podía pensar en Naruto y en lo que le diría cuando llegara.

Pasó un cuarto de hora y Hinata empezó a dudar. ¿Habría visto la botella? La había dejado cerca de su toalla, pero podía ser que pasara de largo sin verla.

O también que la viera, leyera el mensaje y no hiciera caso. Esa última idea era insoportable.

Pensó que esperaría cinco minutos más y que si no llegaba, llamaría a la nueva recepcionista de acento americano. Se llamaba Sakura y era muy amable.

Un Descubrimiento SorprendenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora