Cap 38 Rumores De Guerra

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¿Por qué sólo no pude dejar mi puta boca cerrada? fácil, porque yo era una idiota safada que por un momento olvidó el lugar y con quién estaba. Yo no sabía a ciencia cierta quién o qué era el rubio, sólo me dejé llevar por su encanto y guapura cuando era más que obvio que en el interior no había nada. Y ese era justamente mi gran problema. Siempre me fijaba en el físico de los chicos y después me terminaba estrellando contra el mundo al darme cuenta que la mayoría tan solo eran un cascarón vacío ó en su defecto un sobrenatural con algún tipo de enfermedad mental, que encierra pobres chicas por no sucumbir a sus malditas propuestas.

Bien! aquí estaba yo, en una habitación impresionante donde predominaba la elegancia en un sentido como decirlo, mágico.
En otras circunstancias estaría alucinada disfrutando de tanta opulencia, si no fuera porque por más hermosa que fuera la celda aún seguía siendo una prisionera.
Había fallado en mi objetivo y lo poco que logré avanzar cuando pensé que ese rubio tonto podría llevarme al hogar de Jade, no fué más que una esperanza vacía pues gracias a mis insultos ahora me había convertido en su persona menos favorita.

-Le he traído la cena. _Dijo la mujer que parecía casi de mi edad y la única con la que tenía contacto desde que él hijo de su madre me encerró.

Como se me volvió costumbre empecé a atacarla con preguntas que sabía no tendrían respuestas.

-¿Dónde está ese imbecil? ¿hasta cuando me va a dejar aquí?, por favor dile que lo siento, que siento haber hecho lo que hice y que ya aprendí la lección.

-Le acaba de llamar imbecil, no creo que usted haya aprendido nada. _Dijo la tipa esa como si le hubiese ofendido a su mismísima madre, ¡yo y mi puta boca de nuevo!

No sabía con exactitud cuánto tiempo pasó desde el día en que ese sujeto me dejó en este sitio, por más que grité, por más que hice berrinche tras berrinche pronto me di cuenta que de nada servía, pues la chica no respondía y él tampoco venía a sacarme.

***

Zeus.

¿Que ha dicho cuando le has llevado los alimentos? _Indagué tratando de lucir poco interesado.

-Lo de siempre mi señor, ha hecho preguntas, luego dijo que estaba arrepentida. _Respondió la doncella que siempre enviaba a servir a la pequeña Ninfa.

Mi objetivo era quebrarla, hacer que se diera cuenta de cual era su lugar en el Cosmos, que se enterara de una vez por todas que su actitud desafiante y esa sucia boca la llevaría a la perdición. Sabía que no podía dejarla en el Olimpo para siempre, pero también tenía que ser honesto conmigo mismo yo no quería que se fuera y mucho me temía que su rechazo solo la hacía aún más apetecible.
Nunca, jamás fuí rechazado por una fémina a la que presté mi atención y esa inferior tuvo la osadía de declinar mi propuesta y de postre insultarme. Ella se convirtió en mi distracción personal, situación que me sacaba no sólo del tedio en el que se estaba convirtiendo mi existencia sino que también me permitía aislarme aunque fuera por un instante de las constantes preocupaciones.
La situación se estaba saliendo de control, los rumores de Guerra eran cada vez más frecuentes y Hades no paraba de posponer nuestro encuentro. Había enviado a Hermes a llevarle mensajes pues sabía que para ello sólo podía confiar en él. Sin embargo, las respuestas escuetas sólo causaban mayor desconfianza ante mis consejeros. 

-Sigue son tus tareas cuando le lleves vestiduras vendrás de nuevo a informarme.

-Cómo ordene majestad. _Respondió la doncella con sumisión y respeto. Justo lo que yo quería que hiciera la Ninfa, aunque para ser justos ella no tenía ni idea de quién era yo, ella seguía pensando que solo era un dios cualquiera habitante del Olimpo.

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