🍒1🍒

454 30 2
                                    

3 meses antes del atraco

Me llamo Ona, Ona González. Mi edad, la verdad carecía de relevancia. Cómo había llegado a esta ciudad, eso si era lo importante y significativo en todo esto.

Nada mas llegar bajé de uno de los dos autobuses repletos de turistas que venían al mismo destino que yo, bendita mi suerte. Los que tocaron en mi transporte andaban todo el rato haciendo ruido, tanto cantando, como hablando demasiado alto. Ni mis auriculares podían silenciarlos. Yo claramente no era turista, había sido contactada por altos cargos, y no me refería a la policía que enseguida apareció en la puerta de estación de los autobuses por una pelea de basureros, la cuál era grabada por los turistas como si fuera un puto espectáculo de circo.

Miré a los maderos con un poco de desprecio y me dirigí hacia una zona segura para llamar a mi contacto. Marqué en mi móvil su número esperando una respuesta que nunca llegó. Minutos más tarde una furgoneta ya me estaba secuestrando para ser un rehén en su atraco.

Estos atracadores debían ser unos notavos, no me habían registrado, aunque teniendo en cuenta que estabamos en un establecimiento mediocre no les veía con ambición alguna de dinero. Fui la primera en salir como una rehén, fui registrada por la policía y me requisaron el arma que poseía ya que no tenia licencia alguna, además de arrebatarme el teléfono cómo si le fuera la vida en ello. Aunque me quejara no servía de nada, se habia llevado mi telefono y a mi queridisima revólver, estaba incomunicada con el socio que me había contratado, así que debía comprar otro teléfono.

Caminaba por las calles de esa ciudad hasta que una voz con acento mexicano hablaba detrás de mi, por su manera de hablar suponía que se dirigía a mí.

- Morrita te ves bien fresca mi pana –me giré para arrearle un tortazo, pero paró mi mano antes de que impactara en su cara. – Tu eres la morra que el jefe busca. ¿Ona cierto? – solo afirmé realmente extrañada. Si que es cierto que su jefe había visto algunas fotografías mías ya que se veia demasiado interesado en eso, pero de eso a que se las enseñara a todos sus secuaces había un paso, y parecia ser que él ya lo había cruzado.

Caminamos hasta un coche, en el cual me metió casi a la fuerza. Levanté mi vista viendo a un hombre más, el que conducía, este tenía un mono rojo muy llamativo, no me habia fijado en la vestimenta del mexicano hasta que giré mi cabeza y lo vi con un mono verde. ¿De que venían disfrazados estos? ¿Era la nueva moda de los mafiosos y yo ni enterada? Pero no. No decían más de dos palabras en todo el maldito camino, aunque les pedía que por lo menos me dijeran sus nombres.

-Nadando –el de mono rojo repetía una y otra y otra vez cuando yo preguntaba. Y aunque me lo repitiera, yo me lo seguía tomando a broma. Un nombre tan ridículo como ese no podía existir.

-Me tomáis el pelo, anda, dejar de intentar ser algo, acabo de llegar, los policías me han quitado todo lo que tenía que no era mucho y para colmo me suben a un coche y me vacilan. Si lo llego a saber no acepto este maldito puesto como tiradora – por eso mismo estaba en aquella ciudad, mis servicios habían sido reclamados. Siempre he sido como una especie de sicaria que mataría a cualquiera por un precio asequible, pero nunca sabría que eso se volvería en el futuro en mi contra. Nunca se pueden mezclar dos facetas en el trabajo y es lo personal con lo formal. Por suerte nunca me tocó matar a alguien al que mostrara cierto cariño, aunque para que mentirnos, viniendo de mi parte era demasiado extraño expresar cierta gratitud o sentimiento hacia una persona.

Bajé del coche al llegar a una caseta al lado de un muelle, avance cuando sentí unas pistolas apuntando a mi espalda. Al entrar por inercia o costumbre miré a mis lados, viendo a dos personas más. Entre los cuatro que me rodeaban solo se hacían señas hasta, que al final uno con una bandana roja como cubrebocas se acercó a mi y cubrir mis ojos. Luego de esto tuve que dejarme guiar de nuevo hacia un coche.

Luego de una hora en la carretera me bajaron de manera un poco brusca del coche y me escoltaron hacia no se donde ya que aún no me retiraban la venda de los ojos. Sentí como me sentaban en una silla y a la hora de retirarme la venda la luz de un foco justo apuntandome me cegaba de manera abrasadora. ¿Qué era un interrogatorio? Cuándo mi vista se acostumbró a la luz del entorno pude ver justo en frente de mi a un hombre con una careta de una calavera negra con los ojos rojos.

-Bienvenida Ona – habló ese hombre mirandola fijamente – serás perfecta para este trabajo, solo necesitas tintarte ese pelo y unas lentillas de color. ¿Qué pensais chicos? ¿Se parece verdad? – recibía aprobación por sus secuaces que permanecían a mi espalda pero esta vez con una máscara y vestimenta distinta.

- Señor, lamento decirle que aún se diferencia un poco... Deberiamos ponerle botox para que su labio inferior sea igual – notaba el final de un arma larga levantando mi mentón mientras mi mirada no se apartaba de la del jefe de esa mafia. El que supuestamente me había contratado.

- No me he presentado a un casting, si necesitan alguna niña buena que se ofrezca a sus truquitos infantiles de cambios de look, deberíais buscaros a otra – había reventado, estaba exhausta de esta situación. Todas las miradas estaban sobre mí me disponía a levantarme hasta que el sonido de un maletín estampandose contra la mesa me hizo volver a mirarle para ver cómo abría aquel maletín dejando ver un montón de fajos de billetes apilados a lo máximo que daba.

- Esto sólo será por aplicarte botox en el labio inferior, lo del pelo y las lentillas – miré el dinero, con aquello podría haber hecho muchas cosas, cómo dejar este maldito trabajo de asesinar a gente. – ¿Qué dices monada, te apuntas a la mafia del Sistema?

Miré al señor calavera y sonreí – Cuente conmigo señor, haré un gran trabajo.

•She's back¦ Jack Conway•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora