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Giramos nuestras cabezas al oír unos golpes en la puerta y ver como esta se abría dejando ver a los dos comisarios que entraban a la sala.

Forcejee sin resultado, estaba hasta las narices ya de estar encerrada aquí. Volkov me miraba y se veia extrañado de porqué estaba ahí, intentaba comunicarse conmigo a través de señas, y yo le trataba de responder.

Parecía que nos entendiamos muy bien, hasta que Conway comenzó a hablar.

-Dadle un taser –me veía asombrada observando al trajeado mirarme fijamente con sus ojos negros que sobresalían de sus gafas, las cuales estaban un poco caídas por su nariz puntiaguda. – te vamos a poner a prueba muñeca.

Momento perfecto para huir. No aparte mi vista y sentí como colocaban el taser en mis manos. Sólo quedaban las esposas, dicho y hecho. Greco se acercó a mi quitandome esas horrorosas esposas y en un movimiento rápido los tasee a los tres. Salí de esa sala y corrí pero las dos salidas estaban cerradas.

-Mier-  –caí al suelo al sentir un tasazo en mi espalda.

Sentí de nuevo esas esposas en mi espalda.

-Quedas detenida por agresión a tres policías –su voz hacía que mis piernas temblaran.

- Ustedes me dieron el taser en primer lugar y usted, super como sea, me arrestó sólo por estar en la puerta de comisaría.

-¿Es eso cierto Conway? –el ruso habló, por fin.

-Ella estaba en ese atraco, en donde os tuvieron de rehenes –¿cómo sabía eso? Llevaba máscara, nadie me podía reconocer– fue la primera abatida.

-Eso usted no lo sabe, ni nosotros vimos el rostro del negociador, no sabemos quien fue– se notaba como él quería confiar que no hubiera hecho tal cosa, pero fue así.

Miré al superintendente y giré mi cabeza al escuchar la voz de Armando llamandome. Mi salvador, como siempre.

-¡Armando! –comencé a llorar, falsamente –me arrestaron sin motivos –sentí como me soltaban y Greco abría la puerta. Suspiré por la paz que sentí y corrí hacia los brazos de Armando.

Cuando mi cara estaba oculta reí un poco por lo bajo.

Caminamos los dos hacia la salida y le conté todo lo sucedido a mi jefe y amigo, recibiendo consejos por su parte. Nunca sale el tema de las cartas, ni de lo que sucedió al día anterior, es el aquí y ahora.

Entramos al taller en donde Manolo me recibió con un abrazo, al que yo correspondí. Les ayudé con los coches que necesitaban una mano de pintura o que los limpiaran.

Al acabar la jornada sentía como mi espalda chillaba para recibir un descanso así que, me despedí de mis amigos y subí a mi moto para ir a casa. Al llegar allí pensaba que mis ojos me engañan, Volkov estaba sentado en el bordillo de la acera. Parecía como si esperara a alguien, teniendo en cuenta que no sabe donde vivo supuse, que sería a otra persona.

Esperé y esperé, decidí aparcar mi moto y vi al superintendente salir del edificio. Entrecerré mis ojos para apreciar como en sus manos tenía mi pistola y a su espalda el francotirador pesado. ¿Qué cómo lo sabía? Los brillos son mi debilidad y, mis pistolas tenían una O con brillos en uno de sus costados.

Pero al caso, ese loco había entrado en mi casa. Ahora si que estaba en problemas y Roy estaba desaparecido. Necesitaba irme de esa ciudad con mi dinero cuanto antes. Pero la idea de dejar atrás a mis amigos me causaba una tristeza enorme. Eran tan únicos. Nunca me despreciaron, incluso cuando llegué nueva a la mafia, siempre trataron de que me sintiera como en casa, como en la familia. Aun así, no podía seguir soportando a ese superintendente, la había tomado conmigo y supongo que no pararía hasta verme entre rejas.

Estuve escondida hasta que se fueron y subí como un rayo hacia mi apartamento. Veía como estaba desorganizado y con algunas cosas por en medio.

Suspiré fuerte, no me quedaba otra que recoger todo y seguir con mi vida o, avisar a Nadando y acabar con Conway. Saqué mi móvil y llamé a Armando apoyandome en el sofá. Escuchaba los pitidos y escuché su voz.

- Lirio, ¿sucedió algo? –esa voz me hacía olvidar todo lo que sucedió, pero ver el desorden me recordaba el porqué le llamé.

-Han entrado en mi casa... – hablé rápida y un silencio se hizo presente. Hasta que él lo terminó hablando con una voz seria y fría, tan helada que podría congelar a cualquiera.

- ¿Quién fue?  –dudé un poco en decirle quien fue, pero ante el respeto que me daba escucharle hablar así de serio le dije la verdad.

-Conway, Jack Conway. Lo vi salir de mi casa con el francotirador y una de mis pistolas.

- Ese tipo la ha tomado contigo – estaba diciendo justo lo que pensaba. Ese anciano la había tomado conmigo, y no sabía con quien se metía. – Nos vemos en la sede – cortó la llamada. Arreglé un poco mi ropa y salí de casa para dirigirme a la sede, evitando encontrarme con algún coche patrulla.

Al llegar pude apreciar como Tonet Y Yun se acercaban a mi.

- Pelo si es lilio – su acento chino me hacia reír casi siempre– Nadando ya nos ha infolmado de lo sucedido. Ese Conway lo va a pagal –esto último lo decia con rabia, pero era así, Jack Conway lo iba a pagar.

-Poneos máscaras y vestimenta, debemos ir a reunirnos con Horacio y Gustabo –habló serio y me miró a mí – tu y yo iremos en helicóptero, hablaremos de lo sucedido. Los demás pillar carabina y un todoterreno, iremos por montañas –caminaba serio hacía el final de la sede mientras, yo lo esperaba en mi posición.

Subí al helicoptero y agarré una radio de la guantera colocandomela y sintonizando frecuencia.

- Lirio, ponte en la frecuencia 65.6. Tenemos que hablar – Miré de reojo a Nadando.

- Uyy, problemas en el paraíso –escuché la risa de Emilio y cambié la frecuencia.

- Dime que ha sucedido, y ni te saltes ni un punto ni una coma – comencé a hablar contandole todo desde que me fui de la sede. Le conté que estacioné mi moto y lo vi salir con las armas, lo mismo que le dije cuando le llamé. – ¿Cómo sabes que son tuyas? – me molestaba un poco que dudara de mi.

- Tenían las flores de brillos que les puse yo, junto con una O. Además, mi apartamento estaba desordenado. Demasiadas coincidencias Nadando –terminé de hablar y no escuché nada, solo silencio, un silencio que duró hasta el final del trayecto. Sintonizamos de nuevo en la frecuencia 66.6 y escuchabamos como todos hacían perímetro esperando la llegada de nuestros nuevos integrantes.

Luego de veinte minutos aparecieron, mientras Yun, Juanjo y yo haciamos perímetro, los dos sujetos hablaban con Nadando, Emilio, Tonet y Manolo.

No se nos comunicó nada por radio así que nosotros tres desconociamos todo lo que sucedió.

La verdad, fueron las mejores dos horas de mi vida, escuchar a Culebra y a Xiaomi pelearse me hacía reír demasiado, no podíamos ni hacer perímetro enserio.

Vimos a nuestros hombres bajar de la montaña y vi como el helicoptero se iba sin recoger a nadie. Increible, el coche tenía cuatro plazas y eramos cinco, ese maldito Nadando.

-Maldito nadando, se ha ido y nos ha dejado solos. ¿Ahola que hacemos?

-No pasa nada Xiaomi, me iré andando. Total mi casa pilla cerca de aquí, o podre pedir un taxi. No os preocupeis –sonreí un poco y les di la radio. Me acerqué al maletero del coche y guarde mi mascara y mi chaleco antibalas, para no ir llamando la atención.

Caminé hacia casa con mi cabeza llena de cosas, sin darme cuenta estaba desviandome del camino. Miré al frente y los vi a ellos, montandose en un coche con otro señor vestido de negro, ¿eran unos sapos? No estaba segura, debía esperar paciente al momento. No tenía pruebas ni nada que confirmara mi teoría, a lo mejor era una misión que le puso Nadando. No lo sabía, de lo que si estaba segura es que me habían visto, sobre todo ese señor de negro, que no quitaba sus ojos de mi.

•She's back¦ Jack Conway•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora