Capítulo 22

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HELENA

- Todo tendrá una explicación, seguro. –comenté, en el fondo no podía ocultar que sentía cierta parte de felicidad de que se hubiera ido, era mi hermana y los últimos meses realmente nos volvimos hermanas y recuperamos eso de la familia pero Claudia era la chica ideal, el amor de mi vida, y aunque por mi culpa la había perdido, no significaba que no la quisiera, y tampoco tenía porque ser Claudia quien fuera a romper nuestra relación de hermanas, ya que era al contrario, gracias a ella recuperamos nuestra amistad. Era una dulzura de chica.

- ¡No lo entiendo joder! ¿Qué ha pasado? –chilló Claudia demasiado fuerte.

- Por ahí se dice... –escuché la voz de alguien, cuando me giré para ver quién era, era una de las mujeres de la limpieza del instituto.

- ¿Qué? ¿Qué se dice? –pregunté rápidamente.

- Que se enrolló con una profesora en el viaje. –pude ver como si a Claudia le clavaran un puñal en el corazón.

- ¿Eso quién te lo ha dicho? –pregunté un tanto furiosa, Laura no era de esas, era muy fiel.

- Cosas que se escucharon cuando volvieron del viaje. –respondió la chica un tanto nerviosa.

- Perdona, no tienes la culpa. Gracias por decirnos lo que sabes. –me despedí de ella y me acerqué a Claudia.

Se lanzó a mis brazos ella sola, me apretaba tan fuerte que notaba la presión en mis costillas. Yo traté de corresponder ese abrazo lo más cariñosa que pude, quería que se sintiera a salvo en mis brazos, sabiendo que me tenía allí y que nunca la abandonaría. Hacía frío pero después de venir de la nieve, era soportable volver a la temperatura de 5-8º por las noches, aun así Claudia tiritaba, temblaba sin control, la abracé más fuerte de modo que mi boca y mi nariz quedaron encima de su cabeza, rozando su cabello. Su aroma, mezclado con un champú de TRESemmé hacían que todos mis sentidos se anularan, olvidando la vista, el tacto.. todo excepto el olfato, me quemaba por dentro. Sus brazos se fueron desenrollando de mi cuerpo hasta quedar a los lados de mi cintura. Ahí empecé a respirar por la boca, me estaba excitando demasiado y no era lo correcto pero mi cuerpo no podía evitar desearla.

- Gracias... –y me abrazó de nuevo. Esta vez era peor, su oreja quedaba en medio de mis pechos y su boca prácticamente encima de mis pezones. Empezaba a tener serias complicaciones, intentaba no respirar fuerte ya que los pechos se me moverían más, miré al cielo y puse mis manos sobre su cabeza, mis manos me pedían agarrarla y ahogarla entre mis ellos, hacerla mía ahí en ese parking frente a todas las cámaras, que el mismo conserje se pajeara viéndonos-. ¿Helena estás bien? –su voz me sacó de mis pensamientos-. Es que me estás apretando mucho... –la solté de golpe, mientras pensaba no me había dado cuenta que estaba presionando su cabeza en mis pechos.

- Perdona, ha sido sin querer. –respondí algo tensa.

- Tranquila, lo sé. –desvié mi mirada a un lado-. Pero, me ha gustado. –primero mis ojos regresaron a mirarla a ella, luego fui girando la cara hasta quedar de nuevo frente a ella.

- Eres preciosa.. –musité sin darme cuenta mientras le acariciaba la mejilla, ella sonrió tímidamente y agachó la cabeza un poco. Aparentaba mucho, era muy liberal y apasionada, pero era muy tímida, ella misma no se creía lo hermosa que era y eso es lo que más admiraba en ella, que no iba de chica que se cree la TOP esté donde esté, al contrario, trataba de pasar tan desapercibida que llamaba aún más la atención con su dulzura. Sus manos se retorcían y se presionaban con fuerza, eso me indicaba que estaba nerviosa, intimidada. Mis caricias en su mejilla no habían cesado, y aproveché de tener allí la mano para levantarle la cara de nuevo-. Cuanto más tímida te pongas más llamarás mi atención. –eso acabó de ponerla nerviosa y se removió un poco en el lugar, no pude evitar reír-. ¿Sabes? Los budistas dicen que cuando encuentras al amor de tu vida no te pones nervioso, ni tiemblas, ni nada de lo que creemos, al contrario, te relaja, te da paz, no sientes nerviosismo en absoluto, ni en el primer beso ni nada, ni adrenalina, nada de nada. Si tienen razón... entonces no hay nada que hacer con nosotras. –eso último se lo dije en broma para ver como reaccionaba, me encantaban esos juegos de intimidarla, en el viaje de esquiada, hacía todo el rato juegos de esos, pero por ese día ya había suficiente-. Bueno, ¿Nos vamos?

Estudiando InglésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora