¿Contestarás?

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Advertencia: Este capítulo contiene spoilers del manga

El silencio se le estaba haciendo eterno, parecía que Mikasa no tenía intenciones de responder su pregunta. Quería saber si finalmente había algo distinto, algún indicio que le mostrara que las cosas podían resultar de una forma diferente, que alcanzar su anhelada libertad podría ser posible sin tener que sacrificar millones de vidas inocentes. Estaba siendo muy injusto con la de rasgos orientales al dejarle esa responsabilidad, pero su desesperación iba en aumento.

-Mikasa, ¿qué soy para ti?—insistió el joven de ojos verdes, a pesar de conocer la respuesta. Necesitaba escucharlo de boca de la azabache.

-Eres familia.—Ahí estaba la respuesta que tanto miedo le daba escuchar. El futuro no podía cambiar.

Pronto, uno de los refugiados se acercó a ellos y la decepción del muchacho no podría ser mayor. Luego Jean y los demás se les unieron. Al castaño y a la azabache no les quedó más remedio que seguir la corriente a sus amigos, quienes parecían bastante animados en aceptar las bebidas que aquellas personas, tan amablemente, les ofrecieron.

Copa tras copa, risa tras risa el escuadrón de Levi se sumergía en ese pequeño momento de paz antes de la tempestad. Eren no podía evitar sentirse fuera de lugar entre toda la felicidad que mostraban sus amigos; mas la paz que le daba saber que sus amigos estaban pasando un buen rato, lo tranquilizaba.

Armin estaba a su lado riéndose de algo que dijo Connie mientras Mikasa sonreía con tranquilidad al conversar con Sasha. A pesar del alcohol circulando ya en su torrente sanguíneo, la azabache seguía inquieta sobre la pregunta realizada por el castaño momentos antes. Había sido demasiado tonta al responder "eres familia", desperdició su oportunidad para finalmente confesar.

La noche continuó en aparente calma, pues casi todos terminaron perdiendo algo más que su dignidad. Sasha con la cara metida en un balde, Connie murmurando cosas sin sentido a espaldas de un refugiado, Jean a punto de ser estrangulado por Eren, Armin apenas recordaría su nombre y Mikasa haciendo un vago intento de acercarse más al ojiverde. Pareciera que el joven titán había escogido dónde dormiría, su tolerancia al alcohol era legendaria entre la tropa. Vaya imagen estaba apreciando el capitán y la comandante de la Legión.

Aunque el verdadero espectáculo fue ver cómo aquel grupo se tambaleaba de regreso a casa de Kiyomi Azumabito. Quizá llegar a la mansión habría sido su más grande hazaña en todo el tiempo que llevaban siendo compañeros de aventura.

Cada uno como pudo se arrastró hacia su respectiva habitación. Eren se había ofrecido a ayudar tanto al rubio como a la azabache a llegar en una sola pieza a sus recámaras. Con la torpe ayuda de la de rasgos orientales lograron meter al ojizarco en su cama sin mayor inconveniente. Sin embargo, el verdadero martirio empezaría en ese momento para la ojigris.

Al quedarse a solas con el castaño perdió el control total de su cuerpo. Si bien ya no había tanto alcohol en su sangre, lo poco que quedaba y sus nervios le dieron una mala pasada. Eren al percatarse de su poca capacidad motriz, decidió cargar a su amiga hasta su habitación, se permitiría un último acercamiento a la azabache.

Se adentraron en el cuarto asignado a la Ackerman con pasos torpes, entre choques y risas nerviosas por parte de ambos. Finalmente, Eren logró acomodar a Mikasa en su cama, le retiró sus zapatos y la arropó bajo las sábanas.

Estaba a punto de irse cuando sintió una mano tomando la suya.

-No eres mi familia—susurró la ojigris—ojalá fuera más que eso. Estoy tan enamorada de ti que suena ridículo decirlo en voz alta.

El ojiverde se quedó sin palabras, sabía que probablemente aquella confesión era producto del alcohol que había ingerido la azabache.

-Estas ebria, Mikasa. Intenta dormir—pronunció el castaño sin soltar todavía la mano que sostenía la suya intentando controlar a su pobre corazón. Era el primer hecho inesperado de la noche

-No estoy tan ebria. Podría golpearte si quisiera—se burló la azabache—Quédate aquí solo por esta noche.

-Si el capitán o Hanji-san nos encuentran juntos querrán nuestras cabezas.

-Qué más da, puedo con el enano. Hanji-san lo entendería—expresó—Por favor, Eren.

Siendo sincero consigo mismo, ya no importaba si se iba, sería la última vez que estaría con Mikasa de esa forma y aunque quisiera negarlo, se moría por estar con ella solo un rato más.

Sin más, el joven se quitó los zapatos y el saco, acomodándose en el otro extremo de la cama. Su actitud desconcertaba a la joven, pero algo le decía que no debía dejarlo ir.

Quedaron frente a frente en absoluto silencio. No había incomodidad, solo la tranquilidad que ambos se habían brindado desde la noche en que la rescató. Tímidamente, Mikasa se acerco al castaño, quien analizaba cada uno de los movimientos de la azabache.

Por alguna razón, la chica se quedó inmóvil cuando sintió las manos del joven que la atraían hacia él para envolverla en un abrazo.

-Mikasa—la llamó.

-¿Pasa algo?—cuestionó con inseguridad la azabache.

-Pase lo que pase, prométeme que vivirás tu vida como te plazca, sin complacer a nadie.

Aquella oración había tomado desprevenida a la asiática y de haber podido responder lo hubiese hecho, mas unos labios dejaban un suave beso en su frente y mejillas mientras él la acercaba más a su cuerpo.

Pasaron la noche en aquella posición por la que siempre suspiró la chica, sin saber que sería la última vez que eso iba a suceder.

Demonios y otros adjetivos eran pronunciados a la mañana siguiente por esas personas adoctrinadas por el gobierno de Marley. Todos estaban sorprendidos, excepto el ojiverde. Al final las cosas habían salido tal como las había visto en las memorias. Nada había cambiado.

Sin poder soportarlo más, el joven de mirada esmeralda, se levantó de su asiento para ser visto por última vez por sus amigos. Ya no había marcha atrás, su plan no cambiaría. Se encargaría de que todas las personas en la isla fueran libres.

Mucho tiempo después, la ojigris pudo volver a ver a aquel por quien su corazón latía, hasta que escuchó lo que tenía que decir.

-Mikasa, desde que era niño, siempre te he odiado.

Los recuerdos de la última noche que habían pasado juntos la invadieron, sin embargo, el sabor amargo de las palabras pronunciadas por el moreno le quitaban todo significado a lo que había pasado. Ya no importaba más, él la odiaba y no había nada que ella pudiera hacer para cambiarlo.

ººº 

Si les soy sincera, me entró el sentimiento al escribir este one shot, desde que leí el manga 112 mi corazón se rompió con todo lo que dijo Eren. Pero mi fe en la humanidad regresó cuando leí el 130, por lo menos nuestro Erencio no odia a Mikasa y aún se preocupa por todos.

Espero que haya sido de su agrado. Me harían muy feliz con sus votos y comentarios. También estoy abierta a que me sugieran temas para estas historias. 

Sin más, nos leemos en la próxima :3

En cualquier universo [One-Shots Eremika]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora