PRÓLOGO

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Estaba sentada en el asiento delantero del auto, nerviosa

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Estaba sentada en el asiento delantero del auto, nerviosa.

Alguien había visto correr a Javier por el bosque.

Emiliano nos dijo que tendríamos que irnos de Argentina a Washington por trabajo, aunque ahora también teníamos otra razón.

Nuestro secreto sería descubierto si nos quedábamos aún más tiempo.

No me podía imaginar una vida sin mis amigos aquí.
Así que no sabía cómo decirle a Alexa y a las demás.

Debí imaginarlo, siempre estábamos viajando de un lado a otro.

Algún día dejaríamos argentina.

Sentía la misma presión en el pecho que el día en el que deje México.
Tendría que hablar con mis amigas, aunque tenía claro que María vendría con nosotros.

— ¿Tienes la ropa bien acomodada en la maleta?

Voltee para ver a Julieta la cuál observaba con detenimiento mi maleta.

— Sí, ¿Por?

— Parece que solo la haz puesto a lo desgraciado, la maleta parece a punto de explotar.

En realidad si la había acomodado, pero de cualquier modo no cabía... Creo que me pase y metí todo mi closet allí.

— No, doble la ropa. Solo que la maleta es muy pequeña, necesito otra.

Conteste mirando por la ventanilla del auto.

Mire hacía atrás y me di cuenta que Catalina estaba media desmayada en el asiento.

Volví mi vista al frente cuando sentí que el automóvil se detenía por completo.

— No te tardes.

Me dijo Julieta para después ver cómo salía del auto para hablar con Emiliano el cual iba en el otro carro junto a Javier.

—Hola chicas, ¿Ya está lista María?

Dije abrazando a Alexa y a Valentina.
Alexa sonrió con entusiasmo mientras asentía.

— DALE, MARÍA! Ximena no tiene todo el día.

Grito Alexa moviendo las manos exageradamente como una mamá doña regañando a sus hijos.

— LA CONCHA DE TU HERMANA, QUE ME ESPERES ALEXA!

Yo solo solté una risa suave aunque después de escuchar con mi audición súper buena a María quejarse, mi risa se convirtió en carcajada.

— YA! Estoy re lista.

Vi a María bajar a casi tropezones de las escaleras con una maleta amarillo pollito.

— Andando, hay que llegar a tiempo para el vuelo.

Dijo esta vez Emiliano ayudando a subir la maleta de María al auto.

— Ay! Las vamos a extrañar tanto, ¿cuándo volverán?

— Yo volveré hasta terminar el año escolar en Forks. — María sonrió con entusiasmo.

Yo sonreí con falsedad, la única esperanza que tenía en esa nueva escuela era a María y saber que en cuanto acabara la escuela ella regresaría a Argentina me dolía.

Mi familia estaba en peligro de ser descubierta, no podríamos volver tan rápido.

Yo abracé a todas y les dije que esperaba volver a verlas lo más rápido que se pudiera.

María derramó lágrimas mientras asfixiaba a las otras dos chicas con su fuerza humana.

Y como siempre Valentina me menciono mi temperatura.
Yo solo dije que por fin iba a estar en un clima frío.

María y yo subimos al auto de Julieta para ir rumbo al aeropuerto.

Siguiente parada, Washington.
Forks.

Forks

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