Capítulo 3

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París, Francia.

París. Dulce, hermosa y maravillosa ciudad de París. Ciudad del amor para amantes y enamorados. Ciudad para aquellos aficionados de la moda. Y ciudad para adorar. Todo era simplemente hermoso. Desde su paisaje romántico y armonioso hasta cada mínimo detalle. La noche de París termino de caer y unos últimos aplausos se escucharon desde el escenario y luego con cada paso el sonido se fue alejando poco a poco.

Cecilia entro en su camerino y recibió felicitaciones y sonrisas de algunas personas al haber terminado su ultima exposición del año. Cerro la puerta detrás de la ultima persona en salir de su camerino y sonrió al ver a Manolo abrazarle y plantarle un sonoro beso en una de sus pálida mejillas.
Hizo un mohín y se limpio la mejilla con su palma. Luego suspiro con fuerzas y se saco las sandalias de tacón rojo de sus pies, los lanzo a un lado y después se saco sus pendientes. Cerro los ojos y volvió a suspirar.

—¿Estuve bien? -pregunto con una pequeña sonrisa en su rostro.

Manolo vaciló un momento y Cecilia pensó que moriría hasta que el cambio su expresión y sonrió.

—Como siempre, estuviste genial. —Se acerco hasta el mini bar y cogió una botella de agua, entrenándosela —Te felicito, tu carrera esta avanzando cada vez mas y mas.

Cecilia le sonrió y se dejo cae en el sofá de terciopelo rojo, bebió un trago del agua y miro a su amigo.
—Ahora me toca preguntar. ¿Como estuve con la iluminación?
Ella exhalo todo el aire que retenía sus pulmones e hizo una mueca. Manolo frunció el ceño y espero a que comenzara a hablar.

Manolo era el mejor amigo de Cecilia justo antes de que decidiera obtener una carrera como escritora.
Años después cuando hizo su primer libro le ofreció que trabajara con ella siendo el director de luces en sus exposiciones.
Hasta ahora Cecilia había sido muy perfeccionista con cada uno de ellos y Manolo intentaba mejorar cada vez mas.
—¿Tan mal lo hice? —volvió a preguntar. Ella esbozo una pequeña sonrisa burlona y negó rápidamente con la cabeza.
—Para nada. Mejoraste, aunque era mejor que hubieses usado luces amarillas en vez de muy blancas. Era muy melancólico.
Manolo levanto las manos y bufo. —Me rindo. Eres muy perfeccionista, querida.—Ella rio y lanzo la botella de agua, ya vacía, hacia el.
—Para nada, solo quiero que al publico le agraden mis exposiciones. Además por solo querer que cada detalle este excelente no significa que lo sea.
—Eso es ser perfeccionista mi querida Suárez.
—Vale, tal vez lo sea... solo un poco - Manolo arqueo una ceja— Bueno, mucho —rio.— Pero no puedo mentir al decir que gracias a ello he avanzado.
El asintió dándole la razón. —Pero sigo creyendo que necesitas mejorar aun. —También eres...algo controladora —ella frunció el ceño. —Vale, Señor Quejón. Yo no me quejo cuanto te vuelves sobre protector como si fueses mi guardaespaldas.
El rio y saco dos billetes de avión y los movió al frente de su rostro. —¿Te quedas acá en la bella ciudad de París con el resto del grupo o te vas devuelta a mexico conmigo?
—Veamos... si me quedo acá puedo disfrutar una semana entera de vacaciones en París. O puedo regresar a casa y enfrentarme a mi padre y soportarle lo que sobra de año. Creo que tendré que pensarlo —dijo irónica.
—¿Aún sigue obsesionado con su campaña? —ella abrió sus ojos y asintió rápidamente.
—No tienes ni idea de cuanto —suspiro.

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