Capítulo 4

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—¿Aún no arreglan sus problemas? — pregunto Manolo, sentándose a su lado.
—Para nada, la última vez que hable con él fue... hace cómo 5 meses — suspiro.
Recordó todo lo que su padre había dicho y hecho cuando a la edad de los veinte decidió dejar por completo la visión de su padre de ser alguien importante en la política. Benigno había armado un escándalo por el simple hecho de no poder controlar a su propia hija.

La última vez que había estado en su casa fue 1 año y medio atrás, había salido de su casa furiosa por una discusión que había tenido con el.

Este le había asegurado de que si se iba no se preocupara en volver. Y eso había hecho... durante ese tiempo había estado viviendo con Manolo y tenía un trabajo temporal exponiendo. Un tiempo después le ofrecieron un contrato y eso fue la gota que colmo el vaso en la vida de Benigno.
Siempre había querido arreglar y mandar en la vida de las demás personas haciendo que estas fuesen o hiciesen lo que pidiera. Cecilia, fue la única excepción.

—Eso es mucho tiempo —dijo, sacando a Cecilia de sus pensamientos.
—Lo sé. En estos momentos está mucho peor con su candidatura de ser gobernador —bufo—Me imagino al montón de personas que él ha amargado su vida. —Manolo ríe.
—¿Y tú eres una de ellas? —rápidamente, ella contesto con un movimiento en su cabeza.—¿Sabes lo que pienso? Estas muy estresada con esto de ganar más fama y tratar de relacionarte con tú papá.
—No intento relacionarme con él. Nunca me trato como una hija. ¿Por qué buscaría que me tratase como una a esta edad? —El se escogió de hombros.
—El es tu única familia. Tal vez sea eso. — Cecilia ladeo su cabeza y dejo escapar un suspiro.
—No es necesario... Me acostumbre a vivir sin una. Simplemente solo convivir con mis amigos —miro a Manolo— Y tú obviamente eres parte de ellos. —el sonrió.
—Cuando vuelvas a Mexico deberías de tener una relación. —le sugirió.
—No tengo tiempo para una relación amorosa —refunfuño.
Una mujer muy testaruda, piensa Manolo.
Manolo dejo ver una sonrisa burlona. —No me refería a...ese tipo de relación.
Cecilia hizo una expresión que daba a entender que había captado el mensaje.
—Deberías de tenerla. Si sigues así de estresada probablemente termines matando a alguien —el comentario logro hacer que Cecilia lanzara una suave risita.
—No soy capaz de matar a alguien —se defendió.
—Excepto a la secretaria de tu padre.
—Ella es otra historia. —respondió, poniendo sus ojos en blanco. —Esa mujer es simplemente amargada, el ácido es dulce al frente de ella.
La risa masculina de Manolo se escucho en toda la habitación. Respira y se calma. —No me evadas el tema. Estábamos hablando de que necesitas un revolcón, tienes que relajarte.
Cecilia suspiro. Mira a su amigo y vuelve a suspirar. —Manolo, me alegra que te preocupes por mi pero te aseguro lo que menos quiero en estos momentos es tener un revolcón con alguien.

Alguien toco la puerta. Una, dos veces. Ambos giraron su cabeza hacia ella y luego de unos segundos una mujer castaña entro en la habitación. —Chicos, el equipo los quiere para cenar juntos.

Cecilia sonrió y se levanta. Manolo repite el movimiento y una vez que la castaña se aleja, detiene a Cecilia. —Eres mi amiga, me preocupa tu salud si sigues trabajando así de duro. El estrés mata, eso mato a mi padre a sus cuarenta años —hizo una mueca.

Cecilia lo miro. Lo fulmina con la mirada y sale de la habitación. —Eres la única persona que conozco, que me obliga a tener sexo.

—El sexo es bueno. Reduce el estrés y hace a las personas satisfechas y felices. Está comprobado científicamente...y por mí —sonrió.

Cecilia río y movió su cabeza.

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