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—Ave María purísima.

—Sin pecado concebido.

El cura se persignó, a la espera de oír la confesión de aquel hombre, que había pedido por la absolución, que significaba el perdón de los pecados que cometia la persona, que por supuesto se arrepentía de estos, y como tal debía cumplir su penitencia rezando la palabra del Señor, tantas veces como la magnitud de sus pecados lo ameritara.

—Puedes iniciar, hijo.

Cyrus respiró hondo, ¿Habría sido buena idea seguir el consejo de Thelonius? No estaba muy seguro, sin embargo sabía que si no hacía aquello, el de mirada color verde estaría disgutado con él y aquello era algo que no podía permitir, ya que sus castigos cuando estaba enojado con él, eran demasiado severos a veces, como aquella vez que lo hizo cargar en cada una de sus manos dos grandes y pesados libros, mientras estaba de rodillas, sin poder moverse por lo que fue toda una tarde y gran parte de la noche, por supuesto que sus rodillas se habían terminado por lastimar, razón por las que había tenido que vendar las mismas.

Ya más convencido de que estaba haciendo lo correcto, tomó valor y continúo. Y es que aunque sabía que era absurdo estar ahí porque no se arrepentia de sus pecados, Thelonius lo había prácticamente obligado a estar en aquel lugar, que muchos apodaban la casa de Dios, mientras que para él era sólo una iglesia más de tantas.

—Estoy enamorado de un hombre, —màs diablo que hombre—y por este amor he pecado.

El cura respiró hondo, la persona que había pedido por su absolución se veía por demás afligida, sin embargo no lo interrumpió y lo dejó continuar.

—Él es para mí, lo que Dios es para usted.

El sacerdote se sintió ofendido pero se contuvo. Era probable que fuera una persona con desvaríos mentales.

—Por él hice todo, incluso maté a dos personas inocentes.

—Dios…

Dijo el hombre al servicio del Señor, estando sorprendido por lo que acababa de oír dado que era lo último que esperaba oír de aquel hombre que se veía de lo más inofensivo, sin embargo, era una prueba de que las apariencias podían engañar y mucho.

Cyrus, sonrió, Dios, era lo que siempre gritaba cuando el dotado miembro de Thelonius amenazaba con romper su cuerpo, y sabía que no era el lugar ni el momento pero de sólo pensarlo se terminaba por excitar como un adolescente.

—…¿Hay algo más que desees confesar?

—Por supuesto que lo hay, pero ya no tengo tiempo. Le agradezco la absolución.

Y sin más se puso de pie para marcharse, dejando al sacerdote sumamente desconcertado, ¿Cuándo le había otorgado el perdón? Ya no sabía cómo continuar esa tarde después de lo que había vivido en el confesionario a manos de aquel extraño.

—¿Ya te sientes mejor?

Le preguntó una vez que lo vio salir de la iglesia.

El de mirada color miel, le sonrió.

—Sí.

Y es que ahora podía continuar pecando sin necesidad de continuar pensando en aquellas dos muertes cometidas porque ya eran parte de su pasado, y es que el cura le había otorgado el perdón, ¿Cierto?

THE END

Hilo rojo |Tyrus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora