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—¿Estás comiendo siquiera? 

Cuestionó con una frialdad y burla muy común en ella.

No estaba muy segura, pero podría jurar que estaba comenzado a perder peso, es más por su aspecto general, podría hasta decir que llevaba varios días sin dormir como era debido. Se veía deplorable. Era más que evidente que la última decisión de Cyrus le había pegado duro.

Él nunca había fumado, porque consideraba que atentar contra la salud del cuerpo de uno mismo era un gran pecado, dado que no debíamos destruir la perfección de la que gozabamos gracias a Dios. Él nos había hecho perfectos y así debíamos permanecer, sin embargo, y a pesar de toda convicción, estaba atentado contra él, al fumar aunque ni siquiera deseaba hacerlo, pero la distancia que su víctima había impuesto entre ambos, se lo estaba comiendo vivo y no sabía de qué forma callar aquellos impulsos impuros que no podía detener, tan así que los mismos lo estaban destrozado sin piedad.

Todo él era una gran caos, pero no podía ir detrás de Cyrus, no tenía una puta excusa para hacerlo, dado que a pesar de que no había dejado de espiarlo a cada momento, Cyrus no había faltado a su palabra, dado que desde entonces se había comenzado a comportar como cualquier persona de su edad y no lo había visto en ninguna actitud extraña. El chico pareció ser sincero cuando dijo que ya volvería a practicar la homosexualidad, y tal honestidad estaba acabando con él.

Bien podría buscarlo y tomarlo, pero el hacerlo, implicaría ser débil y pecar. Ir contra todo lo que decía odiar y no podía permitirse tal aberración. Él no era débil. Él no era quien iba contra la palabra de Dios. Él no sería quien pecara, ese lugar sólo le correspondia a Cyrus.

Esa puta, ese pecador, él y sólo él debía arder en las llamas del infierno. Él se estaba volviendo loco y Cyrus debía ser castigado.

Sus ojos, cuerpo y su boca no desaparecían de de su mente, siempre estaban ahí, torturando su mente sin cesar. Iba a terminar por enloquecer.

Él podía pecar, pero si era Cyrus el causante de su debilidad, el error en sí pesaba menos y podía dejarse llevar sin sentir que se estaba condenado.

Con sus ojos llenos de ansiedad miró a su amiga.

—Te he visto mucho con él últimamente—dejó caer la colilla de cigarro y la aplastó—haz que venga a verme. Convéncelo…

"De que abra sus piernas de nuevo para mí" 

Quiso decir pero no se atrevió.

Amber sonrió.

—No te ves muy estable, en tu estado podrías hacerle daño. Podrías romperlo.

TJ con su paciencia llegando al límite, la tomó del mentón, ejerciendo más fuerza de la necesaria.

—A él no le haré daño pero a ti si y mucho—lamió el lóbulo de su oreja—¿Alguna vez te has preguntado que se siente una violación? Podría incluso desgarrarte.

Una parte de la rubia tembló al oirlo. Y sin mucho esfuerzo se liberó de él.

—¿Ves cómo no eres mejor que nadie? Eres en realidad todo aquello que dices odiar; débil, perverso, sumiso ante el deseo.

El típico hipócrita que solo profesaba la palabra de Dios cuando le convenía pero que jamás la cumplía.

Satisfecha con lo que veía: a su amigo destruido, tomó su móvil y llamó a aquel de mirada color miel.

—Hola, ¿Cómo estás? ¿Te importaría si en lugar de encontrarnos en el café de siempre nos vemos en mi casa?... si, está bien, te estaré esperando.

…..

Cyrus, tocó el timbre de la casa y en cuestión de nada, salió la rubia con una gran sonrisa para recibirlo.

Cuando ingresó a la casa, supo que en esta no estaban los papás de la rubia, puesto que no se oía nadie.

Pero cuando su amiga se fue hacia la cocina para buscar algo de beber, Thelonius apareció ante él, tal aparición repentina lo asustó tanto que por poco y cae acostado sobre el sofá.

—Amber, no me dijo que estarías aquí.

Thelonius, no lo oía, sólo lo veía, tan fijamente que Cyrus se sintió intimidado, ¿Estaba todo bien?

—Si cooperas conmigo no usaré la fuerza ¿De acuerdo? 

Estaba tan ansioso. 

Cyrus, se horrorizó al sentir como las manos de TJ se volvían a adueñar de su cuerpo.

Y al mirar su mano derecha, pudo comprobar como el hilo que una vez cortó, lo volvía unir a Thelonius. Se sintió horrorizado.

—Chupa mi verga. Vamos.

Sin ninguna resistencia y bajo los efectos del hilo obedeció, llenado su boca.

Con violencia tiró de sus cabellos hacia atrás.

—Está en tu verdadera naturaleza, ser mi puta. Vuelve a intentar huir de mí y te prometo que te torturare hasta acabar con tu vida.

Y sin miramientos le dio de probar su verga una vez más.
Porque esa pequeña puta no podía huir de su infierno, ya que el infierno era el mismo Thelonius en persona.

Hilo rojo |Tyrus|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora