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Todos son sospechosos

Hasta tu

El pasillo que conduce hacia mi habitación es un largo recorrido, extenúante y torturador, con cada paso que doy recuerdo que mi hermana no está, es mi propio calvario.

Abro la puerta de mi desierta alcoba, donde por fin encuentro parecido entre ella y yo, estamos vacías en el interior.

Giorgio y Dianna toman asiento en mi cama, siento deja vú de la última vez que estuvimos en esta misma situación hace solo un día, se siente tan lejano.

—Son los Geddler—Informa Dianna con amargura y recelo en su voz, sin perder el tiempo continua con su explicación— hace mucho tiempo comenzaron una costumbre familiar en la cual a los varones al cumplir 18 años, les regalan un reloj, pero no de cualquier material, es de oro puro, lo hacen como muestra de poder y superioridad, solo ellos en esta ciudad lo llevan, por eso al nombrarlo la detective se puso a la defensiva, nadie quiere tener problemas con ellos, así que si lo que oíste es lo que creemos la policía no hará nada para encontrar a tu hermana.

Mi cabeza organiza y analiza lo que Dianna acaba de decir, tratando de entender la razón para que ellos la tengan.

Entonces, observo a mi alrededor, las hermosas y perfectas paredes blancas, me recuerdan lo sola que estoy, lo poco que conozco de esta ciudad y lo poco que ella conoce de mí, donde vivía anteriormente entendería por qué alguien quisiera hacernos daño, pero aquí nadie sabe quiénes somos.

—Tranquila, no estás sola, te apoyaremos en lo que decidas hacer—Es la dulce voz de Giorgio que me regresa a la realidad, pareciera que siempre me leyera mi mente, así dice las palabras adecuadas. Le lanza una mirada interrogativa a Dianna, la cual asiente con la cabeza en señal de estar de acuerdo con lo expresado por él.

Hay algo que no encaja en esta historia, muchas dudas comienzan a surgir en mi mente, si nadie sabía de nuestra existencia, nadie sospechaba que Inés Doerty tuviera hijos, mucho menos que vendríamos a vivir aquí, que la casa estaría sola; aquellos extraños en el bosque tenían información precisa de donde se estaban metiendo.

Hasta formular mis dudas hace que mi cabeza arda, no sé por dónde empezar, me siento muy perdida.

—¿Alexa?, reacciona, dinos algo— Dianna mueve de lado a lado una mano frente a mis ojos buscando mi atención.

—¿Cuáles son sus intenciones?, ¿Por qué me ayudan?, han dicho hace un momento que no son tan malos pero que si lo son, en el fondo. Yo soy nueva en la ciudad, ni me conocen para que me quieran ayudar. Nadie más que ustedes dos conocían la casa, que Cassidy estaba sola, fueron los únicos extraños aquí—Escupo con duda, mi mirada asesina se pasea desde el rostro de chico a la chica buscando en ellos algún indicio de culpabilidad —Ustedes mismo me hicieron saber que sobraba cuando me hablaron para realizar el trabajo ¿Y ahora vienen aquí con su cara de solidaridad fingida?

Sigo con el rostro firme e inexpresivo, analizo sus expresiones que pasan por la confusión, el desconcierto, la sorpresa. En la rubia como es habitual, el enfado no tarda en aparecer mientras que el chico circunspecto, no hace más que renegar con la cabeza como quien está frente a un caso perdido.

—¡¿Eso nos ganamos por ser amables?! ¡¿Que dudes de nuestras intenciones?!, ¡Por Dios! ¡Venimos aquí de buena fe, porque Giorgio insistió, estaba preocupado por ti, aunque no lo creas no somos de piedra, si fuera por mí no hubiese venido, al llegar nos informan lo sucedido, como cualquier ser humano con una pizca de sentido común y empatía, te ofrecemos nuestro apoyo! ¡¿Y qué recibimos a cambio?! ¡Dudas de nuestra moral! — Grita encolerizada, lo cual me toma por sorpresa porque siempre trata de contenerse. — Vámonos Giorgio, de mal agradecidos está lleno el mundo — Gira lanzándome una mirada lasciva.

Los 7 Pecados Capitales ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora