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*Solo aclaro, el capítulo no está inspirado en la canción de J. Balvin. Pero me encanta.*

Rojo

Entro en mi habitación, cerrando apresuradamente la puerta tras mi espalda, como que si así pudiera mantenerme a salvo de lo que ha sucedido en la sala, aunque sé que ningún lugar es seguro en esta casa.

He olvidado por un momento que mis amigos seguían allí, desde la cama donde se encuentran sentado me observan perplejos.

—¿Está todo bien? —Me cuestiona Dianna.

—¿Quién era ese? — Se une Giorgio, con el rostro serio.

Me seco lo que me queda de lágrimas sobre el rostro con las manos, mientras me aclaro la garganta.

—Él... él es mi hermano —consigo decir finalmente. —No tenemos una buena relación.

—Tu hermano es tan…— Una fea expresión de asco aparece en el rostro de Dianna—Es tan particular y con respecto a la relación, pues si no nos dice ni lo notamos —murmura con sarcasmo—En fin, a lo que nos incumbe, esperemos que esta noche Byu te escriba, recuerda que tienes que ganarte su confianza, ser lo que ella nunca ha tenido, una amiga.

—¿No crees que sí nunca ha tenido, es que no la desea? —inquiero preocupada por el plan.

—Podría ser, pero también porque nadie se lo ha propuesto y tú tienes una motivación genuina—contesta con simpleza. —Mira la hora, ya debo irme al trabajo—Se levanta rápidamente de la cama la rubia.

—¿Te llevo?

—No, gracias Giorgio, Marcos pasará por mí—afirma mientras se despide de ambos con un beso en la mejilla y sale de la habitación atendiendo una llamada.

Creo que ya ha venido tanto a la casa que ya no hace falta que la acompañe a la salida.

—Supongo que yo también debería irme—comenta Giorgio.

—Supongo—contesto elevando los hombros en señal de que no me importa.

Abro mi closet y tomo un conjunto de pijama, la verdad el ejercicio me dejó agotada, sumado a la conversación con Marki en la sala, más la desaparición de Cassi, solo quiero poner la cabeza en la almohada, cerrar los ojos y que el mundo se apague por un momento.

Entro al baño, abro la regadera, me miro al espejo y no me reconozco, tenía mucho tiempo sin ser rubia, ya había olvidado como era, había olvidado parte de mi pasado, una cosa más que agradecerle a Dianna, este reflejo cada día me ayudará a continuar con el plan sin desistir.

Salgo de bañarme, con mi pijama puesta y me percato que aún Giorgio sigue en el cuarto, se supone que se iría, pero igual es una suposición, nunca lo vi irse realmente, me repasa con la mirada de pies a cabeza, fijándose inquisitivamente en la parte de mi pecho, recuerdo que no llevo sujetador e instintivamente me sonrojo, le doy una mirada de ¿Qué se te perdió amigo?, él percibe mi incomodidad y desvía la mirada, solo espero que no haga un comentario sobre lo sucedido, pero es Giorgio, siempre amable y cortés, claro que lo va a hacer.

—Lo siento, no fue mi intención, solo que…

—¿Desde cuándo son amigos Dianna y tú? —lo interrumpo, tratando de quitarle importancia a lo sucedido, mientras tomo asiendo con él en la cama.

—Me mudé de Italia acá cuando tenía 5 años…—comienza el relato, con la mirada fija al piso. — …a la familia de Dianna siempre la han discriminado, por lo sucedido con su tío, la acusación a los Geddler y la locura de su abuela no ha hecho más que aumentar la mala fama de la familia. En el colegio nadie solía dirigirle la palabra, pero ella siempre ha sido muy inteligente y fuerte, no le importaba mucho, cuando llegue hablaba muy poco el idioma y la veía a ella sola por los pasillos, me empecé a sentar junto a ella en silencio, así pasábamos las horas, hasta que el tercer día se cansó y dijo que si iba a ser su amigo tenía que hablar, no solo ser un mimo a su lado; siempre recordaré eso.

Los 7 Pecados Capitales ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora