6

282 36 4
                                    


Recuerdos prohibidos.

Ya frente a mi closet, pienso con más claridad, sé que he cometido un error al aceptar la invitación.

Primero, no tengo nada de ropa adecuada para ir.

Segundo, tengo que cuidar a Cassidy.

Giorgio me ve desconcertado desde la cama.

—Vamos linda, ya van a ser las siete de la noche— observa el reloj en su muñeca —recuerda que hay que pasar dejando a Dianna en su casa.

La rubia se encuentra inmersa en su computador, ignorándonos.

—¿Sabes?— Me dispongo a decir una excusa para no ir, de repente pasa como en las caricaturas y se me prende el bombillo al llegarme la solución.

El clóset de mi madre.

Ella es mucho más femenina y coqueta que yo, es una talla más grande, pero confío en que algo me quedara.

—Ya vengo— le digo a los invitados, saliendo de mi habitación y cerrando la puerta a mis espaldas.

Yendo al cuarto de mi madre me encuentro con Blanca, una de las chicas del servicio que nos presentó Nerea, en ese momento se me ocurre solucionar el segundo inconveniente -Cassidy-

—¡Hola!— la saludo alegremente —Necesito salir esta noche, mi madre no está, ¿Podrías tu o alguien del servicio cuidar de Cassidy?— pregunto esperando un sí amable, para poder continuar con mis planes.

Pero como nada es perfecto.

—Lo siento señorita, solo me pagan por ordenar y limpiar, no soy niñera y mi labor termina a las nueve de la noche, está en mi contrato— responde cortante.

—Puedo pagarte por ello, además se duerme temprano y no fastidia mucho, no te dará trabajo— insisto.

—No, realmente estoy muy cansada— con esa respuesta me doy por vencida y sigo mi camino a la habitación de mis padres, ya pensaré en algo.

A las empleadas no le caemos bien, creen que tienen más derecho que nosotros sobre la propiedad. El testamento solo decía que Nerea no podía ser despedida, creo que en algún momento le recordaré eso al servicio doméstico.

El cuarto de mis padres al igual que el mío está muy poco amueblando, además de la cama solo tiene una mesa en la que reposa una foto familiar, donde estamos los cinco en una playa, nos vemos tan felices, fue tomada dos meses antes del arresto de mi hermano; esa calma que anunciaba la tormenta, pero no la escuchamos.

Salgo de mis pensamientos y concentro la atención en mi objetivo -el closet de mamá-.

Lo único que trajimos por completo de nuestra anterior casa fue nuestra ropa.

Mi madre es muy ordenada y calculadora, dos cualidades que me hacen no congeniar con ella, pero que en este momento son de mucha utilidad; tiene su ropa perfectamente colgada y planchada, lo que me facilita rebuscar entre sus cosas.

Hay camisas de distintos colores, que de seguro se las he visto puesta en algún momento. Mis dedos se detienen en una tela suave de algodón, hago espacio entre las demás prendas para poder ver de qué se trata; un vestido vinotinto de tirantes, hasta el muslo se muestra ante mí; tengo la certeza de que nunca la he visto usándolo.

Lo tomo en mis manos, reviso su estado, me lo pruebo por encima de la ropa, me queda, decidido, llevaré ese vestido.

Salgo del cuarto con mi pequeño motín y me encuentro con mi pequeña hermana en el pasillo.

Los 7 Pecados Capitales ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora