Cuando Catra es echada de casa, en lo único que puede pensar es en la preciada libertad que había obtenido. Desea más que nada utilizarla sabiamente, por lo que se decide en irse de la ciudad para empezar una nueva y mejorada vida bajo sus propios t...
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Alrededor de las 2:40 de la tarde, con el sol en su punto siendo causa de un calor bastante molesto, las chicas que se habían conocido hace apenas unas horas se dejaban llevar por una amena plática sobre anécdotas tontas que las ayudaba a desviar esas incómodas y sofocantes sensaciones. Los pasos de la rubia guiaban a la entretenida morena hacia la salida de aquel restaurante al que habían parado a almorzar; tardaron más de lo que la castaña planeó, pero al menos ya estaban con el estómago lleno dirigiéndose nuevamente hacia su motocicleta, el ambiente siendo un excelente motor motivacional para tomar sus llaves con confianza, después de todo, ya sólo faltaba una parada por hacer y su día habría concluido.
Todo ese tiempo trasladándose; parecía una locura que en serio estuviera conduciendo sobre una carretera hacia un destino muy esperado para ella, tantos años de anhelo para que ahora pudiera realmente ir en la dirección correcta, aunque quizás no haya sido exactamente como lo había imaginado, principalmente porque una muchacha de cabellos rubios que conoció en circunstancias bastante peculiares era una compañía extraña, pero reconfortante. A pesar de eso y el corto tiempo que habían estado juntas, en verdad apreciaba que su relación no se hubiera tornado rara por el hecho de ser desconocidas, al contrario, en pocas horas han aprendido varias cosas de la otra, sus experiencias han sido un divertido equilibrio para sus datos de importancia. Ambas se sentían a gusto, era un buen comienzo.
— ¿Estás cansada? —Habían llegado a la motocicleta y la mirada felina de Catra se posó en Adora agitando su mano de arriba a abajo, seguramente para darse frescura en una tarde de jodido calor como esa.
Vio sus facciones transformándose de la molestia a una sonrisa pequeña sobre sus labios, una acción que de alguna forma le había brindado cierta seguridad en no preocuparse, aunque claro que no iba a estar tranquila si la respuesta era mucho peor de lo que esperaba:— Estoy lo más despierta que puede estar alguien que no ha dormido por más de 30 horas.
No le estaba jugando ninguna broma, ¿cierto? Porque de ser así la castaña ya se habría delatado a sí misma y a su profundo desasosiego ante tal declaración; sentimientos estúpidos que la alarmaron tan pronto escuchó la contestación, volviendo su expresión en una mezcla entre sorpresa e inquietud que dejaba muy al tanto lo que realmente pasaba por su mente: ella había podido dormir unas horas después de llegar exhausta de su turno nocturno, de modo que, sumando la adrenalina que le provocó enfrentarse por fin a su familia y la alegría que le daba alejarse de ellos, cuando salía de la casa se sintió totalmente revitalizada y enfocada en cumplir su objetivo, podría descansar al llegar a un motel al día siguiente; pero esa joven, que había encontrado en una terrible situación importándole muy poco lo que sucediera con su vida, no podía dejar de pensar en que necesitaba reposar muchísimo más que ella, de su mente, sus pensamientos, debía tener un lugar donde procesar todo lo que había pasado y pudiera sentirse en bienestar al otro día.
