El sonido del despertador nuevamente se hizo presente. Con sinceridad, no había momento del día que odiara más que este. Con fastidio me removí de la cama en tanto tallé mis ojos. Miré el reloj denotando que tiempo era lo que menos tenía. Y sí, lo sabía bien, la puntualidad no era lo mío. Este semestre sería lo suficientemente pesado, durante un año pospuse una asignatura lo bastante molesta como para provocarme dolor de cabeza a diario. El profesor que impartía dicha clase era la representación de todos aquellos que sólo esperaban impacientes el momento de reprobar alumnos, sin ninguna otra especie de diversión aparente.
Después de un par de minutos, ya me encontraba lista para irme. Guardé el móvil en el pantalón y bajé un tanto a prisa las escaleras. Pasé por la cocina en busca de un poco de jugo, encontrando a mi hermana menor abstraída en frente de él.
— "Laura, deberías apresurarte". — Mencionó Lucía, mi pequeña hermana de 16 años. Bebí el jugo a prisa, especialmente teniendo la mirada de mi hermana encima.
— "Nos vemos luego". — Tomé la mochila y salí a prisa.
Vivía a unos 20 minutos de la escuela por lo que cada vez que tenía la oportunidad, caminaba hasta la universidad. En verdad me ayudaba a despejar la mente y encontrar un poco de paz en cada uno de los regalos que la mañana prometía. Un par de calles después, unos fuertes gritos llamaron mi atención; estos provenían de una costosa casa de dos pisos. Me detuve un momento, pudiendo apreciar los grandes ventanales de aquel hogar, unas cuántas orquídeas adornaban el modesto jardín que contrastaba con la moderna arquitectura de aquella casa.
De pronto advertí un dolor en el pecho, respirar comenzó a ser cada vez más pesado y con algunas dificultades, tomé asiento en la acera. Sentía náuseas y un extraño sonido se apoderaba de mis oídos. No sé cuanto tiempo ha transcurrido, pero sí reconocía estos síntomas lo suficiente para saber que de nuevo estaba teniendo un ataque de ansiedad.
— " Lárgate, me tienes harta." —Reconocí un par de voces dentro de esa casa. Gritaron unas cuántas cosas más que sinceramente no pude comprender. Traté de ponerme de pie y de pronto todo se movió, haciéndome caer nuevamente. La mano comenzó a dolerme en demasía y fue ahí cuando me percate del líquido rojo que brotaba de ella.
—"¿Estás bien?" — Se arrodilló junto a mi con notoria preocupación en el marrón de sus ojos. —"Debes hacer presión, de ese modo dejará de sangrar." —Insistió en tanto envolvió mi mano en un pañuelo blanco. Distinguí la templanza en su voz y la miré con detenimiento. Era una mujer rubia con largas pestañas y una mirada que me comenzaba a intimidar.
—"Gracias." — Respondí con un hilo de voz en tanto se sentó a mi lado.
—"¿De verdad estás bien?" —Asentí y me encogí de hombros, tratando de restar importancia. Sin embargo, era obvio que no lo estaba. Se quedó ahí y sugirió algunos ejercicios de respiración que me ayudaron a recobrar la calma. Respiraba profundo a mi lado, una y otra vez. Poco a poco comencé a recuperar el control de mí misma y ella se dio cuenta. Me ayudó a ponerme de pie y le miré agradecida.
— "Yo también me dirijo a esa universidad". — Esbozó una pequeña sonrisa que indudablemente me hizo sonreír también. No sabía cómo reaccionar, me sentía lo suficientemente avergonzada para apartarme de ella a toda prisa y lo peor de todo, es que no sabía ni por qué.
— "¿Ah sí?".— Atiné a responder con titubeo.
— "Discúlpame, no me presenté".— Había un pequeño brillo en sus ojos, posados en mi uniforme. Ella nuevamente rió y se acercó parsimoniosa, con delicadeza me extendió una de sus manos.
— "Abigail."— Me concentré en sus ojos, era difícil parecer calmada cuando mi cerebro ordenaba cosas que mi cuerpo se negaba a realizar. Percatándome que le había dejado con la mano extendida, desperté de mi abstracción en tanto estreché nuestras manos.
ESTÁS LEYENDO
Prohibido (MODIFICADO)
RomanceLos enigmas del pasado, demasiadas preguntas y una sola respuesta: Laura. Todos los derechos reservados.