Capítulo 12.- Déjame entrar

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Narra Abigail

Debo admitir que no esperaba Laura fuese la primera persona en ponerse de pie en el anfiteatro. Me miraba con una emoción continental, no puedo entenderlo del todo, pero tal gesto me brindó la seguridad necesaria ante todas esas personas. Al salir le encontré camino a casa y decidí que sería bueno llevarle además de que claro, sería un buen pretexto para pasar tiempo y si es posible, tener aquella conversación que llevo un tiempo posponiendo. Necesito recordarle quien soy. Subió al auto con una sonrisa radiante lo cual me hizo sonreír también, agradeció el gesto y le resté importancia. Después de unos minutos en silencio, Laura volvió a hablar.

—" Lo que hiciste fue increíble, destruiste los mitos sexistas del director."— Tomó un momento y continuó — "Eres maravillosa."— Sorprendida ante su propia declaración, el rostro de Laura comenzó a adquirir un gran rubor denotando lo mucho que se apenó.

—"¿De verdad piensas eso de mí?"— Admiré el nerviosismo en sus manos, meditó mucho su respuesta.

—"Así es. Lo siento."— Su reacción me indicó lo avergonzada que estaba.

—" ¿Sabes? Yo pienso lo mismo de ti."— La voz me empezó a temblar, pude apreciar una pequeña sonrisa victoriosa en su rostro.

—"Creí que no te agradaba."— Fruncí el ceño ante su comentario, ¿Pero cómo podía pensar que eso era posible?

—"¿Qué te hizo suponer eso?"— Añadí un tanto seria. Antes de que conociera su respuesta, el sonar de su móvil nos interrumpió. —"Salvada por la campana, pero no hemos terminado"— Mi comentario le hizo atender su llamada entre risas.

Por lo que pude escuchar se trataba de su hermana, imaginé que había comenzado con aquellas preguntas que indudablemente incomodan a Laura ya que su cara me dejó apreciar cuan sonrojada estaba. De pronto me indicó que pondría el altavoz y escuché la voz de la menor por el otro lado de la línea.

—"Abi, me pediste que te recordara los apuntes."— Ugh, es verdad. Ayer había quedado en que le traería algunas cosas para facilitar su estudio en una asignatura. Le dije que llegaríamos en un rato ya que primero debía volver a mi hogar en busca de lo que me pedía y que claramente había olvidado. Laura cortó la llamada y continuó escribiendo en su celular.

Narra Laura

Me parecía realmente extraño que Lucía hubiese pedido ayuda a la rubia, es decir, yo siempre le ayudaba con esta clase de cosas sin problema. No podía quedarme con las dudas así que le escribí para conocer mejor qué pretendía con todo esto. Y como siempre mi hermana tenía una respuesta para todo 'Lo hago más por ti que por mi ;) '. Lo sabía, Lucía traía algo entre manos. Al regresar mi atención a ella me di cuenta que estacionaba su auto en un lugar que desconocía aunque se encontraba ligeramente cerca de la casa en donde le vi por primera vez.

La profesora me hizo saber que estaba en proceso de mudanza pero que este sería su nuevo hogar, me pregunté si vivía sola o con alguien más y como si Abigail leyese mis pensamientos me hizo saber que vivía con su hermana, Marcía. Vino a mí aquel momento en donde le conocí y los gritos que provenían de esa elegante casa 'Lárgate, me tienes harta'. ¿De quien era esa voz y por qué discutían? Advertí mi inminente curiosidad por la situación, mi silencio alertó a la rubia.

—"Laura, ¿estás bien?"— Asentí y me disculpe por haberla preocupado, ella me regaló una dulce sonrisa y restó importancia al asunto. —"Siéntete libre de preguntar"— Sugirió, antes de que siguiera su petición el móvil cambió mis planes. Tenía una llamada de mi madre por lo que no pude ocultar mi evidente fastidio.

Respondí a secas y mi madre me reprendió por ello, me pidió hablar con mi hermana. Abigail me hizo una señal para que pasara al lugar y tomase asiento, así lo hice en tanto le admiré desaparecer por una de las habitaciones. Le expliqué a mamá que me encontraba saliendo de mi escuela y no sería posible que Lucía y ella tuvieran esa conversación ahora. La profesora volvió y se sentó cerca de mi con una carpeta que contenía muchas hojas en el interior. Mi madre no demoró en retarme por salir a horas tan tardías de la universidad, culpó mi afición por el fútbol y me pidió dejase de perder el tiempo detrás de una insignificante pelota.

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