Esta breve historia está basada tras el final de la tercera temporada de Castlevania Netflix y enfocado en el personaje de Alucard.
Creo que no soy en absoluto la única que se quedó con un ligero sabor agrio en la boca al ver que el hijo de Drácula...
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Los sollozos habían sido de verdadero desespero, angustiosos incluso. Eso él lo sabía porque bien había experimentado lo que era la tristeza y el llanto en los últimos años a causa de un sentimiento de culpabilidad que casi nada podía hacer que dejase de sentirse así. Aquella mujer parecía haber sido sincera pero... No. No. Ese no era su problema. No tenía porqué ayudar a un viajero. Ya aprendió la lección la última vez que dejó que alguien entrase a su castillo.
Que se busque la vida en otro sitio, que encuentre la solución en otro. En él no estaba.
La puerta fue aporreada con vehemencia. Y se lo había pedido dulcemente, ayuda con educación, ayuda con una sonrisa sincera. Sinceridad. ¿Esa palabra volvía a su vida pisando fuerte o era de nuevo un espejismo? No. De nuevo: no. Esos pensamientos debían apartarse de su mente.
Tenía hambre y estaba de mal humor. El hambre que experimentaba era en esta ocasión un poco inusual, así que quizá saldría a cazar de noche, hacía varios días que no lo hacía a altas horas y aquella actividad le ayudaba luego a conciliar un buen sueño, a calmar su mal carácter. Además, no había olvidado lo que una parte de él era, una criatura de la noche. Por muy poco que le gustase reconocerlo e intentase disfrazarlo.
Saltó desde la ventana alta de su cuarto, lanzándose al vacío como una rapaz al acecho de una presa. Su mitad monstruo a veces era muy útil.
¿Qué cazaría esta noche, un ciervo macho adulto, un gran jabalí, un lobo gris?
Oh, el viento frío azotando su cara, sus rápidos movimientos en la oscuridad, pendiente de todos los sonidos de los demás animales de la noche. Todos, salvo uno.
Joder. Otra vez no.
Escuchó el latir de un corazón humano demasiado cerca de su casa.
*
Anne-Marie había conseguido improvisar un cobijo entre su carreta y la seguridad mínima que podría otorgarle un gran árbol que estaba cerca del castillo donde se había quedado varada. Podría pasar la noche mejor guarecida en un edificio abandonado que había visto al lado y el cual no había terminado de reconocer, pero no quería alejarse demasiado de Hades y éste estaba más cómodo bajo un pino viejo.
Pasar la noche en la intemperie no era de su agrado en absoluto. El sisar tenue del viento rozando las hojas ya le estaba poniendo la piel de gallina. Se sentía miserable, aunque pensaba que podría haber sido peor. Intentaba mantenerse positiva hasta que escuchó un rugido no muy lejos de ella.
Hades relinchó muy asustado y Anne-Marie se encogió sobre sí misma, arrebujándose en su capa de viaje. ¡Qué tonta se sentía! No iba a conseguir llegar a su destino, no iba a poder hacer que su padre se sintiese orgulloso de ella porque, de nuevo, Anne-Marie la vaga, Anne-Marie la hija díscola, la había vuelto a cagar y seguramente esa noche sería devorada por algún monstruo de esos que había estudiado hasta caerse dormida en su escritorio de oradora.
"Estúpido caballo, maldita sea tu pata. Maldito sea quien te pusiera mal la herradura. Maldita sea mi suerte y maldito sea mi padre... A la mierda".
Otro rugido se volvió a escuchar. La muchacha cerró los ojos deseando que se acabase la noche, que se durmiese, o que la matasen ya. Total, tampoco es que le tuviese un grandísimo apego a su vida. ¿O sí? Dejó de pensar porque entonces fue cuando lo vio.
El señor de la casa, estaba en el exterior y se movía de una forma errática, demasiado rápida para los ojos de un humano. Llevaba consigo un ciervo macho, las astas eran enormes.
¿Cómo podía aquel hombre arrastrar un animal tan pesado con tanta normalidad? A lo mejor... Oh. Anne-Marie se tapó la boca aterrada.
El señor de la casa hincó con sus manos de uñas afiladas en la carne para rasgarla y devorar la carne cruda y sangrienta del animal. De hecho, prácticamente parecía más que bebiese en lugar de comer.
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