Anne-Marie se sentía atraída por él. Le gustaba. Alucard no sabía cómo reaccionar ante eso. De hecho, todavía se sentía de lo más ridículo cuando la había oído hablando con su viejo caballo y se lo había declarado. Al principio le parecía algo muy gracioso verla conversar por el camino con Hades, pero cuando escuchó la confesión, le pilló tan de imprevisto que casi muerde el suelo de golpe. Menos mal que no había sido en su forma natural, alguien como él, tropezarse así habría sido una herida directa a la dignidad y el orgullo. Se habría dejado en evidencia delante de ella, eso no era tolerable.
En su forma animal al menos podía admitir que, si tenía dudas sobre si Anne-Marie era finalmente de confianza, ya lo tenía más que claro, en efecto: era una buena persona. Pero... él... ¿qué había de él? No estaba siendo demasiado amable con ella y llegados a ese punto, incluso casi se lo debía. En cuanto pudiese, volvería a hablar con ella y le pondría remedio.
No hacía falta seguir siendo tan desconfiado. Ella no lo era con él. De hecho, ella no era para nada alguien así, si no todo lo contrario. Si podía ayudar en cualquier cosa, la primera. Esto lo notaba sobre todo cuando se trataba, por ejemplo, de su caballo Hades o de él mismo en forma de lobo y eso le dejaba claro un dicho popular que solía cumplirse normalmente: si una persona trata bien a un animal, es que tiene buen corazón.
Alucard continuó, como de costumbre, su entrenamiento con la espada por la mañana. No quería pensar demasiado en lo ocurrido cuando acompañó a Anne-Marie al pueblo. Esperaba que no siguiese enfadada con él. Aquello, por mucho que se dijese que le daba igual, que era indiferente, no era así. Le había admitido a Anne-Marie que sí que la había acompañado, pero no tenía la seguridad de haber sido demasiado claro con ella.
Estaba seguro, Annie a veces era un poco despistada y lo único que había hecho tras decirle él que sí que la acompañó, fue decirle un escueto y seco «Bueno, pues... gracias» y marcharse. No la había vuelto a ver desde entonces y de eso, había pasado ya un día entero.
Annie seguía en la habitación que tenía asignada y haciendo otra vez lo mismo que la mañana anterior porque, de nuevo, apenas había podido dormir, se había vuelto a levantar teniendo un fuerte calor en el bajo abdomen que no podía calmar a no ser que hiciese lo que hizo la vez anterior para remediarlo. Era arriesgado, pero no podía aguantarse.
Alucard alzó la vista hacia el ventanal del cuarto de ella, pensando en qué estaría haciendo Anne-Marie, si se le habría pasado el disgusto con él... Notó, cuando miró directo hacia el gran ventanal, cómo la cortina era cerrada de golpe.
Estaba allí, en el cuarto, ya despierta y en la ventana. Lo sabía: ¿acaso lo espiaba cuando entrenaba? ¿Sería la primera vez que lo hacía?
*
Aquello debía parar. Segundo día consecutivo en el que casi es pillada. ¿Cómo se podía ser tan incauta? Y, oh, sobre todo: tan indecente. Ella no era así, no se había comportado nunca de esa manera. Quizá en casa de papá era aún más peligroso hacer eso que hacía cuando observaba entrenar a Alucard y que, inexplicablemente, se excitaba tanto. Si mirándolo tan solo hacer eso se ponía de ese modo, le daba auténtico pánico entonces vérselas con él en una situación más cercana, como que de nuevo tuviese que beber de la sangre de ella.
–Señor, llévame pronto o me voy a meter en un buen lío... –rezaba de rodillas y con los brazos apoyados en la cama cuando llamaron a la puerta de nuevo.
Al menos esta vez estaba arreglada del todo, vestida, con su trenza en el pelo y más tranquila que el otro día. Abrió la puerta con un gesto neutral, sin su natural sonrisa.
Alucard saludó educado. Su trato con ella había empezado a cambiar drásticamente desde el episodio en el pueblo y el tema de la compra del vino.
–He estado pensando... Creo que estar todo el día entre cocina, salita de estar y este cuarto no es que sea para ti algo demasiado divertido y, verás... necesito ayuda para una cosa que quiero hacer en la biblioteca.
Anne-Marie tartamudeó de la emoción al decirle que ella estaría encantada de ir con él. Por lo menos, era una persona en la que los enfados le duraban poco y el rencor no iba demasiado con ella.
Alucard hizo una leve reverencia sonriendo complacido y le indicó con un gesto que hizo con la mano que lo siguiera.
Dentro de la biblioteca, Annie apenas podía aguantar dejar de sonreír emocionada y feliz por la cantidad de conocimiento y libros que había acumulados en las estanterías. Sabía que el castillo era pilar de conocimiento, pero no hasta ese punto.
–Y eso que aún no has visto la de los Belmont. No le tengo especial cariño porque está repleta de escritos para matar a gente como yo.
Annie levantó la vista de una pila de libros a los que estaba interesada en leer, escuchándolo y con la esperanza de que algún día, antes de su marcha, permitiese visitar también la biblioteca de los Belmont. Finalmente, cogió un libro sobre herbología, pero sin llegar a abrirlo para ver su contenido.
–Alucard, ¿puedo coger este y leerlo? –pidió, temerosa de que él se negase.
Él la miró por un instante con un gesto triste, quizá se había pasado de déspota con ella.
–Sí... Puedes –afirmó–. De hecho, ven aquí cuando quieras y estudia. Como oradora seguirá siendo parte de tu labor, ¿no es así?
Annie contuvo desbordase de alegría y le agradeció con su mejor sonrisa.
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Heridas (Alucard + OC, fanfic Castlevania) Lara Herrera.
FanficEsta breve historia está basada tras el final de la tercera temporada de Castlevania Netflix y enfocado en el personaje de Alucard. Creo que no soy en absoluto la única que se quedó con un ligero sabor agrio en la boca al ver que el hijo de Drácula...